Parte VI (1990-1999)
Parte VI (1990-1999)
“Vámonos
de esta habitación
al espacio exterior.
Se nublan los ojos”
Catupecu Machu, Hechizo
Si bien la ansiedad por recorrer la actualidad y la historia de la teoría literaria en otros ámbitos nos carcome, aún debemos esperar dos últimas paradas. Nos habíamos quedado en 1989, año en que comienza a dictarse “Teoría Literaria III”. En esta ocasión, los invitamos a transitar la década de 1990 con el foco puesto en las figuras de Jorge Panesi y Nicolás Rosa. Como veremos en el análisis, una de las particularidades de esta época es la consolidación del campo de producción nacional, a través de la inclusión de lecturas de un conjunto de teóricos y críticos argentinos. Ya no se trata de casos aislados. A lo largo de estos años, los programas pasan de estar tipeados en máquina de escribir a redactarse en computadoras. La relación material con la escritura se modifica. La posibilidad de identificación de errores y cambios en los testimonios disminuye. Los tonos de las hojas pasan de cálidos a fríos. La historia se confunde con la vida y el relato con el café de hoy. Nos habían dicho que con el cambio de milenio todo iba a colapsar. Nuestra relación con el espacio-tiempo y con las máquinas (a raíz de la falla informática Y2K) iba a trastocarse. Parecía que volveríamos a alguna fecha anterior; que el milenarismo adquiriría nuevas formas. Pero nada sucedió. En la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, no obstante, varias cuestiones, como la unificación en el año 2000 de las cátedras de “Teoría y Análisis Literario” “A” y “B” (que no se dictaban hacía algunos años), la publicación de Políticas de la crítica en 1999 y de Críticas al año siguiente, y el comienzo de la etapa de Jorge Panesi como Director del Departamento de Letras, nos sugieren realizar un corte en ese año.
Como es habitual, hacia el final del artículo encontrarán todos los programas digitalizados. Esta vez incorporamos, también, casi la totalidad de los seminarios del área. Dado que uno de nuestros objetivos es la recuperación y puesta a disposición de los programas, una buena opción podría ser detener la lectura en este momento e ir directamente hacia abajo y evitar, así, nuestro filtro caprichoso. Los hipervínculos, tanto a artículos como musicales, son una elección antojadiza de una totalidad que, aspiramos, acompañe y se cuele en la lectura general de este trabajo en el momento que les parezca deseable. Para tentarlos y que, como nosotros, también ejerciten la contención de la ansiedad, esta vez incluimos, además, dos entrevistas. Tuvimos la oportunidad de conversar con los profesores Jorge Panesi, a cargo de la cátedra “C” de “Teoría y Análisis Literario” entre 1990-2016 (ver entrevista), y Miguel Vitagliano, al frente de “Teoría Literaria III” desde el año 2007 (ver entrevista). Sirvan estas palabras a modo de agradecimiento, primero por sus clases y, luego, porque, en gran parte, sus palabras nos incentivaron a escribir esta entrega.
No quisiéramos comenzar sin antes mencionar algunos hechos destacados que ocurrieron desde nuestro último encuentro y que se vinculan con nuestro recorrido. Prácticamente al mismo tiempo que este artículo sale publicado, en el Centro Franco Argentino de la Universidad de Buenos Aires se está dictando el seminario de Annick Louis “El objeto literatura y el objeto literario: saberes, prácticas y funcionamiento comunitario" (ver programa). En lo que respecta a publicaciones, el año pasado salieron dos libros que recomendamos fervientemente: Políticas de exhumación: las clases de los críticos en la universidad argentina de la posdictadura 1984-1986 de Analía Gerbaudo (ver reseña) y Pasiones teóricas. Crítica y literatura en los setenta de Diego Peller (ver reseña en Otra parte y en esta revista). Por otro lado, en agosto de 2017 tuvieron lugar las I Jornadas Internacionales Cuerpo y Violencia en la Literatura y las Artes Visuales Contemporáneas (ver programa), coordinadas en gran parte por el equipo actual de “Teoría Literaria II”. Los trabajos allí presentados se abocan a varios de los ejes temáticos más considerados por los estudios literarios actuales.
Nos resulta más difícil escribir sobre épocas cercanas. Dudamos si cortar donde habíamos dejado o seguir. Por eso, y con cierto temor, este nuevo tramo del camino que nos queda, hoy y en los artículos que vendrán, lo vivimos como un viaje con mayor adrenalina. Conforme llega la fecha límite, dormir resulta dificultoso. Soñamos para no despertar.
“Te resucito en el sueño
es lo que espero encontrar
entro en el viaje del miedo
abro la puerta al cerrar”
Catupecu Machu, Viaje del miedo
“Puro placer, reverso indomado
Divina Comedia, amor encarnado
Río de Plata, unimos los faros
simetría Moebius entramos”
Catupecu Machu, Simetría de Moebius, Barolo y Salvo
“Nicolás Rosa escribió que la función de la crítica es leer lo negado por la literatura misma [...] acercarse a las voces silenciadas, a las exclusiones y ensombrecimientos de las lecturas oficiales”, comienza la reseña de Mariano Dorr (2006) sobre La letra argentina (2003). Abrimos con esta nota porque sirve a modo de fugaz acercamiento biográfico a la figura prolífica y seductora de Rosa, y debido a que está sucedida por una serie de notas que invitan al contacto con su propia escritura. Esa frase suya de Los fulgores del simulacro (1987) que quedó grabada en la memoria de muchos (“lectores de lo universal y escritores de lo particular”), en juego con el contemporáneo Entre lo uno y lo diverso de Claudio Guillén, sintetiza una actitud de preocupación por los problemas suscitados a partir de la propia producción argentina y latinoamericana que, creemos, es posibilitador también del impulso de una teoría específica.
