Medios muertos, archivos digitales y la crisis del canon
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Bruce Sterling (Brownsville, Texas, 1954) es escritor de ficción, ensayista, editor y conferencista. Se lo considera uno de los fundadores de la corriente cyberpunk, de la que fue un importante ideólogo y difusor. Impulsor de varios proyectos, a mediados de los noventa lanzó el Dead Media Project: un catálogo universal de “fósiles tecnológicos”, del quipu inca, los tambores parlantes, las varillas rúnicas o los mapas de los inuit a la linterna mágica, el electrófono, el telegráfono o el cinerama. Los principios de este proyecto se dieron a conocer en su discurso “The Life and Death of Media”, pronunciado en ocasión del Sixth International Symposium in Electronic Art ISEA ’95. Esta intervención sirvió de base al manifiesto “The Dead Media Project: A Modest Proposal and a Public Appeal”, del que ofrecemos nuestra traducción a continuación de la entrevista.
1. ¿Cómo surgió tu interés por los “medios muertos”?
Todo empezó con una discusión informal con un colega, el novelista y fotógrafo Richard Kadrey. Compartíamos un interés por los inicios de la fotografía y otras formas tempranas de medios, por lo que estábamos haciendo una lista de nuestros formatos extintos favoritos cuando se nos ocurrió que esto podía convertirse en un proyecto de investigación en gran escala.
Entonces pensamos: ¿por qué no recurrir a los “nuevos medios” para descubrir y describir medios más viejos? Tal vez esto nos permitiera aprender algo útil sobre los “medios” en general. Y quizás también pudiéramos tener entretenidos a amigos y extraños mientras construíamos, para nosotros y para otros, una conciencia más cabal de la historia de los medios.
2. ¿Hasta qué punto tu trabajo más actual se ha mantenido en línea con los conceptos que inspiraron el Dead Media Project en los noventa?
Me alegra que emprendiéramos y desarrolláramos ese proyecto, pero ya no tengo un rol activo en la recopilación de “medios muertos” ni en la difusión de información sobre ellos. Hoy son tantos, y mueren tan rápidamente, que se volvió imposible llevarles el paso. De ahí que mi propia posición haya cambiado. Pero aun así aprendí algunas lecciones perdurables sobre la conciencia histórica del desarrollo tecnológico. El Dead Media Project me llevó a interesarme por el diseño industrial, y después por el diseño en general, y después por otras áreas de trabajo como la “ficción de diseño”, donde uno puede recurrir a habilidades vinculadas al diseño para especular sobre desarrollos tecnológicos futuros. Así que podríamos decir que tomé esa sensibilidad de los años noventa y la amoldé a nuevas condiciones.
Por otro lado, a medida que me vuelvo mayor, tengo una experiencia más personal e íntima con medios que han muerto. Por ejemplo, soy un sobreviviente de una época en que los escritores de ficción popular rutinariamente usaban máquinas de escribir. De ahí que, para mí, la obsolescencia de los medios sea más que una curiosidad académica; la viví en mi vida cotidiana.
3. ¿Pensás que Internet llegará a ser un medio muerto? ¿Qué tendría que pasar para que esto ocurriera?
Eso depende de la definición de “Internet” que tomemos. La “Internet” original fue pensada como un protocolo para unificar redes más pequeñas, y muchas de esas redes, de hecho, hace mucho que están muertas. Probablemente podría hablarse de la “muerte” de Internet si el modelo TCP/IP fuera abandonado. Pero puede que la mayoría de la gente no se percatara de esta cuestión tan técnica.
Además, la Internet global se está balcanizando rápidamente, y las principales plataformas tecnológicas, como Baidu, Alibaba, Tencent, Google, Apple, Facebook, Amazon, Microsoft, no son “la Internet”. No son sitios web ni servidores de correo electrónico, son plataformas tecnológicas y las mayores industrias del mundo.
4. Muchos pensadores que han citado tu trabajo han sido agrupados bajo la etiqueta “arqueólogos de medios”. ¿Te interesa este marco teórico? ¿Cómo te parece que tu trabajo estaría relacionado con los de autores como Friedrich Kittler, Jussi Parikka, Wolfgang Ernst o Siegfried Zielinski?
