Un país malsano o una lectura de las crónicas de la conquista en el Río de la Plata
Un país malsano o una lectura de las crónicas de la conquista en el Río de la Plata
Reseña de:
El Jaber, Loreley. Un país malsano. La conquista del espacio en las crónicas del Río de la Plata (siglos XVI y XVII). Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 2012
En este libro, Loreley El Jaber trabaja un corpus conformado por los Comentarios (1555) de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, algunos documentos de su enemigo Domingo de Irala, el Derrotero y viaje a España y las Indias del alemán Ulrico Schmidl (1612), la “Probanza de méritos y servicios” (1605) y La Argentina (1612) del mestizo Ruy Díaz de Guzmán. La decisión de El Jaber de estudiar esas crónicas es, desde el punto de vista de la elección del objeto, destacable porque se trata de textos que cumplen esa paradoja, no extraña en el ámbito académico, de ser nombrados y renombrados, incluso leídos, pero poco trabajados en profundidad. Por oposición al éxito de otros textos de conquistadores, el de Álvar Nuñez Cabeza de Vaca, así como los de Schmidl y Ruy Díaz de Guzmán, narran el fracaso, la conquista de un espacio decepcionante como el que presenta para estos viajeros el Río de la Plata del siglo XVI. Se trata de textos en donde “entre el sueño del oro y el desaliento, se construye un arco que evidencia el efecto que la tierra –la real vs. la imaginada- produce en los soldados y gobernadores que se dirigen al Río de la Plata y en las crónicas que realizan” (El Jaber, 2012: 14). Sin embargo, el libro no se agota en revisar un corpus como el descripto, sino que además propone una lectura a partir de una tríptico conceptual específico: espacio, discurso e imagen.
Una hipótesis central que guía los fundamentos teóricos de Un país malsano se explicita, pocas páginas de comenzada su lectura, en una cita a Edward Soja: “no existe una realidad social no espacializada” (Soja, 1996: 16). Porque es el espacio, desde la perspectiva que El Jaber elige para su estudio, el que restringe y habilita posibilidades de viaje y expedición, que propicia o destruye imaginarios y que decide, en definitiva, el fracaso (porque, como se dijo, no hay éxito allí) de estas expediciones. En torno al enfrentamiento antes aludido entre la tierra imaginada y la real es que se propicia la escritura de estas crónicas, que surgen, desde esta perspectiva, del resultado de ese enfrentamiento. Ese espacio, en el caso del Río de la Plata, será, entonces, siempre el del fracaso y la decepción; un espacio de, parafraseando con libertad a Girondo, el puro no frente al sí que parecían brindan los imaginarios de riquezas construidas en torno a las empresas coloniales en otras regiones de los dominios españoles. En Un país malsano, como señala El Jaber en relación a Henri Lefebvre, “el espacio no es un objeto de estudio privilegiado de una disciplina sino una herramienta de análisis” (El Jaber, 2012: 163).
El título ya propone, anticipa, ese elemento decisivo, el espacio. Pero la mirada de El Jaber no propone un espacio entendido como el lugar de un acontecimiento definitivo que marca, de una vez y para siempre, o de antemano, la escritura de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, de Ulrico Schmidl o Ruy Díaz de Guzmán. No. El espacio allí, en esa lectura, aparece como productor de acontecimientos y de una discursividad que se constituye en el avance mismo de los acontecimientos. Es, en definitiva, la condición de posibilidad de la escritura, y el factor productor, por lo tanto, de la experiencia que se organiza en esos relatos. Si los colonizadores españoles, al embarcarse hacia estas tierras, pretendían encontrar metales preciosos, alimentos en abundancia, incluso agua, el espacio del Río de la Plata, según nos anoticia El Jaber, los convencía de lo contrario. Y a partir de ese convencimiento, que en realidad se manifiesta en los textos como desaliento (de allí que El Jaber hable de “escritura de la decepción” (El Jaber, 2012: 21) para referirse a esta narrativa), surge la escritura; como si el fracaso económico debiera compensarse con un triunfo narrativo.
La centralidad del espacio como concepto rector en los textos trabajados por El Jaber se observa en una pluralidad de temas y tópicos. Un claro ejemplo de esto se observa en el caso de Ulrico Schmidl, donde el recorrido que realiza la empresa exploratoria de la que participa se va determinando por el alimento que se puede hallar. Si las tribus que encuentran en su derrotero ofrecen comida, allí se asientan. De lo contrario, el viaje continúa –asumiendo, en algunos casos, costosas pérdidas de vidas humanas. Subjetividad, experiencia, supervivencia: el espacio, en el lugar definitivo que El Jaber le otorga, reúne y recrea las instancias de un recorrido que propone más carencias que plenitudes, pero que transformará esas faltas en potencialidades a través de la transformación de ese mismo espacio en discurso.
