Revista Luthor, nro. 58 (mayo 2024) ISSN: 18573-3272
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Ensayos del pasado sobre lo que
alguna vez fue futuro
Reseña de Las dos torres. ¿Puede la cultura contemporánea
pensar algo nuevo?, de Beatriz Sarlo.
Abril Amado
En esta colección de ensayos, producidos entre 1992 y 2018, Beatriz Sarlo entabla, desde
el pasado, un diálogo con la actualidad de nuestro país en materia política, literaria y
cultural. La distancia entre el momento de la enunciación y el ahora se acorta por la
vigencia de algunas de sus ideas. Sarlo hablaba sobre su presente y, sin saberlo, sobre
lo que para ella era el futuro, que ya llegó.
* * *
¿Puede la cultura contemporánea pensar algo nuevo? Esa pregunta es el
subtítulo de Las dos torres, de Beatriz Sarlo. Tras leer el libro, se siente
como una provocación: la respuesta resulta cuanto menos ambigua. Este
volumen incluye una selección de diecinueve ensayos publicados por la
autora entre 1992 y 2018. Entre el primero y el último transcurren
veintiséis años y, a pesar de ello, la potencia del libro reside en el diálogo
constante que permite entablar con nuestro presente actual.
Los ensayos abordan temas diversos: oscilan permanentemente entre la
crítica literaria pura, la crítica del arte en general, la política, los derechos
humanos, la educación, la teoría filosófica y la tecnología, entre otros.
Sería imposible mencionar aquí y trabajar sobre todos los tópicos que
afrontan. Igualmente heterogéneas son las fuentes de las que han sido
extraídos: desde revistas y conferencias académicas de distintos lugares
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del mundo hasta suplementos culturales de grandes medios como La
Nación o Página 12.
Están organizados en tres partes: 1) “‘El tigre en llamas’, o la relación con
la literatura y el arte como la experiencia de no entender”; 2) “Estéticas
del siglo XXI: ¿en qué se convierte el arte cuando imperan las buenas
causas?”; y 3) “¿Dónde quedaron los debates y las discusiones del siglo
XX al XXI?” Mientras los dos últimos títulos se formulan como
interrogantes abiertos, el primero se plantea como una falsa disyuntiva
en la que lo central es el “no entender”. Los ensayos concentrados en
esta primera parte se articulan a partir de lo que no se sabe, no se dice o
no se comprende, en el amplio abanico de posibilidades que estos
tópicos pueden suscitar: desde la relación de los lectores con la literatura
y el conocimiento, hasta las elipsis como mecanismo inevitable de la
escritura literaria.
No sorprende que el primer ensayo que abre esta sección (y también el
libro) sea, justamente, sobre el propio género “ensayo”, definido a partir
de la incertidumbre: “el ensayista no dice lo que sabe, sino que hace
(muestra) lo que va sabiendo” (Sarlo, 2024: 11). El ensayo queda definido
como una búsqueda. Esta idea aparece espejada en la tercera parte,
donde el primer escrito allí incluido versa sobre lo mismo: “un ensayo es
la escritura del acto de pensar sobre algo. Escribo porque quiero saber
cómo es eso que estoy pensando y que no lograré saber si no lo escribo”
(193). La diferencia es que, en esta ocasión, Sarlo extiende esa
incertidumbre a la escritura sobre el presente: “nunca sabemos del todo
en qué mundo estamos viviendo” (194). Si la primera parte se concentra
mucho más sobre la literatura, la tercera lo hará sobre la coyuntura. Y
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entre ambos segmentos media el segundo, en el que se le da una especial
atención a las estéticas del siglo XXI, configuradas tanto por “lo
políticamente correcto” como por el mercado.
A pesar del ordenamiento según tres ejes, los ensayos forman entre
todos una constelación que podría ser leída de diversas maneras. Existen
innumerables conexiones entre unos y otros: ideas y obras que circulan
por varios de los escritos, abordajes distintos de un mismo tema,
amplificaciones de hipótesis apenas mencionadas en ensayos que
aparecen unas páginas antes o unas páginas después. La autora podría
haber optado por un criterio cronológico para el orden que constituye el
libro, pero prefirió sugerir un recorrido alternativo que nos deja más
preguntas que respuestas, como es, quizás, la voluntad de este tomo.