El quinto número de El taco en la brea, publicado en mayo de 2017, incluye un Dossier titulado “Fin y resistencia de la teoría” (ver número), cuya lectura alentamos. Además, como artículo independiente de la sección “Papeles de investigación”, se incluye el texto “Imaginación crítica de Nicolás Rosa” (ver artículo) de Max Hildalgo Nácher. Allí se lo destaca por su rol de introductor de la teoría literaria francesa en Argentina y se subraya de su posicionamiento la visión sobre el sentido de la crítica en la colisión entre lo imaginario o ficcional y lo real. Este artículo se suma a los numerosos homenajes dedicados al profesor Rosa tras su fallecimiento. Sirvan, solo a modo de ejemplo, la compilación de Escritos sobre Nicolás Rosa, coordinada por Laura Estrín y Milita Molina en 2016 (ver libro); el encuentro en el Espacio Cultural La Materia que tuvo lugar el 4 de noviembre del mismo año; y el texto de Marcelo Casarin de la Universidad Nacional de Córdoba “La lengua díscola de Nicolás Rosa” de 2006 (ver artículo).
Nicolás Rosa (1938-2006) [1], proveniente de Rosario, es el primer docente a cargo de la flamante “Teoría Literaria III”. Desde el primer programa, en 1989, se plantean tres “hipótesis de trabajo”. Las dos primeras, que se mantendrán en los años siguientes, se encuentran estrechamente ligadas y expresan una voluntad por trasponer las fronteras de las disciplinas literarias: 1) pensar la problemática crítica contemporánea desde un punto de vista más amplio que el de la teoría y la crítica literarias; y 2) situar dentro de esa problemática a los saberes que excedan lo estrictamente literario y “aquellos que a veces colisionan y limitan sus fronteras”. En tercer lugar, y en un plano en el que nos identificamos, se busca colocar al discurso de la crítica en relación con la historia (historia de la literatura, historia literaria e historia de la crítica literaria argentina). A continuación, en la “fundamentación teórica” se hace hincapié en la cualidad de “crítica” en tanto “saber alternativo y diferencial con respecto a la literatura y su conocimiento”. En la vereda opuesta al posicionamiento de la cátedra, se ubica a la crítica que opera mediante la comprensión, la descripción y el reconocimiento, “que no agregan nada al objeto de estudio en su pretendida asepsia”. Asimismo, se destaca la importancia de la “desideologización del saber”, en tanto puesta en negativa del objeto; se priorizan las preguntas de “cómo operan” la crítica y la literatura por sobre “qué son”. Percibimos un tono enunciativo general más descontracturado o lúdico de lo habitual, que se observa en sintagmas como “el secreto de Polichinela”, “en tono de rondina infantil: cada cual atiende a su juego”, “el estado actual de la crítica (redoble, ¿la crítica es un estado?)”. Específicamente sobre la teoría literaria se distinguen los estatutos “teórico de la teoría”, “crítico de la teoría” y “ficcional de la teoría”. Irónicamente se dice: “La literatura es un juego y la teoría es el gran chiste de la literatura”. Por otra parte, resulta interesante observar con detenimiento el planteo de los apartados de la unidad titulada “La verdadera historia de la crítica literaria argentina”. Esto adquiere un espesor mayor en vista de las características distintivas que la materia tiene actualmente, ya que una de las particularidades es el rescate del romanticismo como corriente teórica. Paralelamente, en la historia de la crítica argentina se parte, de manera novedosa, de “los fundadores” y del “romanticismo nacional”. El programa se interroga por el estado actual de “las teorías y los modelos”. Hay, en correlato con el tono lúdico que mencionábamos, cierta búsqueda de denominaciones interpelativas como, por ejemplo, “Alrededor de Borges (y nunca más), el estilo insiste (A. M. Barrenechea) y la erudición resiste, Jaime Rest o el llanero solitario”. En relación con la actualidad de la crítica se menciona, también, a Noé Jitrik, Oscar Masotta y David Viñas. Dos de los autores teóricos más destacados son Marc Angenot y Roland Barthes (no olvidemos que Rosa tradujo El placer del texto, El grado cero de la escritura y S/Z; ver artículo).
Sin ánimos de excedernos en el detalle, haremos un paneo veloz por el resto de los programas, dado que se destacan por su novedad y variedad continua. Para ejemplificar, en 1990 la tercera “hipótesis de trabajo” se ocupa del problema de los discursos de la sexualidad, el amor y el erotismo. El énfasis, por supuesto, se coloca en la literatura argentina que presenta esta problemática (Cambaceres, Cortázar, Echeverría, Girondo, Lamborghini, Mercado, Perlongher, Puig). La primera parte de la fundamentación es similar a la del año anterior con el siguiente agregado: “El saber crítico y la literatura se anillan doblemente como una banda de Moebius”. Luego se detiene sobre la relación entre lo ideológico y los discursos del amor (como la “retoerótica”) y concluye: “La instancia teórica que se propone se basa en dos axiomas: la lectura política es lectura del otro, la lectura histórica es la del Otro” (esto se encuentra en sintonía con la consideración del saber teórico como negatividad). Por último, en la bibliografía, esta vez sobresalen Barthes, Blanchot, Freud, Kristeva y Lacan.
En 1991 se propone trabajar con el romanticismo del siglo XIX y el idealismo de los filósofos alemanes. A partir de allí, se relaciona al romanticismo de Jena con los románticos argentinos, especialmente con Juan Bautista Alberdi. Asimismo, se plantea “hacer una lectura crítica de la Modernidad” en sus aspectos interpretativo y político. Para este año, las propuestas bibliográficas más destacadas son Benjamin, Blanchot, Kierkegaard, Todorov, Van Thieghen y Wellek. Al año siguiente se incorpora una mirada interesante, vinculada con el camino que nosotros mismos intentamos realizar: un trabajo sobre el discurso de la historia de la crítica argentina y un lazo “entre el saber crítico nacional y su relación con la problemática crítica de otros países que influyen en nuestra constitución de los saberes”. Continuando con el recorrido, el título general del programa de 1992 es “El texto y su ‘ciencia’” (enfoque que se retomó, con otros matices, hace algunos años). En la “parte especial” hay un apartado encabezado como “Políticas de la crítica”, que prefigura el libro que se publicará en 1999. Hay, también, una sección dedicada a Oscar Masotta.
