HiperArchivos

Literatura y Realismo Especulativo

por Juan José Mendoza

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Red Rocks Amphitheater en Red Rocks Park
(Denver Public Library/Western History Collection/Z-8810)

Presentamos aquí una continuidad de las reflexiones iniciadas en Los Archivos_ papeles para la nación (2019). En este caso, a partir del libro Hiperobjetos (2013) de Timothy Morton, a partir de la pregunta por la relación entre Literatura y Realismo Especulativo, pero sobre todo a partir de la pregunta por las posibilidades de una Literatura Orientada a Objetos. En un esfuerzo por pensar esas relaciones sin que la teoría literaria se desterritorialice migrando al campo de la filosofía, el artículo procura una reflexión sobre los nuevos avatares de los archivos en el contexto de la era digital en general y del movimiento del Archival Turn latinoamericano dentro del cual eminentemente se inscribe. Los Archivos son el revés de la literatura publicada —leemos aquí—. Un pensamiento sobre los Archivos en relación con una Teoría Literaria Orientada a Objetos [TLOO] es importante, no sólo porque el cuestionamiento filosófico al correlacionismo también alcanza a la propia historia de la crítica literaria —en última instancia, sin una TLOO todo acto de lectura acontece en el seno del correlacionismo; una parte importante de la historia de la lectura todavía se desenvuelve bajo la idea de que los textos efectivamente son los objetos naturales de la crítica—, sino, y sobre todo, porque el problema de los archivos conecta, como casi ningún otro en el terreno de las humanidades, con el problema de la finitud (Meillassoux, 2006).

[TOO] Teoría Orientada a Objetos

El objeto nunca se hace presente de manera directa.
Graham Harman

Para decirlo de un modo sencillo, y parafraseando palabras de Timothy Morton: los Archivos son un HiperObjeto.

Los Archivos son un HiperObjeto.
Los documentos, los manuscritos, la letra: MicroObjetos en el interior de sus relaciones
.

Así, ellos, los documentos, establecen un sistema Inter-Objetivo: inter-documental podríamos decir. Entre Documentos y Archivos, los enlaces proliferan. Pero, ¿de qué estamos hablando exactamente?

Los Archivos son fuerzas grandes y misteriosas, objetos grandes supermasivos. Más grandes incluso que su propia masa: por las inmensas cantidades de tiempo de los que están hechos, por la gran cantidad de evocaciones y referencias que concentran. Es difícil comprender por qué los Archivos existen. O explicar por qué, pese a la desidia archivística, la falta de una conciencia documental, proliferen estados, universidades, instituciones, asociaciones de amigos y fundaciones privadas que realizan la función. O peor incluso: que hasta haya sujetos envueltos en ese deseo, pergeñando archivos muchas veces no demandados por nadie. Pulsión de archivo llamamos a ese extraño deseo cargado de futuridad que entronca con la muerte. Y hasta sobrevienen incluso tecnologías que realizan por defecto la función. Haciendo incluso que allí, donde las políticas de archivos no llegan, los Archivos de igual modo proliferen. Difícil explicar esa función sólo por el lado de la historicidad, aunque luego sea precisamente la historia la que se alimenta de ellos. La historia come archivos, literalmente, y en todos los dobles sentidos: se alimenta de ellos, los come, los deglute, los fagocita. Y, al mismo tiempo: ellos, los Archivos, comen a la historia, [1] la degluten, la fagocitan. Una vez más, ¿de qué estamos hablando exactamente?

Los HiperArchivos son fuerzas grandes supermasivas, inmensas concentraciones de muchos tiempos superpuestos: actuando con la fuerza de gravedad que los documentos ejercen entre sí —un documento remite a otro, a otro, a otro—; y actuando asimismo bajo las leyes absolutas de la entropía. Difícil no otorgar a los Archivos las mismas cualidades que a cualquier otro objeto del mundo —¿por qué sacralizar?—: es difícil no ver en los Archivos, aún en su momento estacionario, objetos gobernados por las leyes de la entropía. Ley de gravedad —de las atracciones— y ley de la entropía: difícil no admitir que las leyes que actúan sobre la materia, no actúan también sobre los Archivos, las obras de arte, la cultura.