De hecho, no parece azaroso que esta colección aparezca publicada en
2024. En un contexto mediático de extrema polarización social en el que
se incita permanentemente a la expresión de una opinión lida
(fundamentada o no), la valoración del no saber y la incertidumbre
aparece como un gesto contracultural. La misma inconclusión de varios
de los ensayos forma parte de este gesto. Resulta llamativo que en el
titulado “Sensibilidad, cultura y política: cambio de siglo”, Sarlo ya
detecte el creciente impacto de la “retórica de la opinión”. Este es uno de
los mejores ensayos. Leído casi veinticuatro años más tarde, llama la
atención por sus profecías cumplidas y por su agudo análisis del
ecosistema mediático, que puede pensarse hoy en día:
El segundo rasgo de la red [de internet] tiene que ver con la virtualidad de
su “árbol”. Se presupone que ese árbol invisible, solo producido en la
trayectoria misma, no tiene jerarquías sintácticas que se correspondan
con las jerarquías culturales: el artículo pésimo de un profesor ignoto está
allí tan accesible como a la última traducción de un clásico o las
sorprendentes conferencias de un filósofo transcriptas por sus alumnos.
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Nadie certifica nada. Por eso se dice que la red es democrática. Pero cada
uno entra en ella con lo que tiene y saca de ella en proporción a lo que
sabe. En este sentido, más que la imagen de la democracia igualitarista, la
red monta el drama de los intercambios simbólicos en un espacio donde
los que intervienen no son iguales. La ficción de la igualdad es tan
necesaria a la ideología de la red como a la del mercado, y funciona de
manera tan desigual como los intercambios mercantiles. (248-249).
Algunos de los problemas en relación a la virtualidad que Sarlo identifica
allá por los 2000, hoy se vuelven mucho más profundos con el auge de
las redes sociales. La crítica a la ausencia de “jerarquías” en las redes
puede parecer muy conservadora en una lectura rápida. Pero hoy, que la
instalación de las fake news es un problema cotidiano y pone en jaque a
muchas democracias del mundo, se vuelve imperioso que tengamos
como sociedad una discusión sobre la calidad de la información y la
necesidad de establecer ciertos niveles de autoridad epistémica. Es
impactante que este análisis surja en un momento en el que, según un
dato brindado por la autora en el mismo ensayo, solo el 1% de la
población argentina contaba con acceso a internet.
Con la republicación de este ensayo, Sarlo se mete en un debate que nos
es muy contemporáneo. Pero no es el único que posee esta característica.
Muchos de estos escritos surgieron durante la etapa del kirchnerismo y,
si en ese momento constituían una crítica al sistema cultural propio del
Estado kirchnerista presente, hoy se pueden leer como una
interpretación de ciertas aristas de un proceso histórico y, también, como
una toma de posición frente a debates que se están produciendo a nivel
social hoy en día.
Hace pocos meses, por ejemplo, la vicepresidenta Victoria Villarruel puso
en la agenda mediática un cuestionamiento acerca de la función que
debía cumplir el predio de la ex ESMA, hoy convertida en museo. Esto dio
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pie a toda una discusión social no solo sobre la función de los espacios
de la memoria, sino sobre el relato que estos lugares sostienen. Lejos de
la posición de la vicepresidenta Villarruel (abiertamente reivindicadora de
la dictadura militar), y en abierta controversia con las decisiones del
Gobierno Nacional de ese momento, Sarlo plantea su postura en una
conferencia sobre la museificación de la memoria. Ésta fue pronunciada
en 2006, en el momento exacto en el que se discute qusos darle a cada
espacio dentro de la ESMA. Esta disputa va acompañada de otra que
también se hace presente hoy en día: la de la imagen que tenemos de
aquellas personas detenidas y desaparecidas sobre las que hoy
reclamamos memoria, verdad y justicia. Sarlo historiza los relatos acerca
de quiénes eran estas personas y establece como un error el querer
desligarlos de su actividad política y militante.
