Entrevista a Brian Richardson

Perspectivas narratológicas en el siglo XXI

por Diego Pérez, Fernando Texeira

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“Ahora, la narrativa está en todas partes” aseguraba el investigador y profesor Brian Richardson en su texto “Recent Concepts of Narrative and the Narratives of Narrative Theory” publicado en 2000 en la revista estadunidense Style. [1] La afirmación de Richardson, que fue el editor invitado de aquella edición —la de número 2 del año 34— es muy significativa: con el llamado narrative turn en la década de 1990 (posterior al linguistic turn de los 80), la investigación acerca de la narrativa se expandía con rapidez por los más variados enfoques investigativos, motivo por lo cual la revista Style, que junto a los periódicos Narrative y Journal of Narrative Theory es una de las grandes publicaciones sobre el asunto en los E.E.U.U., dedicó aquella edición especialmente sobre el tema del “Renacimiento” de la teoría da la narrativa en aquel cambio de milenio.

El texto de Richardson aborda por lo menos tres tópicos que aún hoy son de gran relevancia: la apertura metodológica de los estudios de la narrativa, los distintos conceptos de narrativa que se presentaban entonces y la narrativa de la teoría de la narrativa, es decir, la formación de la historia de ese campo de investigación y sus consecuentes problemas.

Sobre el primer tópico, Richardson afirma que:

“El estudio de la narrativa continúa haciéndose más matizado, espacioso y extenso a medida que se aplica a una gama cada vez mayor de campos y disciplinas, apareciendo de manera más prominente en áreas que van desde la filosofía y el derecho hasta los estudios de artes escénicas e hipertextos” (Richarson, 2000, p. 168)

De la misma manera, sostiene que ha encontrado en los análisis feministas y poscoloniales un punto de efervescencia. Esa observación se podría ver replicada tanto en los textos que componen la misma edición —que trabajan con la teoría narrativa postestructuralista (Eyal Amiran), narratología y el cuerpo (Daniel Punday), narrativa homosexual (Jesse Matz), problemas en la teoría narrativa feminista (Honor McKitrick Wallace), enfoques lingüísticos (Monika Fludernik) y cognitivos de la narrativa (Porter Abbott), historia narrativa (Philippe Carrard), reflexividad (David Herman) y falta de fiabilidad (Dorrit Cohn)— como en la lista elaborada por el propio Richardson junto a Monika Fludernik en el texto llamado “Bibliography of Recent Works on Narrative” (2000) en el que reúne más de 100 trabajos sobre la narrativa en una gran diversidad de abordajes por investigadores de todo el mundo (excepto, como veremos de América Latina).

Richardson nos presenta cuatro enfoques básicos para definir la narrativa: temporal (que es cuando la representación de eventos ocurre en una secuencia de tiempo como el rasgo definitorio de la narrativa), causal (definida a partir de una conexión causal, por oblicua que sea, entre los eventos es esencial para definir una narrativa), mínima (sugerida por Gérard Genette, define que cualquier enunciado de una acción o evento es ipso facto una narrativa, ya que implica una transformación o transición de un estado anterior a un estado posterior) y transaccional (la narrativa es simplemente una forma de leer un texto, más que una característica o esencia que se encuentra inmanente en el texto). A partir de esta presentación, el autor habla sobre las posibilidades que cada una ofrece y nos apunta su definición preferida: “narrativa es la representación de una serie de eventos relacionados casualmente” (Richadson, 2000, p. 170).

Por último, el tercer punto del panorama que elabora Richardson versa la sobre la formación de lo que llama “narrativa maestra” de la historia de la teoría de la narrativa. En esa versión de la historia, la narratología tendría su nacimiento con el estructuralismo francés y, tras un cuestionamiento de sus prácticas en los 80 con el posestructuralismo, seguiría una línea recta hasta el presente con la pluralidad interdisciplinar de los 90. No obstante, Richardson pone esa narrativa maestra en cuestionamiento al decir que la historia de la teoría de la narrativa moderna no se ajusta bien en ningún marco lineal e integrado de narrativa pues “Hay demasiados hilos de la historia, cabos sueltos, giros abruptos, reapariciones inmotivadas de figuras olvidadas y enfoques teóricos para encajar fácilmente dentro de cualquier estructura narrativa” (Richardson, 2000, 172). En ese sentido, la descripción más precisa de esa historia seria afirmar que no existe una única historia sino un grupo de historias contiguas, quizás contradictorias o superpuestas, de la teoría de la narrativa.