Pero qué diferencia exactamente a los Archivos de los HiperArchivos —difícil no superponer los sentidos del archivo en la edad de los HiperArchivos—. Podría sobrevenir una diferencia de escala: en la edad de la sobrerrepresentación y de la pulsión archivística, comparados con los archivos supermasivos de hoy —tomados por las fuerzas del Big Data, Distant Reading, algoritmos, Data Centers—, los archivos de ayer se vuelven pequeños. Difícil llamar a los archivos de hoy con el mismo nombre que a los archivos de ayer. De continuar tomando los unos las mismas denominaciones que los otros, es evidente que la misma palabra adquiere sentidos nuevos. De allí que HiperArchivos no nombre sólo la suma de todos los archivos de todos los tiempos de la historia —el gran HiperArchivo sumermasivo que en efecto pergeña el presente—, sino otra cualidad un poco más compleja: los HiperArchivos nombran fuerzas organizadoras del tiempo. Cuando en física se estima que el horizonte de sucesos de un agujero negro se traga todo y con ello también toda la información que contiene la materia: y que toda la información desaparece y da lugar ello a la idea de que la existencia del universo podría ser una ilusión —porque sin información recuperable se pierde la certidumbre de lo acontecido—, si un pensamiento así sobreviene en la imaginación de la astrofísica, ello es así porque la pulsión archivística —o la literatura misma— son fuerzas que están más allá de las prácticas, más allá de las disciplinas. Si hay información recuperable más allá de las disciplinas —la sucesión genética sería una prueba—, una cierta noción de archivo está obrando en el tiempo más allá de las voluntarias acumulaciones. La propia historia del universo de algún modo se inscribe en estructuras narrativas pobladas de eventos. Si forzamos un poco más la serie, hasta la propia idea de centro se nos aparece como algo anterior a la invención de las geometrías.

Viscosidad, No-Localidad, Ondulación a través del Tiempo, evolución —desarrollo— en Fases, e Inter-Objetividad —relaciones entre sí—: son esas algunas de las cualidades de la materia que escruta Timothy Morton para pensar la ontología de los Hiperobjetos.

Evocadas aquí, esas cualidades también pueden nombrar el trabajo que el tiempo ejerce sobre los Archivos, los manuscritos, los documentos.

1. Los HiperArchivos son Viscosos

La distancia es una construcción psicológica diseñada para protegernos de la verdadera cercanía entre las cosas —escribe Timothy Morton en Hiperobjetos—. Los HiperArchivos nos hablan del pasado porque el pasado, con su mucilaginosidad viscosa, todavía influye sobre nosotros. De viscosidad también hablaba Sartre en El Ser y la nada, en una clara muestra de la profunda apelación a las cualidades de la materia para referirse a nuestros objetos intencionales, imaginarios [viscosité, solidarité, escribía Sartre]. Como concebía Georges Duby también a las mentalidades, ese objeto de estudio ambiguo e impreciso al mismo tiempo y que, sin embargo, se presentaba como un objeto contundente para las humanidades, como uno de esos objetos que, incluso, menos cambiaban a lo largo de la historia. Algo semejante podríamos decir de los Archivos: su viscosidad posee mucho de la ambigüedad y de la imprecisión de las cosas que se transforman lentamente. Los Archivos: una de las cosas que más lentamente se modifican a lo largo del tiempo. Ni que decir de la viscosidad inscripta en la materialidad misma de los Archivos. Ellos, los documentos, poseen mucho de la viscosidad de los combustibles. Y, como los combustibles, son un bien fungible: se gasta con el uso. Ese carácter fungible de los documentos, conecta la materialidad de los Archivos con el carácter virtual e imaginario propios de la literatura: el carácter imaginario y virtual del mundo debería decirse, si siguiéramos las diferentes gradaciones en Borges —a partir de Swedenborg— de la realidad, si siguiéramos la sospecha casi química en la materialidad del mundo por parte de Saer, si siguiéramos el ser-en-sí-de-la-literatura-para-la-muerte en Maurice Blanchot a partir de Heidegger. Es que esta viscosidad —este carácter imaginario y virtual de los archivos— ha estado obrando en la mente de grandes teóricos y escritores de literatura del siglo XX. Y así, de ese modo casi secreto, ha estado obrando también en el imaginario de quienes, desde siempre, han estado pergeñado archivos. Es un imaginario que nos llega incluso desde los orígenes de la Galaxia Gutenberg o desde los antiguos tiempos de la lectio-meditatio-oratio-contemplatio medieval, en la que se inspira Barthes —por oposición— para componer su famosa sentencia: leer-es-levantar-la-cabeza. Es difícil comprender cómo es que las fuerzas del archivo han podido obrar en tantos períodos diferentes entre sí. Es que pulsión de archivo e inscripción (pulsión de letra), confluyen. Los Archivos son el síntoma material de esa concepción irreal que nos han legado la literatura, el arte, la escritura. Analogon llamaba también Sartre por interpósito de Husserl a esa materialidad imaginaria que se nos imponía bajo las formas del libro, la escultura, las obras. “Los síntomas de los Hiperobjetos son vívidos y dolorosos, pero tienen un rasgo de irrealidad” —escribe Timothy Morton en Hiperobjetos—. Los HiperArchivos son vívidos y dolorosos: debajo de las majestuosas construcciones de cemento que algunas veces los albergan, hay algo de irrealidad en ellos. Detrás de las parpadeantes “realidades” de los archivos digitales, hay algo viscoso que nos aborda como la fuerza de una inercia. Incluso muchos años después de producidos, las fuerzas de los archivos, se abalanzan sobre nosotros. Ni qué decir de los archivos en ruinas, ese momento en el que la materialidad del mundo se pone en entre/dicho.

