Parte V (1986-1989)
Parte V (1986-1989)
“El aplauso a la transgresión hace
de la ruptura un simulacro”
Enrique Pezzoni, El texto y sus voces
En el hemisferio sur el sol se pone más hacia el sudoeste en primavera. No obstante, en esta época los días son más largos y, últimamente, el ocaso tarda en llegar. El apogeo que la teoría literaria tuvo en nuestro país entre mediados y fines de los años ochenta parece no finalizar. ¿Estamos ante un nuevo amanecer (por no usar otra palabra) de la teoría? ¿Acaso esa eternidad temporal, exenta de bordes y fronteras, es más relativa que absoluta? ¿Se trata, en cambio, del eterno ocaso del tipo de crítica cuya dificultad es renunciar a la comodidad de ciertas lecturas “agudas” que nos (en)cierran sobre nosotros mismos a través de una escritura innecesariamente complicada? ¿Preferiríamos estar en un sistema ficcional planetario circumbinario? Quizás sea solo una ilusión y, mientras reflexionamos distraídamente, el ocaso pasó a ser amanecer. Contamos con una gran cantidad de especialistas en distintos temas vinculados con la teoría literaria que están comenzando a debatir más entre sí. Algo se está gestando. Tratemos de aplacar la ansiedad, no acercarnos a la ventana ni, mucho menos, volver la cabeza hacia atrás o hacia el cielo hasta el momento adecuado. Ya hechizamos a Caronte, pero toda construcción y toda representación pueden desaparecer. De hecho, el acorde que dejamos en noviembre del año pasado se estaba extinguiendo. En Orfeu negro (1959) vimos que la música hace salir el sol. Para conseguirlo, el protagonista improvisaba y creaba melodías. Así como el mito de Orfeo y Eurídice se encuentra de manera tan estrecha ligado al origen de la bossa nova, el llamado a artículos de este número de Luthor nos llevó, por otros caminos, a pensar en su relación con la teoría. La teoría literaria está volviendo, tratemos de no girar antes de que atraviese la puerta final.
“Nací ya preparado pero el día de
mañana siempre es mañana”
“Y la ventana nos obliga a mirar
y la mirada nos obliga a pensar
y el pensamiento nos obliga a preguntar
y la pregunta no se puede contestar”
La chicana, Ayer hoy era mañana
Transcurrido un mes luego de nuestro cuarto encuentro salieron publicadas por editorial Paidós, y editadas por Annick Louis, las clases dictadas por Josefina Ludmer en su seminario de 1985 “Algunos problemas de teoría literaria”. Para no explayarnos aquí, los invitamos a leer la reseña que escribimos para el número que Sala Grumo dedicó a comienzos de 2016 en homenaje a Ludmer (ver aquí). Por otra parte, dos meses atrás participamos en Córdoba del Encuentro Nacional de Estudiantes de Letras. Allí expusimos un trabajo bisagra entre el artículo anterior y este, donde nos focalizamos en los programas de los seminarios dictados entre 1984 y 1985 por Bratosevich, Libertella, Ludmer y Rosa (pueden descargarlos todos al final del artículo anterior). El objetivo central, dada la naturaleza federal del evento, era comenzar a expandir la curiosidad a modo de red hacia otras regiones para fomentar el intercambio y la reflexión actual e histórica de nuestra teoría literaria. Afortunadamente, creemos que fue un primer paso fructífero y, en la medida en que nos acerquemos al presente, comenzaremos a ampliar el foco de estudio. Poco tiempo antes de aquel viaje, el 17 de agosto de este año, Marcelo Topuzian presentó en Buenos Aires una conferencia muy sugerente e interesante titulada “Volver al futuro… de la teoría”, donde se detenía en el análisis de los años que nos competen, en un ida y vuelta constante con nuestro presente. Allí decía que se suele señalar a 1985 como el “annus mirabilis” de la teoría literaria en Argentina e instaba a repreguntarnos hoy por las relaciones entre la teoría literaria, la producción nacional y la investigación académica: “más allá de su infancia rusa, adolescencia francesa y mayoría de edad estadounidense, ¿no podrá ser argentino, o latinoamericano, el próximo paso de la teoría literaria?”