De hecho, soy bastante fan de esos autores. Especialmente de Jussi Parikka y Siegfried Zielinski. No tengo que estar de acuerdo con todo lo que dicen para que me resulten interesantes. Me he convertido en un devoto de las historias académicas de la tecnología; sobre este campo leo mucho por mi cuenta, pero a la vez muy ampliamente. Me atraen sobre todo las historias viejas de la tecnología, cuando las historias mismas son antiguas: por ejemplo, manuales renacentistas sobre los “secretos” de las máquinas.
Suele gustarme mucho la “teoría”. Como escritor de ciencia ficción, disfruto de la especulación por la especulación misma. Pero, en la investigación académica, uno necesita que la teoría y el trabajo de campo se nutran mutuamente. Sin trabajo de campo, la teoría se queda en sosas generalidades, pero sin la teoría, el trabajo de campo se vuelve una mera recolección de curiosidades. De la ciencia aprendí que todo conocimiento es provisorio; estoy dispuesto a cuestionar mis propios supuestos y me mantengo alerta al “experimento natural”. Las estructuras mediales europeas me interesan mucho; por ejemplo, por qué el “cinema muto” en Italia se comportó distinto del “silent film” en los EE.UU.
5. ¿Cómo puede la ficción ayudarnos a entender el ecosistema mediático actual? ¿Te parece que tus obras de ficción se vinculan de alguna manera con tu mirada sobre los medios?
Bueno, la ficción constituye el contenido de una industria editorial, así que por supuesto la ficción es parte de un ecosistema mediático. Es por eso que muchas veces los novelistas son dramaturgos, o guionistas, o diseñadores de videojuegos, o escritores de cómics, o periodistas.
Debo a mi “mirada sobre los medios” el haber aprendido a escribir diferente. Por ejemplo, me hizo entender que, de mis escritos, los que más influyeron socialmente fueron trabajo no remunerado. Nunca se trató de los medios “comerciales” más habituales. Por ejemplo, el Dead Media Project fue uno de esos esfuerzos. Nunca estuvo en manos de una editorial, en su acepción más convencional; nunca lo compró nadie; no era “periodismo” siquiera. Y sin embargo, el proyecto hizo que ganara mucho respeto por parte del mundo académico y también abrió nuevos horizontes para mi expresión creativa. Esta investigación no solo supuso para mí un aprendizaje, sino que me permitió innovar e intentar cosas nuevas en mi obra escrita más convencional.
6. ¿En qué sentidos te parece que la creación de inmensos archivos digitales ha afectado nuestro sentido de un canon literario?
Bueno, esto podría ser parte de un amplio tópico llamado “atemporalidad”. Son conocidas mis disertaciones sobre este tema, pero se trata en realidad de un problema metafísico. Es un problema genuino en la “filosofía de los medios”, en el sentido en que atañe a los modos en que organizamos el conocimiento y formulamos juicios de valor al respecto: ¿cómo sabemos que sabemos? Sobre todo, ¿qué pasa cuando los archivos envejecen, y cómo los cambios históricos en los medios afectan la estructura del lenguaje? ¿Qué conecta las palabras y las imágenes con la “realidad”?
7. ¿Considerás que la conciencia pública con respecto a la degradación digital puede traer nueva relevancia y legitimidad a la idea misma de “canon”?
Puede que deslegitime la idea misma de un canon. El fenómeno de las fake news implica una lucha cultural en esta línea. Las personas arremeten contra los “cánones” de los otros y se someten a una dependencia de la propaganda, el escándalo y el rumor. Esta lucha ha sido muy interesante de ver desde la perspectiva de los “medios muertos”. Por ejemplo, ¿por qué existen los “memes” mientras que las “caricaturas editoriales” en los periódicos están muriendo?
8. ¿En qué estás trabajando en este momento?
Estoy escribiendo una extensa fantasía histórica ambientada en la Italia del siglo XVII. Tiene unos cuantos elementos de “medios” barrocos. Ya hace bastante que le vengo dando vueltas… Quizás algún día la termine. Nos remonta a una época en que la imprenta todavía era joven, y en que los primeros periódicos y sistemas postales se estaban inventando. El héroe de esta novela es un tipo profundamente interesado en la verdad del mundo, y sin embargo, como la mayoría de sus contemporáneos, es analfabeto: para él, la maravilla técnica que es la tinta sobre el papel será siempre un misterio.