En 1993 y 1994, con ligeros retoques, la temática es “La literatura y la historia”, y se alude a esta última como uno de los discursos teóricos (junto con la retórica, la filosofía y la psicología) cuyas categorías, tamizadas por la operación crítica, permiten construir los objetos de estudio de los estudios literarios. En el programa de 1993, se llega a formulaciones de un nivel de especificidad tal como la del cuarto apartado: “Los intelectuales del PC y la lectura de Gramsci en nuestro país”. Por otro lado, se observa mucha bibliografía novedosa sobre la relación entre la literatura, la crítica y la historia. Sobre el final, en los detalles de requisitos de aprobación se explicita que se deben presentar dos trabajos finales sobre los siguientes temas: a) “una comparación de orden lingüístico-estilístico-retórico entre el discurso de la Historia y el discurso de la literatura”; b) “la relación entre ‘arcaicos e innovadores’ en las teorías de Y. Tinianov”; c) “la organización teórico-ideológica de la ‘Historia’ de la literatura argentina de Ricardo Rojas”; y d) “el concepto de ‘intelectual orgánico’ en Gramsci en relación a la llamada crisis de los intelectuales de los 60”. En 1994 se incorporan “lecturas críticas” en cada una de las cuatro unidades. Particularmente, la tercera unidad se dedica al género de la novela histórica, reemplazando a la dialéctica entre lo nuevo y lo antiguo, que se proponía el año anterior.
La tercera hipótesis, que varía año a año, del programa de 1995 se detiene en “La perspectiva del género policial como representativo de la criminalidad que subyace en la cultura”, bajo el supuesto de que el crimen funda la cultura y la tecnología a partir, entre otras razones, de las formas de control que surgen como reacción. Se conecta al género policial con la novela histórica y con otros géneros y medios (se justifica: “una apoyatura para discutir el problema básico de la Cultura: el enfrentamiento entre la Ley Simbólica y la Culpabilidad”). En una primera instancia se analiza al caso como entidad semiótica y en la cuarta unidad, tras haber pasado por reflexiones más filosóficas, históricas y políticas, se sugiere el cruce con algunas disciplinas más ligadas a las ciencias “exactas”. Entre los textos para trabajar en los exámenes figuran tanto textos literarios (Borges, Poe) como críticos (Gay, Jolles, Rosa).
Al año siguiente, se nos propone centrarnos en el discurso de la crítica hermenéutica y la interpretación, y su relación con los saberes filosófico y antropológico (sin dejar de tener en cuenta la sobredeterminación de lo ideológico-político). La fundamentación de 1996 señala que la literatura y su discurso teórico-crítico son atravesados por reflexiones de orden científico y de orden social. En este sentido, se problematizan lecturas estéticas y éticas de la literatura. Yendo al detalle, en las distintas unidades se trabaja sobre: “El eterno retorno de lo reprimido teórico: re-nacimiento, sucesiones y alternancia de categorías”; el canon y Harold Bloom; Paul de Man y Nietzsche (hermenéutica y alegoría); Heidegger y Arendt (política e interpretación). También tienen un lugar importante en la bibliografía Derrida, Freud y Lévinas.
En consonancia con la hipótesis que venimos manejando a lo largo de todo el artículo sobre la conformación del campo nacional, en 1997 se pone el foco en las preocupaciones de la crítica literaria argentina contemporánea y en la construcción de una historia de la crítica de nuestro país (y su correspondiente relación con las producciones de críticos extranjeros). En cada apartado se cruzan teóricos argentinos y extranjeros y se proyecta una “figura”, o zona de intersección y diálogo entre ambos: a) para la crítica filológica y estilística se considera a Ana María Barrenechea y a Enrique Pezzoni en relación con Amado Alonso y Leo Spitzer; b) para el eje de políticas de la crítica se toman en cuenta David Viñas, Ezequiel Martínez Estrada y Oscar Masotta frente a Jean Paul Sartre y Merleau Ponty; c) sobre fenomenología y estructuralismo se estudia a Noé Jitrik y Maurice Blanchot; y d) para el cruce de escritores críticos entran en relación Jorge Luis Borges y Ricardo Piglia (quien dictó gran cantidad de seminarios durante esta década, como podrán ver más abajo) con Marcel Proust, Vladimir Nabokov e Italo Calvino.
En 1998 la temática especial es “literaturas comparadas”. En el programa se mencionan distintos tipos de comparatismo (histórico-formal, filosófico, antropológico, del Volksgeist a la Weltliteratur, las literaturas nacionales y la literatura occidental) y se recorren, entre otros autores, la obra de Angenot, Auerbach, Curtius, Deleuze, Guillén, Krysinski, Musch, Picón, Steiner y Tinianov. En sintonía con la preocupación frecuente, uno de los objetivos es problematizar el concepto y sus posibilidades de adaptación al campo de las literaturas argentina y latinoamericana. Finalmente, en 1999 se trabajan tres ejemplos de teorías literarias de la “modernidad tardía”: estructuralismo, método sociológico y psicoanálisis.