Coincidimos en que es importante posicionarnos teóricamente de una manera más activa. Tanto desde la producción de teorías como integrando los debates que se den, no solo a nivel nacional sino también a nivel regional e internacional. Internacionalmente, se coloca a la teoría en el lugar de los países “centrales” y a los datos, el corpus y las historias literarias del lado de la “periferia”. [1] Habría que revisar, a partir de un análisis institucional y geopolítico, los modos y ámbitos de circulación de nuestras producciones y pensar que la mayor parte de los obstáculos materiales que antes existían ya no forman parte de nuestros impedimentos (por ejemplo, a partir del aumento del acceso bibliográfico a través de internet). Ya es más lejano el problema que señalaba Ludmer en sus clases del 85: “Esto responde a nuestras necesidades concretas, acá en Argentina, carecemos de un montón de material, no podemos de ningún modo ponernos en la discusión internacional [...] no tenemos comunidad disciplinaria” (2015: 72). En este sentido, consideramos que puede ser importante, política y académicamente, reclamar para Argentina y para Latinoamérica una independencia productiva en todos sus campos y no un aplicacionismo de teorías importadas. Insistimos en la importancia de la producción ideológica de lecturas que implica la teoría y en nuestra capacidad de posicionarnos en pie de igualdad en las discusiones contemporáneas.
No obstante, para poder llegar a la “comunidad disciplinaria” actual atravesamos todo un recorrido cuyo punto cúlmine fue la época que nos compete. Durante la segunda mitad de la década del ochenta, se aprueba el nuevo Plan de Estudios de la carrera con un área específicamente dedicada a la Teoría Literaria, dentro de la Orientación en Letras Modernas. Cabe aclarar que la especificidad del área se distingue por la obligatoriedad del cursado de las asignaturas Teoría literaria II y III (en la medida en que se fueron gestando), la cursada de al menos un seminario del área (y un segundo para quienes opten por la licenciatura) y la elección de al menos una materia de lingüística y otra de artes o filosofía. Esta amplitud en la optatividad que presenta el área la ubica en un lugar de preferencia y genera una tasa alta de graduados teoricistas. Sin embargo, esto no se condice con la escasez de tesis de posgrado y de investigaciones en general, grupales o individuales, abocadas más estrictamente al trabajo teórico. Habitualmente, la elección de la orientación en el grado termina volcándose, luego, al trabajo focalizado sobre literaturas extranjeras, argentina o latinoamericanas.
“Who controls the past controls the future:
who controls the present controls the past”
“Until they become conscious they will never rebel, and until
after they have rebelled they cannot become conscious”
George Orwell, 1984
En esta oportunidad, nos centraremos en los programas de las asignaturas relacionadas con teoría literaria a cargo de Nélida Salvador, Graciela Maturo, Enrique Pezzoni y Josefina Ludmer. Quedará para el próximo número el análisis de las propuestas de Nicolás Rosa, a cargo de “Teoría literaria III” desde 1989. Dado que ya nos detuvimos en las figuras de Salvador y Maturo previamente, nuestra atención estará abocada, en especial, a los otros docentes. El eje vertebrador será intentar vislumbrar los alcances epistemológicos y el espesor que implica el pasaje de “Introducción a la literatura” a “Teoría y análisis literario”.
Si bien Enrique Pezzoni (1926-1989) daba clases en la Facultad hacía décadas, recién en 1984 queda al frente de “Introducción a la literatura”. Por estos años, además, fue Director del Departamento de Letras (1984-1987) y en 1986 se edita su único libro, El texto y sus voces [2], donde compila notas y artículos suyos publicados en distintos medios entre 1950 y 1984. Excepto el primero, que propone una visión bastante crítica de la vanguardia, el resto están dedicados a textos particulares de autores mayormente argentinos. Más allá de los diversos enfoques que se visualizan en los programas, en esta serie de artículos prevalece un análisis inmanente de los textos (por momentos oscila entre lo lúdico y la reflexión filosófica), y se encuentran muy presentes temáticas vinculadas con el tópico del doble (como la relación “escritor-lector” / “yo-otro”). Todo esto ya se observa condensado en el epígrafe de George Steiner con el que abre el libro y, por supuesto, en el propio título. Años más tarde, en 1999, Annick Louis edita algunas de sus clases, bajo el título Enrique Pezzoni lector de Borges (Lecciones de literatura 1984-1988).