Cuanto más nos esforzamos por desaprendernos de los HiperArchivos, más nos descubrimos inmersos en ellos. Cuando no inmersos todavía, rodeados por ellos. Los HiperArchivos pueden ser vistos como unas cosas lejanas y fantásticas. Pero ellos, los HiperArchivos, ya están aquí. Y nosotros, entretanto, inmersos en ellos. Es esa separabilidad difícil, entre archivos y mirada, entre la producción subjetiva de alguien y el carácter objetual de los sujetos que los miran —que-se-archivan—, lo que vuelve a los archivos entre fantasmales y concretos, lejanos y cercanos: viscosos.

2. Los HiperArchivos no tienen Localidad

No tienen localidad en un sentido no sólo geográfico —político: trascienden las nacionalidades— sino también en un sentido histórico. Los HiperArchivos, estando quietos, se mueven. No sólo surcan los océanos o las atmósferas, desde las computadoras personales hasta los Data Centers que los replican, los alojan; o desde los dispositivos inteligentes a los satélites —que los distribuyen, los multiplican—. Sino que además ellos viajan en el tiempo, moviendo consigo las ingentes capas de historicidad de la que están hechos. HiperArchivos: ellos están aquí, es imposible sacárselos de encima. Como un resto ineliminable de ese Hiperobjeto al que también podemos llamar Cultura o Historicidad, con sus distintas fases, con la propia historia del antropoceno dentro. Como la escritura en el interior del ADN, los HiperArchivos se mueven en el interior de nosotros: ellos están en nosotros y nosotros estamos en ellos. Al mismo tiempo: hilo rojo conectando diferentes temporalidades, sobrevivientes de larga data, ellos nos muestran ahora que estamos saliendo de la Modernidad… Y sin embargo, ellos son el rastro de una modernidad todavía resplandeciente entre nosotros.

A través de una suerte de longevidad nueva, a través de su carácter histórico, los HiperArchivos nos muestran los movimientos en el tiempo. La persistencia de tiempos anteriores en el nuestro —el solo hecho de que por y a través de la viscosidad adherente la historia todavía continúe entre nosotros— hace de la Modernidad todavía nuestro tiempo, a pesar de que un nuevo tiempo corra. Como si nos condujéramos hacia adelante, todavía mirando a través del espejo retrovisor de la historia. Somos algo así como los primeros espectadores de una cinta de celuloide en una de las primeras salas de cine. “Cuando la cinematografía se difunda, será posible fotografiar a los seres queridos en movimiento” y “la muerte cesará de ser absoluta” —escribe en 1905 el cronista del Poste después de presenciar una primera proyección pública de cine, en el Salon Indien del Grand Café de del boulevard De los Capuchinos—. Y entonces nosotros: ya estamos allí, todavía en aquella primera proyección de cine de la historia, pero con nuestras sub/objetividades actuales: sin movernos pero viendo algo que se parece al futuro, desplazándose en blanco y negro delante nuestro.

Nosotros no nos movemos. Los HiperArchivos lo hacen.

El Pasado Hacia Adelante; los HiperArchivos, hacia atrás: hacia los avatares de la contingencia, hacia lo que queda después de la finitud, hacia lo que sea que sea que viene después. Las pantallas de cine de ayer, las letras de molde de la prensa y las imágenes gráficas de ayer, los documentos y los manuscritos de ayer, son nuestros espejos retrovisores de hoy.