El espacio es, entonces, productor de discursos, no mero referente: se interpreta el espacio a partir del espacio mismo, de sus imposiciones, y en esa interpretación las crónicas legitiman y legalizan la dominación. La influencia teórica de Michel Foucault es clara en este libro, y se vuelve explícita en el epígrafe que inaugura el capítulo 3 (capítulo que, junto con la introducción, resulta central para la comprensión del libro, su marco teórico y metodológico): “Tenemos que pensar(nos) en términos espaciales”. El trabajo que la autora lleva a cabo con conceptos de raíz foucaultiana es sutil y preciso, pragmático y eficaz. Pero no sólo me interesa destacar los conceptos de espacio y, de manera evidente, el de discurso, sino que otro concepto, íntimamente ligado en el libro a esos, el de práctica, resulta central en el trabajo ensayístico que despliega Un país malsano. Si bien es un concepto que el autor de Vigilar y castigar nunca definió explícitamente, Edgardo Castro en su Diccionario Foucault señala:
podemos decir que Foucault entiende por prácticas la racionalidad o la regularidad que organiza lo que los hombres hacen (…), que tiene un carácter sistemático (saber, poder, ética) y general (recurrente), y que por ello constituye una experiencia o un pensamiento (Castro, 2011: 316).
Precisamente, el espacio impone una práctica y, al hacerlo, expone en los discursos un pensamiento. Por este motivo, ella podrá afirmar que
los movimientos efectivamente emprendidos (…) pueden ser entendidos como prácticas discursivas en las cuales los significados están corporeizados, inscriptos y reinscriptos simultáneamente (El Jaber, 2012: 72)
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La práctica discursiva como manifestación de la práctica de recorrido territorial implica, de esta manera, una escritura de “palimpsesto”: inscripciones y reinscripciones, narraciones y descripciones, imágenes y miradas, se entrelazan en la práctica que el derrotero conquistador construye a medida que avanza en su objetivo y en su recorrido. La experiencia que constituirá esta práctica espacial, traducida en discurso, resultará del ya mencionado enfrentamiento entre imaginario y realidad, deseo (de éxito) y realización (del fracaso).
Esta relación sutil que la lectura de El Jaber traza en relación a los conceptos de discurso y práctica, tomando siempre como centro la espacialidad, se observa en diversos momentos del libro. En uno de esos momentos, El Jaber afirma que el “encuentro del metal precioso genera la marcha pero no dibuja el recorrido” (El Jaber, 2012: 171). Guiados por los aborígenes, de los que en ocasiones desconfían, los españoles, en los textos de los tres autores analizados, quedan ligados a un trayecto que se dibuja, en ocasiones, por el hambre. El deseo de lograr el enriquecimiento se desvirtúa por el trayecto que el espacio, en sus carencias (tanto de metales como de alimentos) impone. El libro despliega, de este modo, un aplicación específica de la batería conceptual. Otro caso de ello lo observamos en el apartado 4 del capítulo 3, donde se desarrolla qué lugar le correspondía al mestizaje (tema obliterado en general en los estudios coloniales en relación al Rio de la Plata, que colocan ese foco temático, como ya se mencionó, en las conquistas de Perú y México) en la expedición que narra Alvar Núñez en sus Comentarios. Mestizaje determinado, en ese caso, por las decisiones políticas a las que obligaba, precisamente, el espacio, produciendo una discursividad legal que definía modalidades de interacción permitidas para los expedicionarios sobre las mujeres aborígenes –tal vez, el único botín del que podían jactarse. Punto crucial en ese relato, ya que produce un quiebre en la relación de Alvar Núñez con sus hombres, inclinando la balanza en la toma del dominio de la expedición hacia su enemigo, Irala, quien se gana el favor de la tropa por mostrar mayor condescendencia en los permisos otorgados para el reparto de esas mujeres. Interacción de elementos en las relaciones concretas de los sujetos coloniales, en tanto relaciones de poder, determinada, por lo tanto, por la producción de discursos a la que obliga la práctica del recorrido espacial, que aquí incluye lo legal, lo permitido y lo prohibido.
En síntesis, el espacio, en las prácticas que funda y propicia su trayecto, se inscribe, en estas crónicas leídas por El Jaber, como racionalidad que rige las subjetividades del relato y produce las experiencias narrativas.