Las preocupación por lo propio, que atraviesa todos los programas de la asignatura, tiene su correlato en la propia génesis de la conformación del equipo (o, inversamente, en los caminos profesionales que luego siguieron los integrantes). En un primer momento, acompañaron a Rosa: Dardo Scavino, Susana Cella, Enrique Foffani y Andrea Ostrov; los tres últimos actualmente docentes de “Literatura Latinoamericana II”. Más adelante se sumó Marcela Croce (hoy a cargo de una de las cátedras de “Problemas de Literatura Latinoamericana”).
El tercer año de dictado se incorpora Miguel Vitagliano, quien propuso durante el segundo cuatrimestre de 1999 el seminario de grado “Tres perspectivas teóricas sobre la novela: G. Lukács, E. Auerbach y M, Bajtín”. Desde 1991 acompañando a Rosa, y desde 2007 al frente de “Teoría Literaria III”, Vitagliano es hoy uno de los referentes en la materia. Por ello, decidimos hacerle la entrevista que les comentábamos antes.
“Mientras que uno anclaba, otro sin medir
cambió la forma adecuada y se fue”
Catupecu Machu, Y lo que quiero es que pises sin el suelo
Diego Peller, actual miembro de la cátedra de “Teoría y Análisis Literario” “C”, retoma en su libro de 2016 Pasiones teóricas. Crítica y literatura en los setenta, un problema central de la teoría literaria en nuestro país. En relación con ciertos artículos de Nicolás Rosa en la revista Los libros, Peller anota que el llamado a una necesaria “cientificidad” del discurso de la crítica que Rosa “reclamaba” no podía llegar a concretarse, precisamente porque faltaba una inserción institucional que asegurara la posición objetiva, impersonal y hasta duradera en el tiempo de ese discurso. Concluye Peller que esa cientificidad queda en una retórica y no en un proyecto cumplido y que lo que encontramos en Rosa es la repetición, en otra clave (más estructuralista, si se quiere), de la crítica al estilo de Contorno: un modo de “instaurar un sujeto crítico que cubriera el vacío de esa carencia institucional” (2016: 166, destacado en el original). Es curioso comenzar hablando de Rosa para retomar la figura de Jorge Panesi [2]. No porque hayan sido estrictamente parte de un grupo, de una misma “movida” teórica (bien podemos decir que su relación comenzó con un astro funesto, según recuerda el propio Jorge Panesi en una anécdota que relató en el homenaje a Rosa del año pasado, y recuperada nuevamente en la entrevista que le hemos hecho), sino por una cuestión más general: no hablamos de corrientes ni de libros específicos, sino de nombres propios que nos permiten ubicarnos dentro de una tradición en la teoría literaria argentina. Peller acierta cuando dice que la “pasión por la teoría” consistió en una operación que se repite, en diferentes ámbitos, a lo largo de toda la década del setenta: esa pasión consistió en el reemplazo de un objeto del enunciado por un sujeto de la enunciación, una performance crítica que buscó tapar un vacío institucional. Se repite también en la propia operación de Los libros (vale la pena repasar la nota escrita por Beatriz Sarlo en el número 28, encabezada por un sugerente título que evidencia esta lucha por el poder simbólico: “La enseñanza de la literatura: historia de una castración”) y, después, en Punto de vista: someter a examen el estado de la carrera de Letras de la Universidad de Buenos Aires para juzgar su estancamiento o su posible novedad, mostrando a las claras la disputa que se resolvería en 1985, con la reorganización del plan de estudios, una vez reinstalada la democracia. La performance crítica deriva, casi como cantinela kantiana, hacia la performance judicial.
De Rosa a Panesi. Los dos nombres son, también, dos modos de entender la actividad crítica, dos estilos, y, sobre todo, la estrecha ligazón de esa performática con una lógica didáctica. Ambos han sido profesores; no casualmente, Panesi racalca, una y otra vez, su lugar como docente, tanto en el Liceo Francés (nivel medio), como en diferentes espacios universitarios. Esto podría explicar el por qué de la escasa publicación de libros, en comparación con Rosa. Lo que Panesi tiene para decir en torno a la teoría y la crítica se resuelve en el espacio áulico, en el cara a cara con los alumnos; algo que tiene más de Lacan, una de sus primeras “pasiones teóricas”, y menos de Derrida —si hacemos una lectura inocente de sus postulados. ¿Quién puede negarnos que Derrida no es, también, una lograda figura en esa compleja escena que es el espacio de clases? ¿O será el encanto mass-mediático por su imagen? Los remitimos a las películas documentales “D’ailleurs Derrida” (1999) y “Derrida” (2002) para profundizar este aspecto.
Pero, claro, lo performático no incumbe nunca una simple resolución de lo dicho, o de lo que se quiere decir. A lo largo de todos los programas de la década del ‘90, el complejo problema del “autor” aparece una y otra vez mencionado, con mayor o menor protagonismo, hasta el punto de que cualquiera puede identificar a “las clases de Panesi” como ese lugar donde lo primero que se descarta es la importancia del autor para pensar la crítica y la teoría literarias. Posición paradójica, porque, como el mismo Panesi dirá acerca del formalismo ruso, “al autor se lo expulsa por la puerta y vuelve a entrar por la ventana”. No por nada, el otro libro que es necesario invocar en todas estas disquisiciones es el de Marcelo Topuzian, Muerte y resurrección del autor (1963-2005) (ver reseñas en Luthor, Filología y “Radar” de Página 12), donde se hace una puesta al día del tema de la “muerte” del autor en la teoría literaria francesa para poder establecer una serie de límites epistemológicos y metodológicos a la relación entre teoría literaria y estudios culturales. Traducido a una clave nacional, Topuzian está leyendo ahí lo más característico de la teoría literaria argentina (¿la versión vernácula de la “french theory”?), y eso sería, precisamente, el problema del autor y sus circunstancias. De Contorno en adelante, no se puede pensar a la teoría literaria sin un posicionamiento subjetivo que, muchas veces, tiene el nombre de “ubicación política”, y las clases de Panesi no han hecho otra cosa, desde 1990 en adelante, que dejar en entredicho cualquier tipo de conceptualización estanca en torno a este tema. La integridad de un vaivén: entre la teoría literaria como teoría política (e histórica) y la teoría literaria como (crítica de) lo subjetivo.