3. Los HiperArchivos Ondulan en el tiempo

Cuando nos acercamos a un HiperArchivo, los documentos emergen gradualmente. Velozmente y gradualmente. Los HiperArchivos nos envuelven, y al mismo tiempo, ya están distribuidos de antemano. Están distribuidos tan espacialmente que más bien a nosotros nos toca situarmos entre documento y documento: difícil no tener esa experiencia ya sea entre los pasillos, las salas de lectura de las bibliotecas, los anaqueles; o ante el brillo resplandeciente de los documentos digitales: un mundo de otro tiempo se abalanza sobre nosotros. El Sujeto Contemporáneo, si una cosa así todavía existe, es un Sujeto InterDocumentado. SujetoObjeto: un Sub/Objeto deberíamos decir. Estando enfrente de los documentos, es la red de relaciones que convoca nuestra lectura la que nos hace estar en medio del tiempo, en medio de muchas materialidades y temporalidades superpuestas. Es como encontrarse en medio de una calle de papel —el viejo papel de la cultura letrada— estirada ahora sobre una superficie mayor: la del tiempo. En-el-Universo-de-los-Archivos, el-Tiempo-se-estira. De cantidad de metros lineales, hablan a menudo los archivistas.

Los HiperArchivos son algo así como la experiencia que podemos tener en una piscina mientras nadamos —podríamos decir también parafraseando a Levi Bryant—: “en todas partes estamos sumergidos dentro de la piscina, en todas partes el agua fría acaricia nuestro cuerpo mientras nos movemos a través de ella...” Con nuestra lectura, producimos sobre todo el territorio del Archivo efectos de onda, como las que producimos con nuestros movimientos en el agua cuando nos introducimos en ella: “producimos efectos en el agua como patrones de difracción, haciendo que se ondule de maneras particulares”. Los efectos que producimos en el agua, vuelven a su vez de nuevo sobre nosotros. Lo mismo con los efectos que otros lectores, inmersos en el Archivo, ejercen sobre nuevos y más documentos —este mismo documento por ejemplo—: “Sin embargo, el agua y el cuerpo son dos objetos separados entre sí que interactúan sólo indirectamente.” —sentencia finalmente Bryant—. Los documentos y los lectores son objetos separados entre sí que interactúan indirectamente, inmersos en el inmenso océano de historicidad del que están hechos.

De inmersión y de buceos en el Archivo también hablaba Arlette Farge en Le goût de l’archive: “El hermeneuta se baña en el silencio del archivo para, al salir de nuevo a la superficie, jactarse de lo mojado que ha quedado.” El archivo es un océano de temporalidad. Así es como en los archivos encontramos, a raudales, inmensas concentraciones de tiempo, ya sea en movimiento o masivamente detenido, concentrado. Y, aunque es el punctum benjaminiano, la Tyche de Lacan, la cifra borgeana, lo que realmente buscamos en los Archivos, difícil no reparar por ello en esa inmensa temporalidad en la que inconmensurables punctums se despliegan. Cada documento es la parte de un tiempo que nos falta. Y así, el océano de la temporalidad y de la espacialidad mece a los documentos y a los sujetos —a los punctums, a las cifras, a las Tyche, a los sub/objetos—. Los oleajes del tiempo, la letra, van y vienen formando esas ondulaciones de las que, la lectura, también está hecha.