Estos tres puntos de la presentación de Richardson en aquel año 2000 pasarán a tener una significación cada vez mayor en la medida en que la narrativa gana importancia no solo en el mundo académico sino también en todos sentidos de la vida cotidiana. Como diría Jorge Panesi, la seducción de los relatos ha cambiado la percepción de cómo comprendemos el mundo.

De hecho, así como la teoría de la narrativa ha crecido exponencialmente desde entonces, el propio Richardson verá su carrera consolidarse en los últimos 20 años. Profesor de la University of Maryland, Richardson publica en 2006 su Unnatural Voices: Extreme Narration in Modern and Postmodern Fiction, libro en que explora las narrativas antinaturales (unnatural), lo que lo convierte en uno de los grandes especialistas en el mundo sobre el asunto, y en 2009 edita Narrative Beginnings: Theories and Practices (Frontiers of Narrative). En 2011, el investigador asume la presidencia de la Internacional Society for the Study of Narrative (ISSN), y en 2015 se vuele una vez más a las narrativas antinaturales com su libro Unnatural Narrative: Theory, History, and Practice que generaría un debate público en 2016 nuevamente en la revista Style –número 4, año 50– con 17 de los más importantes narratólogos de la actualidad, entre ellos Marie-Laure Ryan, Gerald Prince, Jan Alber, James Phelan y Ansgar Nünning.

En esa entrevista, llevada a cabo por Diego Perez y Fernando Teixeira vía e-mail, invitamos a Richardson para reevaluar su contribución panorámica en la revista Style del año 2000 y preguntarle sobre su mirada actual de los estudios de la narrativa, así como su posición en cuanto a los aportes latinoamericanos a la teoría de la narrativa.

Entrevista a Brian Richardson

¿Cómo describirías el contexto en el que se produjo el lanzamiento del número 2, vol. 34, de Style en relación con los estudios y la teoría narrativa?

BR: Fue un período muy interesante. Algunas personas temían que la narratología decaiga o, incluso, perezca. Pero, en ese momento (como podemos ver más claramente ahora), había varias áreas distintas que estaban creciendo exponencialmente; estas incluyen la narrativa cognitiva, la teoría narrativa queer, la narratología de la escritura de la vida (life writing), y la aplicación de la teoría narrativa en otras disciplinas como historia, leyes, antropología, medicina, teología. Y, por supuesto, estaba la que yo llamé “posmoderna”, pero que pronto se convirtió en narratología antinatural. Muchas de estas nuevas direcciones fueron claramente establecidas por Monika Fludernik para incluirlas en su reporte “Histories of Narrative Theory II: From Structuralism to the Present” en A Companion to Narrative Theory, editado por James Phelan y Peter Rabinowitz en 2005 (pp 36-59). Este artículo sirve de muchas maneras distintas como una extensión útil de mis propias concepciones.

En tu “Recent Concepts of Narrative and the Narratives of Narrative Theory”, mencionás al menos cuatro conceptos centrales en la definición de la narrativa que vos llamaste, en esa ocasión, “temporal”, “causal”, “mínima” y “transaccional”. Entre ellos, ¿cuál dirías que ha sido más importante en los estudios narrativos de los últimos veinte años?

BR: Yo diría que las definiciones de “temporal” y “mínima” están claramente menguando y la de “causal” se ha mantenido fuerte, mientras que la de “transaccional” ha estado creciendo, en parte por el continuo y reciente trabajo de Monika Fludernik y Meir Sternberg. Yo debería haber incluido la definición retórica de “narrativa” en ese reporte, que todavía es defendida por Jame Phelan y sus numerosos discípulos. Los nuevos trabajos en esa área han estado basados en narrativas prototípicas; lo que es utilizado por un número de académicos asociados a la narratología cognitiva. Marie-Laure Ryan tiene un buen racconto en su capítulo “Toward a Definition of Narrative” en el Cambridge Companion to Narrative (22-38). Yo discuto todas estas teorías en un capítulo sobre la definición de la narrativa en mi último libro, A Poetics of Plot for the Twenty-first Century, pp 14-29.