Los seis programas que firma como profesor a cargo tienen la particularidad de ser más extensos de lo habitual (especialmente, en lo que atañe a la bibliografía) y, con el correr de los años, se va comprimiendo la cantidad de unidades. El gran cambio entre los programas de “Introducción” y los de “Teoría y análisis” es que estos últimos pasan a tener un título que funciona como eje temático articulador. Esto trae aparejada una concentración mayor en conceptos, preguntas, teóricos y corrientes y, paralelamente, una disminución del apego al corpus. En relación con nuestra actualidad, donde observamos una separación más amplia entre los campos, aquí notamos una mayor complementariedad con las teorías lingüísticas. Fundamentalmente, se destaca el lugar preponderante de la perspectiva semiótica (Lotman, entre otros). El paulatino desarrollo de la materia Semiología en el Ciclo Básico Común y de la orientación en Lingüística, sobre todo a partir de su gran crecimiento a nivel de oferta de materias en el nuevo plan, conllevó cierto desentendimiento de esas corrientes por parte de las asignaturas que dictan teoría literaria. Por otra parte, el énfasis en la práctica de análisis textual ya estaba, al menos enunciado, en los programas de “Introducción”. A nivel general, se destacan en una primera instancia, y mediante un simple paneo cuantitativo de la bibliografía, las lecturas de Bajtín, Barthes, Bourdieu, Jauss, Lukács y los formalistas rusos. En contraposición, no se citan más teóricos argentinos que Ana María Barrenechea (en su caso particular, para el tratamiento del género fantástico). Aparecen referencias a una producción editada en México de Walter Mignolo, pero recién a partir de los programas de “Teoría y análisis”.
El programa de 1984 abre con la frase: “Hacia una conceptualización de la literatura y su modo de insertarse en el ámbito sociocultural”. A continuación, se propone analizar al texto literario desde los enfoques “intrínseco” y “extrínseco” y, luego, mediante su integración. En el corpus se incluyen Arlt, Balzac, Borges, Felisberto, Onetti, Pérez Galdós, Puig, Rulfo, Valle Inclán y Vallejo. Para contrastar con los programas de “Teoría y análisis”, podemos detenernos en las últimas dos unidades, que se dedican a “problemas de la caracterización del género literario referido a un caso particular: la literatura fantástica” [3] y a la poética. Queremos detenernos aquí a destacar que se problematiza un género en particular, alejándose de las clasificaciones más generales y abarcadoras de programas anteriores. Al año siguiente, la propuesta es bastante similar e incluye algunos enunciados como “categorías lingüísticas”, “estructuralismo francés”, “distintos ámbitos culturales”, “literatura como representación de la realidad y praxis social” y “producción y recepción”. En 1986 la modificación no se da sólo en el nombre de la materia. El programa presenta otra estructura y lleva el título “Las lecturas del texto literario: las distintas concepciones del objeto texto en la teoría del siglo XX”. Se parte del interrogante básico de qué es una teoría literaria y se trabajaría con “niveles de teorización y conceptualización” así como, también, con la constitución del objeto y la búsqueda de la especificidad literaria. Primeramente, se dividen las unidades en distintas teorías y, luego, se pasaría al análisis de los textos, en lugar de intercalarlos, como se hacía antes. Un año más tarde, en 1987 el eje es la crítica literaria y la ideología, lo que permite problematizar a la crítica desde distintos ángulos. A partir de allí, se establecen una serie de oposiciones: ideología en la crítica y en la literatura, autonomía y reflejo, monologismo y dialogismo, cultura oficial y cultura popular. En otro orden, se coloca el acento en la relación literatura-sociedad y uno de los teóricos más citados es Adorno. En el último año en que Pezzoni está al frente de la asignatura se añaden objetivos al curso. El primero es lograr que el alumno adquiera las competencias necesarias para “la escritura de textos críticos” a partir de la sistematización de los lineamientos para el análisis y la comprensión de los paradigmas teóricos. En 1989 el tema central es “el problema de los paradigmas en la teoría y la crítica literaria”. Vinculado con esto, en las actividades planificadas hacia el final se resalta la necesidad de “desmontar” las distintas teorías estudiadas y que los alumnos detecten el marco teórico que orienta la lectura de cada texto crítico. Como complemento, se establecen ejercicios de escritura, particularmente argumentativos.