4. Los HiperArchivos están hechos de fases

De acumulación de estratos, también hablaba Arlette Farge: “muchas capas geológicas se superponen en los archivos”. Las fases —el archivo está compuesto de múltiples capas geológicas— se definen a partir de una historia tensa: entre lo estratificado y lo no estratificado: lo archivado y lo todavía no estratificado que, asimismo, pugna por huir, por escapar de las fuerzas archivísticas. Y al tiempo, también por aparecer: ser capturado (ser inscripto puede ser, en muchos casos, el valor paradójico de los archivos). “El descubrimiento de los hiperobjetos y de la OOO son síntomas de una sacudida fundamental en el ser, un ser-en-temblor. Los fundamentos del Ser se sacuden. Ahí estábamos, surfeando la era de la industria, el capitalismo y la tecnología y, de repente, recibimos información de extraños, información que incluso el más obstinado no podía pasar por alto, ya que la forma en que se transmitió esa información fue justamente la de las fórmulas instrumentales y matemáticas de la Modernidad misma. El Titanic de la Modernidad se topa con el iceberg de los hiperobjetos. Sostengo que el problema de los hiperobjetos no es un problema que pueda resolver la Modernidad.” —escribe también Timothy Morton—. Hemos sido modernos y, ahora, estamos aprendiendo a dejar de serlo. Pero aquí no comulga la pregunta por qué otra cosa ser en su lugar. Porque ¿no sería también esa una pregunta precisamente muy moderna todavía? En tanto se enuncien preguntas por las identidades, por el ser, no dejamos de movernos bajo la inercia de la modernidad. Antes que la pregunta por lo-que-viene-después, nos sobreviene entonces la pregunta por los métodos del cambio, los procedimientos de pasaje. Sólo el uso de un método permite la inmersión en los estratos del Archivo. De allí los sentidos entonces de las fases. Cuando sobreviene, como en nuestra era, la conciencia de un cambio de fase, sentimos el cambio de tiempo. Y dejamos así la Modernidad para entrar en los avatares contingentes de lo-que-viene-después. La modernidad es la primera época de la historia que se nombró a sí misma. El postmodernismo, sólo la forma que seres ansiosos por el éxodo, habitantes disconformes de la modernidad, encontraron para armar apresuradamente sus maletas. Llevarse algún souvenir para los nuevos tiempos.

[El postmodernismo fue sólo la invención de un folklore para lo-que-vino-después. No dejaríamos de continuar bajo la estela de la modernidad si, al dejar la Modernidad, procuráramos ponerle un nombre a esa-otra-cosa-que-viene-después.]

Clasicismo, Renacimiento, Humanismo, Galaxia Gutenberg, Edad de la Imprenta,
Cultura Letrada, Cultura Industrial, Cultura Tipográfica: esos eran los nombres de algunas de las fases en la edad de los Archivos. Los Archivistas que clasifican, todavía están aquí. Antropoceno, Cibercultura, Cultura Post-Tipográfica o, sencillamente, e-Tipográfica; Cultura Data-Driven, Gran Aceleración: ellos nombran las nuevas fases de los HiperArchivos: señal de que en lo-que-viene-después, todavía pervive un afán clasificatorio heredado de etapas anteriores. Ingresamos sin embargo en un nuevo tipo de experiencias y de prácticas de arte. Los artistas son esos Djs de citas y fragmentos que samplean pasado, acometen violencias epistémicas, usurpan historicidad. Nuevos tipos de experiencias a la que podríamos llamar Arte y Literatura Orientada a Objetos, se imponen sobre nosotros. Intervenimos con escritura, lecturas de archivo. Pero no solamente: porque todo acto de lectura siempre ocurre en el seno del correlacionismo —y he aquí uno de los grandes problemas de la crítica, sobre todo la de aquella que sólo concibió a los textos como los objetos naturales de la crítica—. La potencia de los archivos, por la red de relaciones que convoca, también está en su capacidad para escapar de las lecturas. Los archivistas y los documentalistas, seres grises de antaño y luminosos de ahora, perciben que han entrado en una nueva fase de la Historia en la que ellos, los Archivos, ya no están excluidos de la historicidad sino que fundan, precisamente, nuevos tipos de sentidos dentro de ella. Ya no funcionan como meros accesorios ornamentales del espacio social, físico o filosófico de antaño, sino que, ahora, ellos, los archivos, hacen el trabajo. Son algo así como su nuevo motor: un nuevo combustible para la literatura y el arte después del fin: de la literatura y el arte.

5. InterObjetividad: Los HiperArchivos son un sistema de objetos.

En el vínculo Inter-Objetivo siempre hay un elemento que se retira del acceso. Morton habla de trama, sistema y del entre “entre los objetos”, también de brechas y de enlaces. Bruno Latour habla de redes. Harman, de redes, de revival y de ensamblajes. A su modo, todas ellas son formas de nombrar relaciones. Lo interesante, es que en la Inter-Objetividad siempre hay un objeto que se retira del acceso: elemento no marcado, fuera de campo, un documento es apartado del mundo para que otro ocupe su lugar. De allí que la historia sea algo que ocurre entre los objetos: lo que parpadea entre los documentos.