La primera clase de 1990 da por sentada la idea de cierta continuidad entre el trabajo de Pezzoni, fallecido en 1989, y el que se inicia en ese mismo momento hasta el último año del período que recortamos, 1999. Panesi empieza su clase citando fragmentos del breve texto introductorio a El texto y sus voces: “El crítico oye las voces del texto, elige unas a expensas de otras, las une por simpatías y diferencias a las que oye surgir de otros textos. Ese concierto que organiza es una literatura (de un momento, de un espacio) y también es la literatura” (2009: 17; destacado en el original). La relación que da comienzo a la primera clase del año, entre la idea de “voz” en Pezzoni y el problema del texto literario como un conjunto de “ausencias” (idea que recupera Panesi a la hora de presentar la cita), permite entender un diálogo y cierto matiz entre dos nociones en torno a la literatura de dos profesores emblemáticos dentro de la misma cátedra. Podríamos pensar que la “cita literaria” como “cita con la ausencia” abre un arco que se cierra con los programas de 1998 y 1999 y su reflexión sobre la relación entre literatura y ley (como forma de la ausencia, agregamos).
En 1990 se observa la necesidad de determinar un “objeto” y de recuperar el entramado discursivo que le da identidad a ese recorte. El primer módulo del programa se interroga por la relación entre los discursos de y sobre la teoría, y su relación con la crítica, “sus objetivos y funciones”. Vale la pena destacar que en el programa, al menos dos unidades responden a lo dispuesto por otros docentes de la cátedra. La unidad dedicada a la “representación” corresponde a las clases en torno a los modelos representativos dadas por el profesor Daniel Link (quien se encargaba de repasar los textos de Benjamin y Lukács) y la profesora Delfina Muschietti (quien abordaba la “antirrepresentación” en el posestructuralismo, en las clases finales). La unidad sobre “género” presenta una serie de instancias que Muschietti articulará con sus clases de análisis de poesía, concentradas, sobre todo, en la lectura de Alfonsina Storni y Alejandra Pizarnik. El tema central es la relación entre género literario y crítica de género (“gender”), unidad conectada con las clases de Muschietti y con una perspectiva teórica y analítica que mantendrá hasta sus últimas clases en 2014 [3]. Otro eje importante dentro del programa de 1990 es el dedicado a “sentido e interpretación”, cuyas clases eran impartidas por la actual titular de la cátedra, Silvia Delfino. La idea de una “lucha interpretativa” le permite establecer un diálogo entre dos mundos: por un lado, una idea de “sentido” y “significado”, muy apegada a la filosofía analítica y a la lógica (en las clases aparecen menciones a Frege y a Wittgenstein), y, por otro lado, una descripción del problema de la interpretación con una base marxista-heterodoxa, en donde el autor más importante, y que continuará siendo invocado en los diversos trabajos de Delfino, es Mijaíl Bajtín.
Tenemos aquí cuatro ejes que seguirán, apareciendo y reapareciendo en los diversos programas a lo largo de toda la década: el problema de la relación entre crítica y teoría literaria y la constitución de un “objeto literario” en función de ese entrecruzamiento; los problemas de representación y género como dos instancias mediadas por la constitución subjetiva (del autor, como categoría dentro del discurso de la teoría, o de cualquier constitución subjetiva, en términos generales) y, finalmente, el problema de la significación y la interpretación que, a lo largo de los años, irá adoptando un cariz mucho más cercano a la crítica institucional.
El programa de 1991 incorpora un concepto que no aparecía en el año anterior, y que será relativamente inédito en una comparación con el resto de los programas del período: la noción de “cultura”. Así, tenemos unidades dedicadas a la “crítica” y su relación con la cultura, al problema del “género” y la cultura y a la compleja relación entre “interpretación” y cultura. En este último punto encontramos una clara conexión con el problema denominado “El sentido y la interpretación”, abordado en el programa anterior: “El sentido como uso: el contexto en las operaciones de la crítica”, sirve como punto de articulación entre los programas de este y del año anterior y, sobre todo, deja entrever una noción central en el desarrollo crítico-teórico de los años por venir: la idea de “operaciones de la crítica”.
En 1992, el programa se titula “Técnica y crítica literaria”, presentándose como novedad, con respecto a los programas anteriores, una unidad dedicada estrictamente al problema de la técnica. Esa unidad, en un recorte geográfico y temporal, se planta en Alemania, en los primeros cuarenta años del siglo XX: por eso, los nombres de Walter Benjamin y Martin Heidegger, dos pensadores de la técnica puestos cada uno en el polo opuesto en relación con la problemática, se convierten en claves de esta cursada. La mención de los textos literarios a analizar deja entrever, también, los recortes que el propio Panesi hace sobre lo que se debería leer en un curso introductorio de teoría literaria: “La figura en el tapiz”, de Henry James, será uno de sus “caballitos de batalla” que aparecerá nuevamente a lo largo de los años.
El programa de 1993 parece mucho más cercano al de 1991, sobre todo, considerando que el enfoque pasa no tanto por la manera en la que está hecho un texto literario sino por los problemas de sentido y significación que se iluminan en función de sus contextos de aparición. Aquí, en lugar de “cultura”, tenemos la noción de “público” como término clave. Se suma, también, otra innovación dentro de los programas del período recortado: la ampliación de la historia de la Teoría Literaria, la cual incluye, ahora también, una revisión del romanticismo alemán. Vale la pena aclarar que estos problemas nunca estuvieron ausentes dentro del punto de vista de la cátedra, pero rara vez se incluyen como unidades del programa: mientras que “Teoría Literaria III” hacía comenzar los problemas de la disciplina en Jena y la Sturm und Drang, "Teoría y Análisis Literario" “C” siempre se inclinó por comenzar su recorte histórico en el formalismo ruso, el contexto de la revolución de octubre de 1917 y la (meta)crítica marxista al planteo de los “especificadores”.