Los programas de “Teoría y análisis literario A” (firmados por Nélida Salvador) correspondientes a los años 1986, 1987 y 1989 guardan una continuidad notoria con sus programas de “Introducción”, anteriores al cambio de plan. Estas propuestas, a su vez, tenían una fuerte impronta de Delfín Leocadio Garasa. Prima en ellos un “ordenamiento del hecho literario” a través de diversos enfoques críticos y a partir de la clasificación en géneros literarios, subdivididos en narrativo, lírico y dramático. La novedad con respecto a las otras Teorías es la incorporación del enfoque estilístico entre las unidades correspondientes a las perspectivas de análisis literario y la bibliografía de críticos inscriptos en esta corriente, tales como Spitzer y Vossler. Por otro lado, en los programas de 1986 y 1987 también aparece la diferenciación entre el análisis del hecho literario intrínseco y extrínseco (cfr Pezzoni). En cuanto a la palabra “teoría”, se menciona dentro de la primera unidad del programa de 1986 en el sintagma “objetivos teóricos”, y en el de 1987 directamente no aparece. En 1989, en cambio, se la emplea nuevamente solo en el punteo de la primera unidad. Las unidades subsiguientes estarán dedicadas por entero a los géneros que antes enumeramos.
“A constant trade-wind will securely blow,
And gently lay us on the spicy shore”
John Dryden, Annus mirabilis
Los extensos apartados de fundamentación de los programas firmados por Graciela Maturo merecen un párrafo especial, ya que se trata de una férrea defensa de la materia de “Introducción a la literatura”, dejada de lado en el nuevo plan. Ya en 1986 aparece un posicionamiento, antes inexistente, que se va exacerbando hasta 1989 cuando afirma: “Por el lugar que ocupa esta materia en el currículum de letras nos ha parecido necesario estructurarla, por un lado como una introducción a la literatura, a su teorización, metodización, análisis e interpretación, por otro, como una vía de acercamiento directo a los textos literarios”. Del título de la materia, Maturo acepta sin titubeos al análisis pero no así a la teoría que incluye como uno, y solo uno, de los instrumentos posibles para leer la literatura (aunque no el elegido por ella). En cambio, continúa el privilegio por el estudio del “fenómeno literario” y del enfoque mítico de la literatura (ver artículo anterior). Por último, vemos que en las fundamentaciones hay una obstinación con aclarar que se trata de una cátedra que defiende y respeta la “libertad de expresión de las ideas” y la “visión amplia del fenómeno literario”, en clara oposición a un espacio o institución que no lo hace. Inferimos que esto puede relacionarse con el cambio de plan, y aludir a una discusión reciente de política-académica, o bien referirse estrictamente a los cambios específicamente políticos (más allá de que ella no dejó de dictar clases durante los años anteriores).
“Somos exhibicionistas: nos gusta que los otros miren
los movimientos de nuestra relación con la literatura”
Josefina Ludmer, Presentación a El texto y sus voces
La inclusión de la materia “Teoría literaria II” plantea por primera vez el desafío de articular dos instancias de enseñanza correlativas de teoría literaria. Por consiguiente, sus planteamientos deben analizarse desde otra óptica. Como contábamos en el artículo anterior, Josefina Ludmer vuelve a la Facultad con la vuelta a la democracia, a través del dictado de cuatro seminarios, dos de posgrado y dos de grado. Durante la última dictadura, Ludmer había dictado un taller en su casa, al que asistían los profesores que luego la acompañaron en los seminarios de 1984 y 1985. Cuatrimestre a cuatrimestre, los programas se centran en: qué se lee en literatura; la figura de un autor, Roa Bastos; un género, la gauchesca; y problemáticas específicas de la teoría literaria. Con estos seminarios continúa institucionalizándose la teoría y se empieza a colar en programas a cargo de profesores que antes no llamaban teoría a sus prácticas de lectura. Recordemos que la teoría literaria ya había pisado la Facultad una década antes (ver tercera entrega). Según recuerda Leonardo Funes, en el primer cuatrimestre de 1974 hubo un curso de teoría que no llegó a completarse:
A mí me tocaron una serie de profesores que eran los que volvían a traer la teoría a la Argentina, que venían desde Francia, que venían de Vincennes, con las resonancias del Mayo Francés del ‘68 y todo eso. Entre los más conocidos estaban Noé Jitrik y, quien era en ese momento su adjunta, Josefina Ludmer (2011: 152).
