La distorsión de las fronteras

Reseña de Tecnología y barbarie. Ocho ensayos sobre monos, virus, bacterias, escritura no humana y ciencia ficción, de Michel Nieva (2020)

por Belén González Johansen

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Relecturas en clave cyberpunk

Si algo había quedado claro de Michel Nieva después de sus publicaciones anteriores —Papelera de reciclaje (2011), ¿Sueñan los gauchoides con ñandúes eléctricos? (2013) y Ascenso y apogeo del imperio argentino (2018)—, es que su imaginación no tiene límites y que a él no le interesa tampoco estar alambrándola. Con los pies firmes en la tierra (me lo imagino sentado junto a un ombú, una suerte de Newton criollo, escribiendo con la computadora), se atreve a repensar, discutir y cuestionar con insolencia empolvadas tradiciones y sus relatos oficiales. Forja magistralmente un artefacto de lecturas y conceptos ingeniosos que permiten (re)abordar la historia, el presente y el porvenir de la nación argentina —incluso del mundo— desde la literatura. Ya desde el primer ensayo, en el que configura una línea cyberpunk de imaginación distópica en la literatura argentina que parte de Sarmiento y pasa por Aira, Arlt, Laiseca y Lamborghini, los lectores sentimos una inyección de vitalidad, quizás una trompada en la nariz, que nos deja completamente tumbados: “el progreso tecnológico como degradación de la vida es también el núcleo del género literario llamado cyberpunk”.

No obstante la complejidad de la propuesta, los ocho ensayos que componen el libro gozan de una prosa refrescante con gestos simpáticos de oralidad —algunos de ellos son transcripciones de conferencias o fueron escritos para ser leídos en voz alta frente a una audiencia— y delirantes guiños cómicos que me encontraron carcajeando en voz alta varias veces. Compone, de esta forma, un dispositivo crítico de densidad conceptual e invención exhaustiva a partir de lecturas compartidas, elementos de la cultura popular y lo charlable, siempre con atención a los datos duros y los archivos, de manera tal que se vuelve un texto aprehensible y ameno: un aire, en ese sentido, a Mark Fisher. De todas maneras, lo más interesante acaso sea el juego consciente con las filtraciones y los derrames de sentido que gotean de los textos y se cuelan entre las grietas de la humanidad, la vida, la naturaleza, la cultura y lo capitalizable, distorsionando las fronteras y extendiendo las orillas.

Podría ser un cuento de ciencia ficción

Uno de los ensayos del libro, “El lenguaje es un virus —sobre arte transgénico y bibliotecas bacteriales—”, desarrolla una fusión entre el arte y la vida que las vanguardias no podrían haber vislumbrado ni en sueños durante el comienzo del siglo XX: el arte transgénico. Se trata de la conjunción de expresión artística y organismo viviente, la disolución de la frontera entre laboratorio y atelier. Michel Nieva toma el caso de dos artistas emblemáticos, ambos radicados en Norteamérica (no es casualidad) para pensar en esta nueva propuesta de arte en vínculo con la vida en el sentido más literal del término, es decir, con la vida entendida como organismo biológico.

El primero de ellos, Eduardo Kac, ha sido, cuanto menos, polémico: muchas de sus obras se basan en la intervención de genes de bacterias e, incluso, de animales, para crear nuevas formas de vida. GFP Bunny, del año 2000, por ejemplo, consistió en conejos alterados de manera tal que tuvieran la propiedad de brillar en la oscuridad —imaginemos el rechazo de los grupos ecologistas en aquel momento y fantaseemos con el impacto que tendría en esta era de Twitter y hartazgo—. Las diferentes obras de Kac se ordenan en torno a la crítica a la producción capitalista de conocimiento científico: la ciencia es una caja negra indescifrable, hermética, más cercana a la magia que a un mecanismo de funcionamiento comprensible racionalmente. De esta forma, se propone la “democratización de los medios de producción transgénicos”. Christian Bök va todavía más allá en esta pesadilla digna de la imaginación de Mary Shelley. Creador de la genética literaria, extiende la poesía más allá de los límites perennes del libro: la codifica y la introduce en secuencias de ARN de bacterias que vivirán aún después de que la humanidad desaparezca. ¿Literatura imposible de ser leída? “Si ser olvidado, llegar antes a la meta, como decía Borges, fue y será uno de los miedos que más mortificaron el narcisismo de un poeta, Bök encontró un inusual consuelo: forjar textos tan imperecederos que se habrán de conservar hasta cuando ya no haya nadie capaz de leerlos”. Este cambio de soporte de la obra poética, antes del papel a la pantalla, acá de la pantalla al encriptamiento en organismos vivos, supone una transformación radical de la concepción de literatura que desplaza la búsqueda estética, el entretenimiento, la función social, y cualquier otra noción moderna del fenómeno literario hacia la experimentación banal, el hermetismo y el aislamiento de la sociedad.