“Teoría de la novela y teoría de la poesía”: así se llama el programa de 1994, el cual se articula en torno a la noción de género, dando así paso a una unidad enteramente dedicada a la relación entre género, subjetividad, literatura y ley. Tal como agrega su fundamentación, “Esta necesidad de definición de lo literario implica una discusión acerca de los géneros discursivos, tanto en la esfera literaria, como en la vida social y cultural”. Sorprende aquí la inclusión de algunas novelas a trabajar a lo largo de la cursada: La educación sentimental de Gustave Flaubert, La luz argentina de César Aira y Museo de la novela de la eterna de Macedonio Fernández son, quizás, las que más se destacan por cierto carácter inédito en relación a los otros programas.
1995 tiene como eje principal el problema de la interpretación, el cual es abordado como una crítica y una recuperación de la hermenéutica: pasamos por Gadamer, por el problema de la teoría de la recepción con Iser y hasta se plantea, en el eje “Poesía e interpretación”, no solo la recuperación de la lectura de Heidegger, sino también una conexión “Trakl-Pizarnik”. Es en el año 1996 cuando encontramos un título en el programa que parece recuperar el rasgo “introductorio” del nombre anterior de la materia: “Conceptos y debates: una introducción a la teoría literaria” (destacado en el original). ¿Por qué relevar ese carácter “introductorio” que antes era implícito en algunas líneas del apartado “objetivos” del resto de los programas? Justo en la mitad de la década parece reordenarse todo lo visto en los programas anteriores, y fijarse un rumbo que cerrará el período: por un lado, tenemos el tema de la “muerte y resurrección del sujeto”, por el otro, la “representación y la ficción” que recupera tanto el debate entre Lukács y Adorno como la perspectiva en torno a la ficción de la filosofía del lenguaje anglosajona (Searle) y, finalmente, la “teoría de los géneros”. Tres ejes constitutivos de la teoría literaria en su versión UBA. La última unidad, “La pregunta por el sentido”, parece ir estableciendo el espacio en donde se desarrollará una lectura de la perspectiva del pragmatismo, nucleada en los nombres de Richard Rorty y Stanley Fish (con un texto que se trabajará hasta, por lo menos, los primeros años de la década siguiente, “Is There Any Text In This Class?”). En los textos literarios a trabajar, llama la atención Ave roc, de Roberto Echavarren.
A partir de 1997, la cátedra “C” se hizo cargo del dictado de “Teoría y Análisis” durante los dos cuatrimestres. Por aquel entonces, y hasta el año 2000, fue el único equipo que dio la asignatura, dado que Teoría “B” se dictó en 1995 por última vez y Teoría “A” en 1996. Así, tenemos un programa del primer cuatrimestre de 1997 y otro programa del segundo cuatrimestre. En el primero, encontramos al concepto de “canon” como articulador de todo el programa, con la mención específica del “caso Poe” en la polémica entre Derrida y Lacan, como un fuerte mojón en términos de constitución canónica: el canon estructuralista-posestructuralista y sus lecturas. Vale la pena destacar que, en 1994, se publicó, no sin controversia, El canon occidental de Harold Bloom, hecho que marca, también, el grado de impacto de las novedades en del campo de la teoría dentro del programa. En el segundo cuatrimestre parece repetirse el espíritu de “iniciación” de la cursada del año anterior, lo cual muestra los diversos intereses de la cátedra y su capacidad para desarrollar dos enfoques distintos en el mismo año, en lugar de repetir el mismo programa en los dos cuatrimestres.
1998 es un año, por demás, particular. Es el único momento en que la cátedra de “Teoría y Análisis Literario” “C” se fusiona, circunstancialmente, con la cátedra de “Teoría Literaria III”. Así, tenemos un programa del primer cuatrimestre llamado “Las operaciones de la crítica”, el cual parece sintetizar la perspectiva teórica de la cátedra de Panesi (“operación” como término que vincula la lectura marxista-materialista, el problema de la interpretación y las comunidades interpretativas y una lectura crítica casi a tono con la “operación” derrideana). En el segundo cuatrimestre, el programa que tiene a Nicolás Rosa como “coordinador” es el resultado de la mezcla de objetivos y unidades de los programas de Rosa en “Teoría III”, la cátedra de Panesi y hasta la perspectiva en torno a la teoría literaria de Ana María Zubieta, a cargo de “Teoría Literaria II”. Lo particular es que el programa no tiene un título específico, y la segmentación de las partes ocupa también la división de la bibliografía, que cada uno de los profesores planea trabajar en esa sección específica. Por ejemplo, la “Parte III” muestra los tópicos recurrentes en los programas de “Teoría y Análisis” “C” hasta el momento (formalismo ruso, historia de la institución literaria, hasta “La figura en el tapiz” de Henry James); mientras que la “Parte I” repite tópicos propios de los programas de Rosa. Y hasta de su estilo: “El deseo de saber y el deseo sexual” es parte medular de sus acercamientos a la teoría literaria, y la lectura de obras emblemáticas del naturalismo-realismo argentino, como En la sangre de Cambaceres e ¿Inocentes o culpables? de Argerich, forma piezas claves dentro de su “canon”.
En 1999, la cátedra Panesi se hará cargo por última vez de los dos cuatrimestres. “La crítica en los procesos de autonomización literaria” es el mismo título que se repite tanto en el primer cuatrimestre como en el segundo. La unidad que se destaca en estos dos programas es la dedicada al problema de la relación de la literatura, la teoría y la crítica literaria con la ley. Por ejemplo, leemos en esa unidad: “La literatura en las controversias jurídicas: censura, censura institucional en el ámbito literario”, un problema que remarcará la poderosa influencia de la crítica en su modelo derridiano (y su constante concentración en el problema de la ley) y el perfil de crítica institucional que se venía manteniendo desde principios de la década.