Otra figura muy presente en estos años es Nicolás Bratosevich. De hecho, el primer programa de “Teoría II” está firmado por ambos y, en el programa de 1988, aunque solo esté firmado por Ludmer, se aclara que una parte será dictada por ella, otra por Bratosevich y una tercera por el equipo de investigación de la cátedra. Como ya mencionamos, Bratosevich [4] es uno de los titulares de los seminarios de 1985, cuyo eje es el análisis semiótico, y que como adelantamos coincide con la creación de la asignatura Semiología (hasta el día de hoy es la materia del ciclo básico propia de la disciplina, si bien actualmente la semiótica ha perdido vigencia o ha tenido que reconfigurarse hacia el análisis del discurso y las nuevas tecnologías y posibilidades discursivas).
A diferencia de los programas de Pezzoni, extensos y con al menos cinco unidades, los programas de “Teoría II” son más acotados y siempre privilegian uno o dos ejes que varían a lo largo de las cursadas. De todos modos, y antes de continuar, volvemos a destacar que esta asignatura presupone la cursada de “Teoría y análisis”. En las dos primeras oportunidades, 1986 y 1987, se plantea como objetivo general “Propiciar la conciencia de la multivocidad en la teoría y la crítica literarias”. El de 1986 está dividido en dos partes: una dedicada a la “crisis de la unidad del texto literario”, para luego indagar y posicionarse en las “Teorías del texto plural”, y otra enfocada en la estética de la recepción. El programa de 1987 está enteramente dedicado a la problematización de los géneros narrativo y dramático. La propuesta es trabajar con textos inscriptos en estos dos géneros a partir de textos críticos y teóricos. Tengamos en cuenta que el estudio de la literatura a través de su clasificación en géneros narrativo, lírico y dramático era el privilegiado por Castagnino y Garasa que, recordemos, continúa en los programas de Salvador. Al año siguiente la propuesta es bastante distinta. La primera parte está dedicada a las relaciones entre semiótica, filosofía del lenguaje y teoría literaria; la segunda al tiempo, el espacio y el personaje; y la tercera a la reflexión sobre la literatura por parte de escritores diversos.
En 1989 vuelve el sintagma “modos de leer”, tema del seminario de 1984 (“¿Qué se lee en literatura?”) pero esta vez a partir de un corpus concreto, relacionado con el delito. El título completo de la asignatura, “Modos de leer y técnicas de constitución de un corpus: delito y nación”, remite al libro El cuerpo del delito. Un manual, publicado en 1999, de la misma manera que el programa sobre el género gauchesco del seminario de 1985 remite a El género gauchesco. Un tratado sobre la patria, publicado en 1988. [5]
En cuanto al corpus destacamos, en primer lugar, que en 1986 no se incluye ningún texto literario. Esto puede tener que ver con la pregunta por “los modos de leer”, cuyo objeto principal son más bien los textos críticos y teóricos antes que los textos literarios. De hecho, en dos de los programas de los seminarios del 84 y 85 ocurre lo mismo. En segundo lugar, llama la atención la poca presencia de autores del "boom latinoamericano", omnipresentes en los programas introductorios. De los ocho programas (incluimos los seminarios), por ejemplo, Borges aparece solo en dos y entre una larga y ecléctica lista de autores del siglo XX. Por último, nos interesa remarcar la aparición de dos autores para los que la literatura tiene el carácter de documento a partir de la juntura entre la voz del autor y otras voces. Nos referimos a Manuel Puig y a Rodolfo Walsh. Esta relación entre “verdad, ficción y referencia” y entre los “textos literarios y no literarios” había sido indagada por Ludmer en un artículo del tercer número de la revista Los libros en 1969, “Miguel Barnet: montaje de las palabras”.