EL MANIFIESTO DE LOS MEDIOS MUERTOS (1995)
El DEAD MEDIA Project: una modesta proposición y un llamamiento público
Texto original aquí.
¿Alguna vez notaron cuántos libros sobre Internet se están publicando hoy día? Hasta ahora, unos 13.493, ¿verdad? ¿Y qué de los “multimedia”? Existen 8.784 libros sobre este tema, a pesar de que nadie ha definido el término con éxito. CD-ROM: ¿queda un solo tema comercializable que no se haya empaquetado en el vasto lodazal digital que es el CD-ROM? ¿Y qué hay de la “Autopista de la información” y de la “realidad virtual”? No hay revista en el planeta que no haya publicado deslumbradas notas de tapa sobre vaporware inspirado por estas dos alucinaciones consensuadas.
Nuestra cultura está experimentando una profunda irradiación de nuevas especies de medios. Los medios centralizados y dinosáuricos de uno a muchos que rugieron y pisotearon durante todo el siglo XX están pobremente adaptados al ambiente tecnológico posmoderno. El ambiente de los nuevos medios bulle de pesados mamíferos digitales mostrando sus dientes. Es todo linces por acá, y ratas de abazones por allá, además de una pleistocena profusión de grandes, gordos y venenosos trepadores de redes.
Todo esto está muy bien, y es encantador que tanta gente esté prestando atención a esto. Como futurista de garaje profesional, nada me da más placer que reflexionar sobre algún nuevo medio, mutante y extraño, y preguntarme cómo este pequeño monstruo graznante se abrirá paso en los intersticios entre los seres humanos. Aun así, hay una diferencia entre esta placentera contemplación de lo sublime tecnológico y una comprensión auténtica y coherente de la vida y la muerte de los medios. No tenemos la menor idea de qué es lo que estamos haciendo con nosotros mismos a través de estas nuevas tecnologías mediales, ni siquiera una manera consistente de discutir sobre el tema. Algo constructivo debe hacerse con respecto a esta situación.
En lo personal, no puedo hacer mucho al respecto, ya que estaré tapado de trabajo hasta el final del milenio. También lo estará mi buen amigo Richard Kadrey, autor del LIBRO DE REFERENCIA SOBRE CULTURA SUBYACENTE. Sin embargo, tanto Kadrey como yo hemos llegado a un acuerdo conjunto de que lo que realmente nos gustaría ver en esta conjunción cultural es un libro sobre los medios de un tipo completamente nuevo. Un Libro de los Muertos sobre los medios.
Muchas salvajes y cableadas promesas se están haciendo ya en relación con los medios más pequeñines. Lo que necesitamos es un libro sombrío, reflexivo, exhaustivo, sin bombo publicitario, incluso lúgubre, que honre a los muertos y resucite a los ancestros espirituales del frenesí mediático actual. Un libro que aporte a sus lectores una perspectiva más profunda, paleontológica, en medio del vértigo de la revolución digital. Necesitamos un libro en torno a los fracasos de los medios, los colapsos de los medios, las sustituciones de los medios, las estrangulaciones de los medios, un libro que detalle todos los extravagantes y horripilantes errores de los medios, que a esta altura deberíamos conocer lo suficiente para no repetirlos, un libro sobre los medios que han muerto en el alambre de púas del desarrollo tecnológico, medios que no lo lograron, medios martirizados, medios muertos. EL MANUAL DE LOS MEDIOS MUERTOS. Una guía de campo de naturalista para el paleontólogo de las comunicaciones.
En este momento, ni Richard Kadrey ni yo estamos en condiciones de escribir este manual que proponemos. Sin embargo, los dos sentimos que nuestra cultura realmente necesita este libro: un libro de mesa de café, rico, ingenioso, perspicaz, profusamente ilustrado, perfectamente encuadernado, con papel libre de ácido, que será lanzado, teóricamente, eventualmente, por alguna editorial de comienzos del siglo XXI despierta y de vanguardia. El tipo de libro que aparecerá en diecisiete secciones diferentes de su cadena de tiendas local: Asuntos Políticos, Teoría Posmoderna, Ciencias de la Computación, Mecánica Popular, Estudios de Diseño, la sección de libros de arte grandes y de tapa dura, la mesa de saldos… ya saben, lo que sea.