Todavía en “Recent Concepts” relativizás lo que llamás “la teoría maestra de la teoría sobre narrativa”. Sin embargo, en trabajos más tardíos que toman en cuenta la historia de la teoría narrativa (algunos de ellos vistos en libros de referencia como What is Narratology? (2003), editado por Tom Kindt y Hans-Harald Müller, A Companion to Narrative Theory (2005), editado por Jame Phelan y Peter J. Rabinowitz, o The handbook of Narratology (2009), editado por Peter Hühn), parecés repetir invariablemente la fórmula de la narrativa maestra, incluso si es para discutirla. En tu opinión, ¿qué hace falta para que surjan trabajos más relevantes sobre diferentes historias de la teoría narrativa?

BR: Desde Hegel, hemos pensado la historia en términos de desarrollo lineal, por lo tanto, no es sorprendente que muchos piensen las historias críticas de este modo. Sin embargo, desde Hayden White nos hemos dado cuenta lo sencillo que es proveer formas alternativas de entramar nuestras narrativas, así que los narratólogos no tienen realmente excusa para producir trayectorias teleológicas que concluyan con ellos. A veces, estoy seguro, resulta irresistible presentarse a uno mismo como la culminación de la historia de la narratología, incluso si uno sabe que su posición podría estar entramada en un lugar muy distinto. “Narratología posclásica” suena mucho mejor en esta cultura que “neo-formalismo”.

En general, en las revistas y publicaciones más importantes sobre teoría narrativa, los nombres de investigadores latinos parecen ser escasos, tanto en textos publicados como en referencias. Teniendo en cuenta que América Latina ha producido trabajos importantes sobre problemas narrativos desde 1980 en adelante (lo que coincide con las entonces llamadas “narratologías posclásicas”); tales como Transculturación narrativa (1984), del uruguayo Ángel Rama, o Mito y archivo: una teoría de la narrativa latinoamericana (1993), del cubano Roberto González Echevarría; ¿cómo pensás estas ausencias u omisiones?

BR: He aprendido que crear una bibliografía es un gran modo de hacer enemigos. Uno se siente mal durante décadas por los ítems importantes que fueron dejados de lado inadvertidamente. Sin embargo, no me siento mal por omitir a Gonzáles Echevarría, ya que su trabajo está más alineado con la teoría de la novela que con la narrativa per se. En mi antología, Narrative Beginnings, sí publiqué un artículo de Carlos Riobó que cita Mitos y Archivo. La ausencia por la que sí me siento en falta es la del chileno Félix Martínez Bonati, cuyo trabajo he citado en mi primera monografía algunos años antes.

En tu artículo con Monika Fludernik en el mismo número de Style del año 2000, “Bibliography of Recent Works on Narrative”, no hay enumeradas tendencias provenientes de América Latina o nombres de intelectuales latinoamericanos. ¿Qué dirías que es lo que impide, según tu experiencia académica, el diálogo entre estos investigadores y lo que está siendo producido actualmente por la teoría narrativa en América del Norte y Europa?

BR: En gran medida, esta es una pregunta de familiaridad. La gente primero piensa en trabajos con los que está familiarizada. En nuestro caso, eran estadounidenses, alemanes y franceses. Otros fueron añadidos por la misma razón: Bhabha, Cornis-Pope, Doležel, Masaku Mori, Dan Shen. En retrospectiva, ¿deberíamos haber pasado de largo esa lista y preguntarnos qué grupos o áreas hemos dejado de lado? Me siento mal por las omisiones de América Latina y China.

En el año 2000, señalaste que un modo interesante de trazar una historia de la teoría narrativa sería a través de la crónica (tal como fue presentada por Hayden White). Mirando hacia el pasado, en 2021, ¿qué consejo le darías a un investigador que propone trazar una historia de teoría narrativa?

BR: Un método clave sería imaginar formas alternativas de construir esa historia, observando, además, de quiénes son los intereses que estarían mejor representados por dicha historia. ¿Cómo luciría una narrativa cognitivamente centrada y qué excluiría? ¿Cómo se verían las historias feministas, retóricas, digitales o antinaturales (lo que yo llamo “posmodernas”)? Estas consideraciones pueden proveer mayor inclusión.