Otro tema a destacar es la participación que se le exige a los alumnos, ya que además del trabajo monográfico final debían realizar informes escritos durante la cursada. Incluso, en el programa de 1989 se establece que el trabajo de prácticos fuera con la modalidad de taller de escritura crítica: “Con el fin de conectar estrechamente teoría literaria y práctica de análisis, el programa de este año gira alrededor de las técnicas de análisis individuales”. En este sentido, nos interesa remarcar, que si bien en el título de “Teoría II” se excluye al “análisis”, tiene un lugar más que importante en los programas. Nos queda entonces el interrogante sobre cuál era la diferencia entre ambas materias, “Teoría y análisis” y “Teoría literaria II”, en la práctica concreta de aquellos años.
A partir de la reestructuración de la carrera se otorgan más posibilidades para cursar materias de teoría optativamente (obligatorias para quienes hagan la orientación). Con el correr del tiempo se fue perdiendo el carácter introductorio de la materia inicial, así como también la relación entre las tres instancias. En los programas que analizamos se colocaba el acento en algunas cuestiones como la libertad de expresión, el género fantástico, la literatura argentina y latinoamericana, el sentido, la ideología, la crisis, lo plural, la multivocidad, la nación y el delito; entre otras formulaciones que resultaban, quizás, de la necesidad histórica. ¿Es entonces la reflexión teórica la que se vincula más directamente con el cuestionamiento y la crítica? Pensar la teoría es no dar nada por sentado. Es cuestionar la enseñanza a través de concepciones como la “crítica de la crítica” o la vinculación directa entre teoría y práctica. Paralelamente, a diferencia de lo que ocurría años anteriores o que, incluso, ocurre hoy, en la bibliografía aparecen citados muy pocos teóricos argentinos. Esto evidencia el momento de tabula rasa, producto de la reacción contra la época precedente. Probablemente, excepto en casos particulares, la figura que funciona como constante es la de Ana María Barrenechea. Quien todavía no aparece demasiado consignado en las lecturas de los programas, pero también es emblema de la producción de los años previos es Noé Jitrik. Ambos casos merecerán un análisis específico en otra oportunidad, dado que debatían en pie de igualdad desde América Latina con los autores de distintas partes del mundo que hoy incluimos en el canon de la teoría.
Los programas de 1975 hacia atrás mantienen un grado alto de contemporaneidad en la bibliografía utilizada. El impasse que implicó en algunos ámbitos la Dictadura, produjo la necesidad de ponerse al día con los debates teóricos internacionales. Miguel Vitagliano realiza un recorrido histórico por la teoría posterior a la Dictadura del ‘76 y afirma que la generación de los ochenta fue denominada con “afrancesada resonancia” Nueva Crítica debido a la influencia que ejerce sobre ellos la Nouvelle Critique. Si bien enumera algunas correspondencias entre ambas corrientes tales como el reconocimiento por parte de la nueva crítica de que “su ’novedad’ no era una cuestión de último momento”, el “entramado teórico afín” y el “adversario semejante”; la corriente argentina no era una mera reproducción de la francesa dado que, por un lado, aquí había una “realidad política completamente distinta como también lo era el peso y la extensión de la tradición cultural” y, por otro, que “mientras la Nouvelle Critique emergía a espaldas del discurso oficial de la universidad francesa, la Nueva Crítica no había dejado de colarse en el discurso de las universidades nacionales” (2011: 126-7).
La falta de continuidad política en Argentina, que acarrea grandes cambios socioculturales, generó muchas dificultades y se trata de superar el problema que ya anunciaba Nicolás Rosa en 1987 sobre la descripción de la “función política” de la crítica: ser “lectores de lo universal”, pero “escritores de lo particular”. Tal vez, un paso para ser también “escritores de lo universal” sea a través de la generación y discusión de nuevas teorías que partan, como decía Ludmer, de los problemas que nos suscitan las propias textualidades actuales, en el sentido más amplio del término, y que emerjan del ir y venir con la escritura. La etapa que surgió por aquellos años hoy está concluyendo y queda en nosotros optar por aceptar cierta idea resignada de “ocaso de la teoría literaria” o proponer y gestar nuevas lecturas del mundo que se condigan con las problemáticas de nuestro tiempo y ayuden a su resolución o, al menos, desnaturalización.
Fuentes:
Los Programas de la FFyL de la UBA entre 1984 y 1989 editados por “Publicaciones de la FFyL” fueron consultados en la Biblioteca Central Prof. Augusto Raúl Cortazar.