El período cierra con un equipo de cátedra con algunos nombres que se mantienen en la actualidad. Las trayectorias académicas de algunos docentes que ya estaban presentes, por ejemplo, en el último año del período trabajado han sido muy variadas, pero vale la pena destacar algunos de sus modos de inserción tanto dentro de la academia como en su relación con lo sociocultural. Por ejemplo, el valioso rol de editora de Leonora Djament [4] ha sido tajante para entender la producción literaria de los últimos años e, incluso, la recuperación e incorporación dentro de los programas de “Teoría y Análisis Literario” “C” de muchos textos que, antes, no se encontraban disponibles. Fermín Rodríguez y Paola Cortés Rocca han tenido una trayectoria universitaria que incluye estudios de posgrado en la academia estadounidense. En la actualidad, ambos se encuentran dando seminarios de teoría que funcionan como un panorama del estado actual de la disciplina: Cortés Rocca organizó el seminario “La literatura fuera de sí. Debates, vocabularios y activismos en el nuevo milenio” durante el primer cuatrimestre de 2017. Por su parte, Rodríguez dictará, en el segundo cuatrimestre, en el doctorado en Teoría Comparada de las Artes de la UNTreF, el seminario “Literatura y vida: ficciones biopolíticas”. Marcelo Topuzian es actual jefe de cátedra de “Literatura Española III” y, además, ha publicado diversos artículos y libros en torno a problemas de la teoría literaria actual [5]. Y solo marcamos algunos recorridos para ver cómo, en el período que se abre con el año 2000, el discurso de la teoría irá ramificándose, transformándose y creando nuevos grupos de trabajo en un período que alcanza al día de hoy.
A los fines de tener el testimonio de una de las figuras más importantes dentro de la crítica y la teoría literaria local, le hemos realizado a Jorge Panesi la entrevista que ya mencionamos.
"Y cuando el cordero rompió el séptimo sello del rollo,
hubo silencio en el cielo durante una media hora"
Ingmar Bergman, Det sjunde inseglet [6]
Se acerca el comienzo de la partida, luego del recorrido histórico. Quedarán para nuestro séptimo encuentro los análisis de “Teoría Literaria II”, desde 1993 a cargo de Ana María Zubieta, y de las últimas cursadas de “Teoría y Análisis Literario” “A” y “B” entre 1990 y 1995 (y su posterior unificación, y vuelta al dictado, con Adriana Rodríguez Pérsico al frente en el año 2000).
Los seminarios del área “teoría literaria” que se dictaron durante estos años no son tan numerosos como los de la etapa inmediatamente posterior. En gran medida eran ofrecidos por los mismos docentes de las cátedras que analizamos aquí, aunque podrán ver excepciones. Cuantitativamente, se destacan los de Ricardo Piglia, Silvia Delfino y Nora Domínguez. Estas últimas son, casualmente, las docentes que a partir de 2017 quedaron a cargo de las dos teorías introductorias. Sus seminarios se detienen, en rasgos extremadamente generales, sobre la crítica cultural y los estudios de género, respectivamente. El caso de Piglia es bastante particular, dado que si bien no formaba parte de ninguna de las cátedras, no obstante, por aquellos años dictaba seminarios con asiduidad. Las temáticas versan sobre el rol del escritor, el género policial en Latinoamérica, la novela argentina, autores como Borges, en primer lugar y, en menor medida, Cortázar, Macedonio Fernández, Puig, Saer y Walsh. Volvemos a invitarlos a recorrer los distintos programas de los seminarios que les dejamos más abajo.
Tanto Nicolás Rosa como Jorge Panesi mantienen, por motivos diversos, una estrecha relación con la teoría francesa (cf. Schaeffer, 2013: 25) y con el corpus del objeto literario argentino y latinoamericano. Su trabajo y perspectiva en torno a la teoría literaria corresponden, en muchos casos, a un mundo que hemos podido atravesar como alumnos de sus clases.
Fuentes:
Los Programas de la FFyL de la UBA entre 1990 y 1999 editados por “Publicaciones de la FFyL” fueron consultados en la Biblioteca Central Prof. Augusto Raúl Cortazar. A continuación presentamos los programas digitalizados.