Es un fenómeno bastante raro que un medio bien establecido muera. Toda vez que los medios superan su etapa de Vaporware de Oro, habitualmente se expanden salvajemente en sus primeros tiempos y luego se retraen a algún nicho protector ante el desafío de competidores más nuevos y más evolucionados. La radio no mató a los periódicos, la televisión no mató a la radio o a las películas, el video y el cable no mataron a la televisión; se trató simplemente de su atropellada búsqueda de una aplicación más perfecta.
Pero algunos medios efectivamente perecen. Así pasó con el fenaquistoscopio. Con el telarmonio. Con el cilindro de cera de Edison. Con el estereopticón. Con el panorama. Con las gafas reflectivas eléctricas de comienzos del siglo XX. Con la temprana realidad virtual de Morton Heilig. Con el Telefon Hírmondó. Con los varios tipos de linterna mágica. Con los tubos neumáticos que alguna vez proliferaron bajo Chicago. ¿Era el Mecanismo de Anticitera un medio? ¿Y qué podemos decir de los periódicos murales sobre el Muro de la Democracia en la Pekín de comienzos de los ochenta?
¿Nunca oyeron hablar de ninguno de estos? Bueno, ese es el problema. Da la casualidad que tanto Kadrey como yo sentimos una vaga afición por este campo de estudio, y sin embargo sospechamos que debe haber cientos de medios muertos, conocidos solo para algunos, si es que para alguien. Se requeriría de la combinación de los formidables talentos académicos de, digamos, Carolyn “Cuando las viejas tecnologías eran nuevas” Marvin y Ricky “Cerdos letrados y mujeres a prueba de fuego” Jay para realmente hacer justicia a este ambicioso proyecto. Aunque no les hemos preguntado, sospechamos que estos dos distinguidos académicos están todavía más ocupados que yo y Kadrey, que, después de todo, no somos más que escritores de ciencia ficción que pasan la mayor parte de su tiempo mirando videos chinos, leyendo fanzines e imaginando cosas raras.
Ahora bien. Tenemos una única, pero posiblemente crucial ventaja. Tenemos acceso a Internet. Si encontramos una manera de convencer a la comunidad actual de los medios digitales de que MEDIOS MUERTOS es un proyecto que vale la pena, creemos que seríamos capaces de compilar un archivo online, útil y de acceso público, sobre este tema. Planteamos empezar por la página de los MEDIOS MUERTOS en la World Wide Web, un sitio pendiente de anuncio. Continuar, tal vez, con alt.dead.media. Compilar el FAQ de los MEDIOS MUERTOS. Tenemos la esperanza de aprovechar el considerable potencial de los medios de vanguardia de hoy para crear un homenaje general, en el dominio público, a los pioneros de los medios del pasado.
Este es el trato. Kadrey y yo vamos a empezar a juntar nuestras notas. Vamos a subirlas a la Red, a libre disposición de cualquiera. Si logramos que suficientes participantes.net muestren interés y colaboren con informes, historias y documentación sobre medios muertos, estaremos dispuestos a hacernos cargo del tremebundo trabajo de editar y de administrar el sistema: no es poca cosa cuando se trata de información que se supone “libre”.
Ambos sabemos que se espera que los autores pongan a resguardo ideas geniales como esta, pero estamos profundamente convencidos de que esta simplemente no es la manera de llevar a cabo un proyecto de este tipo. Un proyecto de este tipo es una búsqueda espiritual y una acción en beneficio de la comunidad en general. Nuestro legado net pertenece a toda la netidad. Si ud. mismo desea hacer uso de estas notas para escribir el MANUAL DE LOS MEDIOS MUERTOS, seguro, es nuestra “idea”, nuestra “propiedad intelectual”, pero hey, somos cyberpunks, escribimos para revistas como BOING BOING, no podemos preocuparnos por semejantes bobadas en una situación como esta. Escriba el libro. Use nuestras notas y las de todos los demás. Prometemos no demandarlo. Hágalo. Hágalo hasta el agotamiento.