Desde la perspectiva de los HiperArchivos, un texto es un medio que un texto tiene para producir más textos: un objeto x es un medio que un objeto w tiene para producir más objetos y. Desde la perspectiva HiperArchivística de una Literatura Orientada a Objetos, los libros y las obras son sólo unos elementos en una larga serie. Los archivos y los documentos, la escritura, son otros. Para decirlo en el lenguaje de los HiperArchivos:

Los Archivos son el revés de la Literatura Publicada.

De allí la inconveniencia de una crítica literaria sólo centrada en obras, autores, libros. La idea de centro no fue nunca una idea moderna. Es una idea teocéntrica que el monoteísmo trasladó a la modernidad. El egocentrismo de los artistas, una degradación de las monarquías en las democracias. Sólo así se comprende la permanencia de nociones como obra, canon, autor. Y es una idea que también nos llega en una buena parte de la historia de la física. Desde la teoría newtoniana: los planetas, las estrellas, todos los objetos de la galaxia son emisores de gravedad. La gran revolución de la teoría de la relatividad fue la dispersión de los centros, el descentramiento de los objetos. Así, de un solo golpe, sembró el universo de millones de centros irradiadores de gravedad: cinturones de asteroides, guarderías estelares, quásares… y hasta incluso, de grandes centros emisores de gravedad que se nos presentan cuasi-invisibles, desplegados como fuerzas tétricas e inhallables: como la materia oscura, que tensa y expande el espacio-tiempo. Sin esos centros irradiadores de gravedad, sólo existiría la entropía. Que en materia de archivos también existe: en todos los sistemas —y los HiperArchivos lo son— hay gravedad y entropía, atracción y repelencia.

La perspectiva inter-Objetiva corre el riesgo de caer dentro de lo que en el Realismo Especulativo ha llamado “escuela correlacionista”. Para aquella, los textos —el libro, la obra debería decirse— han sido siempre los objetos naturales de la crítica. En la perspectiva de la Ontología Orientada a Objetos —sino ya antes, desde la perspectiva foucaulteana de los originadores del discurso—, los archivos están antes y después de los autores, las obras, el libro. Antes de la literatura, los archivos son insumo, fuente, punto de partida. Después de la literatura, los archivos son muchas fuerzas concurrentes que conforme las épocas permanecen quietas o en espiral, entre el Olimpo, el Canon, la Trascendencia, el Olvido. El libro, la obra, la biblioteca, son una interfaz. Es eso lo que hace de los archivos, de los manuscritos y de los documentos, grandes objetos supermasivos: no sólo por la masividad de la que están hechos. Sino también, por la fuerza de gravedad que ejercen sobre los objetos que ingresan a los campos gravitacionales de sus órbitas. Así, Literatura y Archivos nunca se agotan: todos los objetos habitan las relaciones que los contienen. Como decíamos: Morton habla de trama, de sistema y del entre-“entre-los-objetos”, también de brechas y de enlaces. Graham Harman habla de revival y de ensamblajes. Y Bruno Latour, de redes. A su modo, son todas ellas formas de la relación. La historia es algo que ocurre en las relaciones, que en materia archivística es como decir: algo que sucede entre objetos, que parpadea entre los documentos.

La intertextualidad fue una forma de comprender uno de los modos en el que estas fuerzas interactúan. Sartre en El Ser y la nada también se había referido a la “solidaridad” [solidarité] entre las cosas. Es la atracción entre las moléculas de agua —a las que más arriba aludíamos citando a Bryant, a Farge—, la que también actúa entre los sujetos y los objetos —entre Sub/Objetos y Objetos, o entre cosas y cosas deberíamos decir—. Y la que también actúa en la relación de los textos con los textos. Antes, en los HiperArchivos, en la relación que se establecía entre los textos, si no obraba el trabajo de la lectura, los documentos se retiraban del acceso. Ahora, en la edad de los HiperArchivos —en la edad del Big Data y de la Lectura Distante—, aun no mediando el trabajo de la lectura, obran asimismo sobre los textos y la lectura, las fuerzas de otras cosas. Y el azar y las contingencias, que antes existían, de subvertirse la fuerza organizadora de los algoritmos, reaparecerían potenciados. Algoritmos e inteligencia artificial, aparecen como actores nuevos: muestras del carácter de doble agente con que obran los archivos. En el territorio de los archivos, antes que en los de la ciencia ficción, encontramos el despliegue de una verdadera ontología orientada a objetos. Como dijera Quentin Meillassoux en Métaphysique et fiction des mondes hors-sciences (2013), el problema de la ciencia ficción es que allí donde es capaz de construir otro/s mundo/s, es incapaz de no imaginarlos, todavía, gobernados por las ciencias u organizados a través del antropocentrismo, el logos. Se construyen así, en el corazón del imaginario, mundos todavía regidos por la razón, el intelecto, antes que por regímenes verdaderamente irrazonables y desquiciados. Como que el problema de la ciencia ficción, en última instancia, es que termina siendo un género realista no especulativo. Los algoritmos, la AI, son una distopía de la razón: fuerzas organizadoras de la modernidad todavía obrando en la edad de los HiperArchivos. De allí entonces que ningún otro lugar, como el de los archivos, para pensar las dimensiones paralelas y los viajes en el tiempo. De Archifósil nos habla incluso Meillassoux (2006), para referirse a aquellos tiempos anteriores al Archivo. Porque ¿cómo escapar a la correlación? La noción de HiperArchivos se vuelve necesaria porque sin ella, los archivos —la crítica literaria, los estudios basados en la relación sujeto/objeto indudablemente— no pueden escapar a la edad del correlacionismo. De allí que el trabajo con los archivos en Foucault, repensado como una clase de Objeto desde la propia noción de OOO de Harman, pueda ser el cimiento para pensar una nueva edad del tiempo, la historia, la lectura.