Teoría Literaria II
1990 -
1991 -
1992 -
1993 -
1994 -
1995 -
1996 -
1997 -
1998 -
1999
Teoría Literaria III
1989 -
1990 -
1991 -
1992 -
1993 -
1994 -
1995 -
1996 -
1997 -
1998 -
1999
Teoría y Análisis Literario
(A) 1990 -
1991 -
1992 -
1993 -
1994 -
1995
(B) 1990 -
1991 -
1992 -
1993 -
1994
(C) 1990 -
1991 -
1992 -
1993 -
1994 -
1995 -
1996 -
1997 1C -
1997 2C -
1998 1C -
1998 2C -
1999 1C -
1999 2C
Seminarios
1991 - “La ficción
paranoica. Formas del género policial en América Latina” (Piglia)
1991 - “Semiótica
general y aplicada” (Mancuso)
1991 - “La perspectiva del
género (gender) en la literatura” (Domínguez)
1992 - “Metacrítica e investigación literaria” (Altamiranda)
1992 - “Novela de
aprendizaje y representación familiar” (Domínguez)
1992 - “Textos e
instituciones: J. Derrida” (Panesi)
1992 - “Macedonio
Fernández (historia de la novela argentina)” (Piglia)
1992 - “Historia, ficción
y metaficción” (Rodríguez Pasqués)
1993 - “Las poéticas de la
obra abierta” (Mancuso)
1993 - El laboratorio del
escritor” (Piglia)
1993 - “Discurso narrativo
y representación” (Salvador)
1994 - “Postestructuralismo e investigación literaria” (Altamiranda)
1994 - “Las construcciones
literarias de la maternidad” (Domínguez)
1994 - “Los cuentos de
Julio Cortázar” (Piglia)
1994 - “Ficción y
testimonios biográficos” (Salvador)
1995 - “Fenomenología y
humanismo” (Maturo)
1995 - “El discurso
teatral contemporáneo. Proyección y límites” (Salvador)
1995 - “Jacques Derrida:
deconstrucción, literatura, filosofía” (Panesi)
1995 - “Apropiaciones y
representaciones de lo popular” (Zubieta)
1995 - “Crítica cultural:
discursos, prácticas e interpretación” (Delfino)
1996 - “Conservación y
ruptura del canon: Silvina Ocampo, Norah Lange y
Beatriz Guido” (Domínguez)
1996 - “Borges y el género
policial” (Piglia)
1996 - “La estética de los
iconoclastas” (Rey)
1996 - “Orden de clases y
orden de géneros” (Drucaroff)
1997 - “Género y
representación en cine y literatura” (Amado-Domínguez)
1997 - “Crisis de la
modernidad: formas literarias de la desintegración” (Rey)
1997 - “Literatura y
cultura popular: la polémica de la representación” (Alabarces)
1998 - “Puig, Saer, Walsh (vanguardia y novela”
(Piglia)
1999 - “Política y ficción
en Borges” (Piglia)
Bibliografía secundaria:
Coira, María. 2016. “Nicolás Rosa, traductor de Barthes: la crítica en tanto escritura”, en Estuios de teoría literaria, Año 5, Nº 9, pp. 83-90.
Dorr, Mariano. 2006. “La letra argentina”, en Página 12, 5 de noviembre. Disponible en línea: https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-2304-2006-11-05.html
Gerbaudo, Analía. 2016. Políticas de exhumación: las clases de los críticos en la universidad argentina de la posdictadura 1984-1986. Santa Fe: Ediciones UNL y Buenos Aires: UNGS.
Estrín, Laura y Molina, Milita (comps). 2016. Escritos sobre Nicolás Rosa. Buenos Aires: Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Hidalgo Nácher, Max. 2017. “Imaginación crítica de Nicolás Rosa”, en El taco en la brea, 5, pp. 39-68.
Libertella, Mauro. 2005. “Entrevista con Jorge Panesi: Leer la crítica”, en Encrucijadas, 33. Disponible en línea: http://repositoriouba.sisbi.uba.ar/gsdl/collect/encruci/index/assoc/HWA_535.dir/535.PDF
Panesi, Jorge. 2000. Críticas. Buenos Aires: Norma.
Peller, Diego. 2016. Pasiones teóricas. Buenos Aires: Santiago Arcos.
Pezzoni, Enrique. 2009. El texto y sus voces. Buenos Aires: Eterna Cadencia.
Rosa, Nicolás (comp). 1999. Políticas de la crítica. Historia de la crítica literaria en la Argentina. Buenos Aires: Biblos.
Rosa, Nicolás. 1987. Los fulgores del simulacro. Santa Fe: Universidad Nacional del Litoral.
Sarlo, Beatriz. 1972. "La enseñanza de la literatura. Historia de una castración", en Los Libros, 28, pp. 8-10.
Schaeffer, Jean-Marie. 2013. Pequeña ecología de los estudios literarios. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Topuzian, Marcelo. 2014. Muerte y resurrección del autor (1963-2005). Santa Fe: Universidad Nacional del Litoral.
[1] Nicolás Rosa realizó un posgrado en literaturas comparadas en la Universidad de Montreal. Entre sus numerosas publicaciones se encuentran Crítica y Significación (1971), Léxico de Lingüística y Semiología (1976), Los fulgores del simulacro (1987), El arte del olvido (1990), Artefacto (1992), Tratados sobre Néstor Perlongher (1992), La lengua del ausente (1998), Usos de la literatura (1999), La letra argentina (2003) y Relatos críticos (2006); y, como editor, Políticas de la crítica (1999) e Historia del ensayo argentino (2002).
[2] Profesor de Enseñanza Media y Superior en Letras por la UBA, Licenciado en Letras por la Universidad de Tours. Director de la carrera durante 14 años (1990-1994; 1999-2008); ocupó diversos roles institucionales en la Facultad de Filosofía y Letras, como, por ejemplo, Prosecretario de Publicaciones y representante de la Junta Departamental de Letras por el claustro de Profesores. Recientemente, ha sido propuesto como Profesor Consulto (ver aquí). Publicó dos libros (Felisberto Hernández, 1993; Críticas, 2000).
[3] Para un panorama comparativo entre las clases de Muschietti de 1990 frente a las de 2014, se puede consultar este trabajo presentado en el marco del Congreso por el aniversario de los 120 años de la Facultad de Filosofía y Letras. Aprovechamos la oportunidad para remitirlos a otra presentación que realizamos en el mismo Congreso, y que se vincula con la cuestión histórica que venimos trabajando (ver aquí).
[4] Actualmente, Djament es la Directora Editorial del sello Eterna Cadencia. Se puede revisar aquí una muy interesante entrevista acerca de su labor.
[5] Mencionamos solo dos que se encuentran disponibles en internet y que están fuertemente vinculados a los actuales debates en torno a la disciplina: “La literatura mundial como provocación de los estudios literarios” y “El fin de la literatura. Un ejercicio de teoría literaria comparada”.
[6] El comienzo del film toma la frase de Apocalipsis 8:1.
Para contactar a los autores escribir a:
fernandobogado@outlook.com
lacallejuanmanuel@gmail.com