cualquier tipo de experiencia, la literatura era una especie de hospital o
quizás un laboratorio donde se intentaba regenerar la experiencia, como
en Jurassic Park se recrean los dinosaurios mediante el uso de su sangre
alojada en mosquitos conservados en ámbar. Y además, la literatura
podía soñarse como un espacio para pensar en la distancia existente
entre las ideas, las instituciones y las formas de circulación del poder.
Pero Entonces, como punto de partida, me preguntaba, teniendo en
cuenta los años que pasaron desde que escribiste el libro, cómo ves esa
dicotomía que planteabas y si se te ocurre alguna forma de relacionarla
con lo que se está viviendo hoy.
HV: Algunas aclaraciones primero. Así como cada uno tiene su pequeña
deformación profesional, yo tengo la deformación profesional de la
sociología, porque me dediqué unos cuántos años a enseñar y estudiar
sociología de la cultura, estuve en el business del Conicet, etc. Y entonces
lo enfoco mucho de ese lado; yo no creo que lo que vaya a decir sea la
verdad de la milanesa ni mucho menos. Te cuento un poco de dónde sale
esa frase y de dónde sale ese libro. Yo había hecho una tesis de maestría
sobre la mirada que tenían las editoriales argentinas sobre la literatura
en el siglo XX. Lo primero interesante que me tocó trabajar es lo que
fueron las editoriales pioneras, en una época en la que el campo político
no estaba autonomizado del campo literario. Todos eran escritores, eran
militares, eran editores y eran políticos. Esa tesis es un libro que nunca
publiqué porque publiqué El amor por la literatura en tiempos de
algoritmos, que en aquel momento me calentaba más como intervención.
Pero volviendo a la situación actual y para responder tu pregunta, en mi
investigación para la tesis yo iba viendo cómo la literatura era algo que
transformaba la realidad, discutía con las ideas políticas. Las editoriales,
que son un intelectual colectivo, las usaban para eso. Existía la fe en que
la literatura era algo a lo que se le podían pedir grandes cosas y se le