Voy a ir todavía más lejos, damas y caballeros. Para probar el enorme potencial comercial de esta lucha contra molinos de viento, yo mismo ofreceré personalmente un CRUJIENTE BILLETE DE CINCUENTA DÓLARES al primer tipo, chica o combinación de ambos a escribir y publicar EL MANUAL DE LOS MEDIOS MUERTOS. Incluso pueden quedarse con el título, si lo quieren. Sólo recuerden que yo y Kadrey (o cualquier combinación de los dos) nos reservamos el derecho a producir un libro propio sobre el mismo tema si uds. fracasan en aliviar suficientemente nuestro escozor. La perspectiva de una “competencia” no nos asusta en lo más mínimo. De hecho, nunca lo hizo. Si hay lugar para 19.785 libros de “Guía a la Intenet”, tiene que haber lugar para unos cuantos volúmenes útiles sobre medios muertos.
Piénsenlo así. ¿Cuánto tiempo pasará hasta que la tan publicitada interfaz de la World Wide Web se convierta, ella misma, en un medio muerto? ¿Y qué será de esos miles de millones de pensamientos, palabras, imágenes y expresiones vertidas en la Internet? ¿No se desvanecerán tal como lo hace el vil humo laqueado desde una pira ardiente de vitrolas desguazadas? Como personas.net, ¿no los colma esta cruda revelación de cierta duda profunda, de un remordimiento peculiarmente posmoderno, un sentimiento, a lo Japón del período Heian, del pathos de las cosas perdidas?
Hablando de medios muertos y de mono no aware... ¿Qué hay de esos poemitas que la dama Murasaki solía escribir y pegar dentro de palos mensajeros? ¿Para ser llevados por un mensajero a pie a la finca envuelta en bambú de algún admirador afortunado tras una noche de amor carnal? Ese era un medio. Alguna vez, ese medio estuvo muy vivo, un pilar de una de las culturas artísticamente más avanzadas de la Tierra. ¿Y no está muerto? ¿Qué estamos haciendo hoy día que sea el equivalente funcional de los palos mensajeros de Murasaki Shikibu, autora de la primera novela del mundo? Si ignoramos su experiencia histórica, ¿cómo aprenderemos de la nuestra?
Escuchen esto, ustedes, hipsters digitales. Esta es Jacqueline Goddard al habla, en enero de 1995. Jacqueline nació en 1911, y fue uno de los grandes íconos de la feminidad bohemia del siglo XX. Man Ray la fotografió en París en 1930, y si logramos hacerlo sin que nos demande la Fundación Juliet Man Ray, algún día vamos a poner la imagen despampanante de Jacqueline por el hermano Man Ray en nuestro sitio web vaporware. Puede que se convierta en la santa patrona de este esfuerzo.
Declara Jacqueline: “Después de un día de trabajo, los artistas querían escaparse de sus estudios, y escaparse de lo que estaban creando. Todos se encontraban en los cafés para discutir sobre esto o aquello, hablar de su trabajo, de política y de filosofía… Íbamos el bar de La Coupole. Bob, el barman, era un tipo muy amable... Como en esos tiempos no había teléfono, todos lo usaban para dejar mensajes. También en el Dôme teníamos un lugarcito para los mensajes, detrás de la puerta. El teléfono fue la muerte de Montparnasse”.
“El teléfono fue la muerte de Montparnasse”. Tómense un momento para meditar sobre ese testimonio surrealista, ustedes, elegantes modernistas de café. Puede que Jacqueline no entendiera nada de protocolos TCP/IP, pero ella ya estuvo ahí. Desde que leí esa observación por primera vez, no dejo de pensar en ella. ¿Para quien repica el timbre del teléfono? Repica para mí y para uds.... tarde o temprano.
¿Pueden ayudarnos? Nos gustaría que lo hicieran, y creemos que deberían hacerlo.
Bruce Sterling — bruces@well.com
Richard Kadrey — kadrey@well.sf.ca.us