A continuación presentamos los programas digitalizados.
Introducción a la literatura
Teoría y análisis literario
1986 - 1987 - 1989 (A - Salvador- Rey)
1986 - 1987 - 1988 - 1989 (B - Maturo)
1986 - 1987 - 1988 - 1989 (C - Pezzoni)
Teoría literaria II
1986 - 1987 - 1988 - 1989 (Ludmer)
Bibliografía secundaria:
AAVV (2011). Perspectivas actuales de la investigación literaria. Buenos Aires: Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.
Louis, Annick (ed.) (2015). Josefina Ludmer. Clases 1985. Algunos problemas de teoría literaria, Buenos Aires: Paidós.
Pezzoni, Enrique (2009). El texto y sus voces, Buenos Aires: Eterna Cadencia.
[1] Aprovechamos para recomendar la lectura de Lectura distante de Franco Moretti, publicado el año pasado por Fondo de Cultura Económica y reseñado en el número anterior de esta revista.
[2] Josefina Ludmer preparó dos presentaciones al libro. La primera para el 4 de agosto de 1986 (ver) y la segunda para la reedición de 2009 (ver). Recomendamos, también, la lectura de este artículo sobre Pezzoni de Analía Gerbaudo y estos estos otros dos de la misma autora sobre la relación de los estudios literarios con la política en la época de la posdictadura: “La literatura en la universidad argentina (1984-1986)” y “Sobre la dicha de tener polémicas”. Agradecemos por los aportes a Ángeles Ingaramo.
[3] El fantástico tiene una fuerte presencia en los trabajos de Pezzoni, cuyo epítome se plasma en las primeras líneas de su nota sobre Rosa Chacel. Este género ocupa un lugar preponderante en la literatura argentina y marca uno de los rasgos particulares que caracterizan nuestra teoría literaria en conformación. Las motivaciones y los efectos los desarrollaremos con mayor detenimiento en las próximas entregas.
[4] Nicolás “Brato” Bratosevich fue profesor del Colegio Nacional de Roca, dictó clases en las universidades de Washington y de Iowa en Estados Unidos y en la Universidad de Ofines en Madrid. En Argentina fue docente en la Universidad de Paraná, catedrático y director en la Universidad Nacional de Rosario y sostuvo durante años un taller literario. Quizá por eso se destaca su producción acerca y para la enseñanza de la literatura y de la escritura, no tan profusa en las demás figuras de la época. Entre sus libros figuran Expresión oral y escrita: métodos para primaria y secundaria, escrito en colaboración con Susana C. de Rodríguez, Métodos de análisis literario, publicado en dos tomos, en 1985 y 1988, respectivamente, Taller literario. Metodología. Dinámica grupal. Bases teóricas de 2001. También es autor de libros de poemas como Escritos sobre ambas marcas y Versículos a la cal y de libros de crítica literaria como El estilo de Horacio Quiroga y sus cuentos.
[5] Respecto a su recorrido intelectual, según ella misma consigna en una entrevista que le realiza Florencia Garramuño en el año 2014, Ludmer se aleja poco a poco de la crítica “tradicional” y, paralelamente, comienza a traspasar y entremezclar esferas. El primer libro que publica, Cien años de soledad. Una interpretación (1972) tiene por objeto un solo texto literario. En el segundo, Onetti. Los procesos de construcción del relato (1977), Ludmer sigue con el análisis literario pero tomando, esta vez, más de un texto de un mismo autor. Es en El género gauchesco. Un tratado sobre la patria (1988) en donde la autora da un giro importante, comenzando a traspasar las fronteras de la crítica. El objeto ahora es “la voz”, el “tono”, acercándose a la vida. En palabras de la autora: “El tono es la posición de un cuerpo en la lengua”. Por último, en los últimos dos libros publicados, El cuerpo del delito. Un manual (1999) y Aquí América Latina. Una especulación (2010) los límites entre las esferas se quiebran totalmente. De hecho, en una entrevista en 2005 dirá que su interés ya no pasa por un texto particular o el entendimiento de un autor sino por llegar a entender la “verdad del sistema”. No obstante, esa verdad del sistema será siempre indagada a partir de la literatura.
Para contactar a los autores escribir a:
lacallejuanmanuel@gmail.com
mariajosemigliore@gmail.com