Las imágenes que la autora analiza se incluyen, en su mayoría, en el Derrotero y viaje a España y las Indias de Ulrico Schmidl y La Argentina del mestizo Ruy Díaz de Guzmán. El principio teórico que regla la decisión metodológica de incluir imágenes en el análisis por parte de El Jaber se lee en el epígrafe que inaugura el capítulo 4, “El Río de la Plata en imágenes”. Se trata de una cita de Bernardette Bucher: “Las imágenes transmiten significados diferentes a los de las palabras, aun cuando pretenden ser la mera traducción de un mensaje verbal”. Las imágenes se instauran, como objeto de estudio, no en tanto complemento de lo escrito, sino como material que permite al crítico valorar la experiencia conquistadora en el Río de la Plata desde diversos materiales y habilitar, de ese modo, otro acceso al mismo hecho.
Un caso que me resulta particularmente interesante de señalar, en relación al trabajo que realiza con las imágenes El Jaber, es el de Ruy Díaz de Guzmán, ya que aquí se da una relación particular entre mapa (imagen) y escritura del relato, dado que la cartografía marca en gran parte la narración. Del resultado de esa escritura en relación al mapa no sólo deviene, señala El Jaber, una imagen del espacio, sino también una imagen de sí mismo que el conquistador produce a partir del espacio transitado y mirado. El tríptico conceptual se entrelaza, en este caso de modo ejemplar, en su eje espacial. Y así la autora puede afirmar que la escritura cartográfica que deviene del trabajo con la imagen que produce Ruy Diaz de Guzmán se instaura como “sello personal del cronista” (El Jaber, 2012: 313). De este modo, la inclusión de la imagen no es excusa para complementar un análisis textual, sino un modo particular de extraer de allí un significado, una particularidad escrituraria, que no se podría deducir del simple análisis del texto.
Laura Catelli, en su reseña publicada en la Revista Badebec, señala que El Jaber “privilegia el punto de vista de los conquistadores” y deja de lado el conocimiento del espacio como instancia de estrategia de lucha de los aborígenes. Pero esa ausencia implica colocarle a El Jaber un objeto de estudio que la investigadora no elige. La decisión de la elección de ese objeto, de acuerdo a lo que he relevado, pasa por las modalidades que adopta el discurso representacional del corpus seleccionado en relación a las dificultades que el espacio coloca en su andar colonizador. Tanto la mirada analizada, como la imagen construida, pertenecen al conquistador. Y si, como El Jaber señala, el eje conceptual, además de ser el espacio, lo constituyen el discurso y las imágenes, y no la posibilidad de resistencia aborigen sobre el terreno, el señalamiento de esa falta pierde solidez en relación a la materia ensayística del libro. En todo caso, corresponderá a otro estudio, a otro enfoque, saldar esa cuenta pendiente.
Como he intentado señalar, Un país malsano no limita su riqueza crítica en la posibilidad de tocar textos obliterados en la disciplina, sino que se afianza como una posibilidad de revisar certezas en relación a los estudios coloniales a partir de un trabajo de crítica abocado a las textualidades, y a las imágenes, a partir de un marco conceptual sólido. El manejo teórico elude, entonces, la reseña historiográfica, y de esa manera nos sumerge en un mundo de decepciones y conquistas, relaciones de poder y mestizajes, en un relato (como señala Claudia Torre en su reseña) que El Jaber construye de manera contundente y precisa por los carriles del desaliento. La autora misma señala que el “deseo primordial de este libro (es) (…) un modo de volver a tomar la piedra colonial, como alguna vez la llamó Ricardo Rojas, y demostrar su compleja riqueza” (El Jaber, 2012: 16). Un país malsano es una experiencia de lectura crítica que brilla partir de (y a pesar de) la opacidad y la decepción que esos relatos de la conquista practicados por el espacio rioplatense brindan al lector.
Castro, E. (2011), Diccionario Foucault. Temas, conceptos y autores, Buenos Aires, Siglo Veinituno Editores.
Catelli, Laura, El sur también existe. El Río de la Plata y los estudios coloniales, en Revista Badebec 5 vol. 3, tomado de http://www.badebec.org/badebec_5/sitio/pdf/09_resenas_Catelli.pdf
El Jaber, L. (2011) Un país malsano. La conquista del espacio en las crónicas del Río de la Plata (siglos XVI y XVII). Rosario, Beatriz Viterbo Editora.
Soja, E. (1996). Thirdspace. Journeys tos Los Angeles and Other Real-amd-Imaginated Places. Cambridge-Oxford: Blackwel.
Torre, Claudia, “Loreley El Jaber, Un país malsano. La conquista del espacio en las crónicas del Río de la Plata (siglos XVI y XVII), en Orbis Tertius, 2013, XVII (19), 269-270.