Y ni qué decir de la propia historia del universo narrada sobre todo por la astrofísica, tan literaria y tan moderna ella, organizada en períodos y en fases que sólo aquel afán clasificatorio y fundante de las ciencias del siglo XIX pudo concebir. PH1, TrES-2B, Sagitario A*, HD 43197: el gran HiperArchivo lo constituye el glosario del universo, en el cual se demuestra que el destino de todos los objetos está en la nomenclatura, los glosarios, el archivo, la base de datos. Fuerzas clasificatorias y desclasificatorias pugnan en los HiperArchivos: porque las fuerzas de los HiperArchivos están tanto dentro como fuera-de-sí. Hay y no hay adentro en los HiperArchivos (La pensée du dehors). Y siendo más grandes que su masa, es más lo que hay afuera que lo que hay dentro. Y hay y no hay Materialidad en los HiperArchivos. Un HiperArchivo no es un Archivo Grande, aunque lo sea. Lo que los hace Hiper es su red de relaciones, inscripta en su materialidad viscosa, lenta, en su carácter entre onírico y virtual, inmaterial y concreto. Los HiperArchivos ya están aquí. Nosotros, somos ellos.

Bibliografía:

Blanchot, M. 2004 [1955]. El espacio literario. Barcelona: Paidós. Traducción de Jorge Jinkis y Vicky Palant.

Bryant, L. 2010. “Hyperobjects and OOO”. Larvalsubjects.wordpress.com, https://larvalsubjects.wordpress.com/2010/11/11/hyperobjects-and-ooo/.

Farge, A. 1989. Le goût de l’archive. París: Seuil.

Foucault, M. 1997 [1966]. El pensamiento del afuera. Valencia: Pre-Textos. Traducción de Manuel Arranz Lázaro.

Harman, G. 2015 [2010]. Hacia el Realismo Especulativo. Buenos Aires: Caja Negra. Traducción de Claudio Iglesias.

Meillassoux, Q. 2015 [2006]. Después de la finitud. Ensayo sobre la necesidad de la contingencia. Buenos Aires: Caja Negra. Traducción de Margarita Martínez.

Meillassoux, Q. 2013. Métaphysique et fiction des mondes hors-sciences. Bussy-Saint-Martin: Aux Forges de Vulcain.

Mendoza, J. J. 2019. Los Archivos_ papeles para la nación. Buenos Aires: EDUVIM.

Morton, T. 2018 [2013]. Hiperobjetos. Buenos Aires: Caja Negra. Traducción de Paola Cortés-Rocca.

Sartre, J-P. 1976 [1940]. Lo Imaginario. Psicología fenomenológica de la imaginación. Buenos Aires: Losada. Traducción de Manuel Lamana.

Sartre, J.-P. 1943. L’Être et le Néant. Essai d’ontologie phénoménologique. Paris: Gallimard.

Notas

[1Con historia nos referimos aquí tanto a acontecimiento como a registro. Sería entonces, para nosotros, una fuerza que opera en los modos de leer. Historia es, por tanto, algo que nombra “las cosas que ocurren a lo largo del tiempo” + “el relato que se hace de ello” + la historia como disciplina: una fuerza hecha de todas esas cosas.