Si bien la autora sostiene que la teoría de los dos demonios “está lo
suficientemente desacreditada como para que no sea muy serio traerla a
una discusión” (232) (cosa en la que se equivocó, pues se trata de un
discurso que hoy está en agenda a pesar de su poca solidez), el ensayo
nos acerca una posible solución a una pregunta que hoy nos ronda en la
cabeza a muchas personas: ¿cómo es posible que se reabran hoy ciertos
debates sobre la dictadura militar que creíamos zanjados y sobre los que
(pensábamos) había un fuerte consenso social? Sarlo nos habla acerca
de que fijar materialmente la memoria (en museos, monumentos, placas,
etc.) no permite trasladar hacia el futuro nuestra visión de los hechos
históricos cuando esa visión se produce en un momento en el que existen
“memorias en competencia”(222).
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Este es solo uno de los numerosos ejemplos de diálogo con la actualidad
que podemos establecer. Quizás el punto más débil de ese diálogo esté
en las posturas sobre los feminismos. Todo el libro está salpicado de
críticas, en su mayoría fugaces, a las teorías queer, de género y de la
multiculturalidad. Algunas muy atendibles, otras más endebles. En el
ensayo titulado “Pliegue de género”, la autora asegura que dicho pliegue
no es “siempre igualmente significativo” (186). La cuestión del género,
sostiene, no puede ser pasada por alto en determinados ámbitos, entre
los que se mencionan las “oportunidades culturales”. No obstante, unas
líneas más adelante, establece que
“es difícil (y hasta puede llegar a ser grotesco) proyectar una desigualdad
institucional sobre la literatura en su dimensión estética, excepto cuando
esa desigualdad se ha convertido, precisamente, en materia estética (...) La
literatura tiene esa cualidad irreductible a la moral, a lo sociológico y al
género” (186)
Esta postura resulta polémica porque, durante años, las mujeres han sido
expulsadas de la Estética. En el mundo académico, además, existe una
cuantiosa bibliografía acerca de los diálogos entre la Estética, en tanto
disciplina filosófica, y los feminismos. Incluso hay una discusión vigente
acerca de qué llamamos “literatura feminista” y qué adscribimos a ese
corpus. La postura sobre el tema parecería ser producto de una cercanía
con la muy discutida idea de la autonomía del arte y el artista en la torre
de marfil. No obstante, ninguno de los escritos plantea las cosas en estos
términos, y lo que puede dejar este aspecto en la ambigüedad.
Sarlo observa que la dicotomía hombre-mujer ha relevado a otras
oposiciones como obrero/patrón, capitalismo/socialismo,
verdadero/falso, mercado/vanguardia, entre otras. Los feminismos
interseccionales podrían discutir esta idea de relevo para reemplazarla
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por la de articulación. Pero, más allá de eso, lo que se deja entrever en
estas declaraciones y aparece como un eje transversal a la colección
ensayística es una fuerte nostalgia por ciertos debates propios del siglo
XX que han perdido peso o que, al comenzar el siglo XXI se han empezado
a dar en otros términos. Uno de los muchos leitmotivs que aparecen es la
imposibilidad del arte, la teoría y la política para escandalizar. Esto parece
hoy llevado a un extremo en una dinámica en la que, a través de los
medios y las redes sociales, todo escandaliza y, a la vez, nada lo hace.
No es casualidad que el libro cierre analizando el éxito comercial de
Imperio, de Hard y Negri. Un libro de una complejidad formal y teórica
formidable, pero cuya clave del éxito, para Sarlo, se encuentra en su
optimismo y su perspectiva de futuro: la tesis esbozada por sus autores
“permite pensar que allí donde solo hay clausura puede emerger una
nueva sociedad” (265). ¿Será acaso este cierre un guiño para nosotros,
lectores del 2024? ¿Será que lo que le falta hoy a la sociedad argentina es
esta perspectiva, esta proyección de futuro, este imaginario de una
sociedad saludable y habitable en pleno siglo XXI?
Al final del libro, la pregunta “¿puede la cultura contemporánea pensar
algo nuevo?” adquiere entonces nuevos matices. ¿En qué se parece la
contemporaneidad de los ensayos de Sarlo a nuestra
contemporaneidad? ¿Será que estos ensayos adquieren vitalidad hoy
porque no hemos pensado nada nuevo? ¿O lo que hemos pensado no
nos alcanza? No tenemos aquí una respuesta, solo más incertidumbre.
Pero, quizás, lo que no sepamos sea el motor para encontrar algo nuevo.
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Referencias bibliográficas
Sarlo, Beatriz. 2024. Las dos torres. ¿Puede la cultura contemporánea pensar
algo nuevo? Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Siglo XII Editores
Argentina.