No sólo encuentro esta forma de arte megalómana, delirante, propia de un villano promedio de cualquier película de superhéroes. No sólo me parece insoportablemente asociada a la lógica capitalista de desprecio, utilización y desecho de la vida. También me desagrada cuando pienso en que muchas ideas son más efectivas siendo narradas como ficción o como anécdotas que llevándose a la práctica. Recuerdo, por ejemplo, cuentos de Borges que reseñan obras alucinantes que, de haber sido escritas realmente, no tendrían el mismo efecto. Me pregunto qué impacto causarían estas obras de arte que llevan el ego de los artistas al nivel de dios —el nivel de los científicos— si fueran la trama de un texto de ciencia ficción. Acaso funcionarían como una crítica punzante al sistema, una pintura atroz de un presente casi distópico de explotación de la vida y privatización del conocimiento científico, sin caer tan ostensiblemente en las babas de esta lógica capitalista y perversa: como en Jurassic Park (1990) de Michael Crichton, Mutación (1990) de Robin Cook, la película Gattaca (1997), entre otros. O un capítulo perturbador de Black Mirror.

El virus capitalista

Rescato entre los conceptos fraguados para la maquinaria de Tecnología y barbarie el de vi(r)opolítica, que permite aproximarnos a la pandemia de COVID-19, que todavía experimentamos en carne viva, desde una crítica punzante y lúcida al capitalismo extractivista: “la gestión extractiva neoliberal de recursos naturales y huéspedes precarizadxs que extrae capital y deshecha virus (en este caso con poco éxito) a las periferias globales”. Una lectura necesaria para todos los que necesitamos un cachetazo o un baldazo de agua para reaccionar. En el marco del debate sobre la instalación de megagranjas de explotación porcina en Argentina, los cuestionamientos al agronegocio exceden el punto de vista ético en relación a las condiciones laborales y el maltrato animal: hablamos del peligro latente que implica un caldo de cultivo de mutaciones virales en una población, en un país y en el mundo entero.

Mientras textos como Sopa de Wuhan (2020) —la peste a xenofobia del título lo dice todo— analizan la enfermedad como producto fortuito de la pura casualidad, una irrupción numinosa e impensada en el mundo cual película de epidemia zombie, Michel Nieva exhibe la relación obscena entre un modelo económico de explotación irresponsable y sus catastróficas consecuencias biológicas. No fue simplemente un individuo que consumió “sopa de murciélago”: es la producción sistemática de un ambiente que favorece la reproducción y la mutación de virus en cuerpos disponibles, “huéspedes precarizadxs”, tanto humanos como no-humanos.

“Este punto tripartito que pone en contacto a tres poblaciones vulneradas por la deslocalización neoliberal de la industria extractiva (huéspedes salvajes no-humanos que pierden su hábitat por la tala, huéspedes domesticados no-humanos reproducidos y exterminados masivamente, huéspedes humanos precarizadxs en contacto con estas industrias) es el negocio que extrae y gira ganancias extraordinarias a empresas multinacionales (…) al mismo tiempo que desecha virus letales en las periferias extraídas”.

A partir de la noción de biopolítica foucaultiana, el “hacer vivir y dejar morir” de las poblaciones del primer mundo, Nieva piensa en la idea de vi(r)opolítica: el sostén y condición de posibilidad de la biopolítica que nace en las periferias explotadas.

“La vi(r)opolítica no gobierna un mero “hacer y dejar morir”, sino que digita una gestión extractiva de lxs huéspedes precarizadxs de las periferias para que sean, en nombre de una ‘vida’ mayor (la del mercado, la de la economía extractiva) meros soportes de lo no vivo (el virus, el capital) que a través de sus cuerpos se transforma, multiplica, reproduce y transmite”.

El capital, entonces, es otro virus que se nutre de los cuerpos para reproducirse hasta consumirlos, vaciarlos y deponerlos.

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Nieva, M. (2020). Tecnología y barbarie. Ocho ensayos sobre monos, virus, bacterias, escritura no humana y ciencia ficción. Buenos Aires: Santiago Arcos editor.