Retórica digital o de la argumentación en/con los medios digitales

La retórica forense en tiempos de Twitter

por Andrés Olaizola

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Introducción [1]

En noviembre de 2012, la pareja conformada por Estefanía Heit y Jesús María Olivera fue arrestada acusada de secuestrar, golpear y abusar de Sonia Marisol Molina durante más de tres meses en la localidad bonaerense de Coronel Suárez. Con el correr de los días, los medios periodísticos se concentraron en los detalles más escabrosos del caso, dejando como una mera anécdota que Olivera, ya en prisión, hizo abrir un canal propio en YouTube, en donde subió un video personal de veinticuatro segundos. En el video, Olivera habla a cámara (presumiblemente de un teléfono celular) para declarar su inocencia. Según la información del video, “las novedades del caso se publicaran [sic.] en su cuenta de twitter [sic.] @jesusmolivera y en la de su abogado defensor @claudiolofvall” (Olivera, 2012).

En la cuenta de Twitter de Olivera, que tiene el mensaje “Mi esposa y yo fuimos falsamente acusados de hechos aberrantes. Somos inocentes y creemos en la Justicia” en el encabezado, se retwittean mensajes del abogado Claudio Lofvall y de distintas cuentas de medios periodísticos (C5N, QM Noticias, labrujula24.com, etc.) que informan sobre el caso, se publica el video de YouTube anteriormente mencionado y una fotografía de Olivera con la leyenda “Creemos en la justicia. Somos inocentes” (Olivera, 2012).

Por otro lado, en el perfil de Twitter de Claudio Lofvall, abogado defensor de Olivera, se publican tweets con las novedades del caso y enlaces a videos de YouTube, a artículos digitales de diarios como Clarín y Perfil, a una ponencia de Lofvall sobre la prisión preventiva alojada en el sitio Scribd y a un archivo de audio de una charla que Lofvall mantuvo con Heitt subida a la plataforma de distribución de audio SoundCloud (Lofvall, 2012).

¿Pero por qué estamos haciendo referencia a los contenidos digitales que un acusado y su abogado defensor producen y distribuyen para denunciar ante una audiencia global lo que ellos consideran que es una situación injusta? Porque sostenemos que dicha utilización de Twitter, videos de YouTube, hipervínculos, textos verbales, artículos de versiones digitales de diarios, SoundCloud, Scribd y fotografías modificadas con software de edición de imágenes es un ejemplo de lo que se denomina retórica digital.

La retórica digital es un campo de estudio en permanente expansión y cambio, el cual es abordado desde perspectivas tan diversas como las teorías de la información, los estudios sobre software y las TIC, la teoría crítica, los estudios de género, las ciencias políticas, la alfabetización académica, etc.

A continuación, se presentará una primera aproximación a la retórica digital, que desde luego, no pretende abarcar toda la miríada de prácticas, formas, géneros y técnicas que entran en juego en este nuevo concepto. Se repasarán las principales definiciones de retórica digital de los especialistas del campo, así como se confrontarán metodologías y perspectivas de análisis.

Brevísimo recorrido teórico del campo de la retórica digital

La temática de la retórica en los entornos digitales es relativamente nueva en el campo de los estudios sobre comunicación y tecnología. Uno de los primeros antecedentes es Teletheory: Grammatology in the Age of Video (1989), de Gregory Ulmer. Si bien su objeto de estudio es la televisión antes que el hipertexto o el hipermedia, muchas de las consideraciones que Ulmer ofrece resonarán en los estudios posteriores sobre el tema.

El trabajo de Ulmer serviría como base de los estudios sobre hipertextualidad de principios de la década de los noventa, que trataron cómo cambia la argumentación y el proceso de construcción de conocimiento en el nuevo medio digital (Bolter, 1991; Landow, 1991, 1995, 1997). Casi simultáneamente, en “Electrifying Classical Rhetoric: Ancient Media, Modern Technology, and Contemporary Composition”, Kathleen Welch (1990) ofreció uno de los primeros análisis centrados en la dinámica de la retórica en los textos electrónicos. Según la autora, el discurso electrónico, u oralidad secundaria, permite reapropiarse de la obra de Gorgias, Isócrates, Platón, entre otros, en tanto nuevas fuentes de reflexión y acción en la retórica y en el campo de las Humanidades en general.

Dos años después del artículo de Welch, Richard Lanham, en el ensayo “Digital Rhetoric: Theory, Practice and Property” (1992), que luego aparecerá como “Digital Rhetoric and the Digital Arts” (1993), acuñó el término “retórica digital” y trazó las principales líneas teóricas que seguirán los estudios sobre retórica en espacios digitales durante los siguientes diez años.

Para Lanham (1993), el futuro de la figuración retórica luce, luego de un largo hiato, prometedor. El texto digital, una tecnología conservadora antes que revolucionaria, pretende reclamar y reconfigurar la antigua sabiduría occidental de las palabras. La retórica vuelve a surgir desde el lugar menos pensado: el monitor de una computadora.

La revolución de Internet, el desarrollo de nuevo software y de lenguajes de programación y la modernización de los equipos (mayor capacidad de almacenamiento, mayor velocidad de procesamiento, portabilidad, etc.) permitió que se potencie la interfaz visual, con lo cual, la construcción de sentido se transformó casi necesariamente en multimodal: el contenido verbal se imbrica con las imágenes, los sonidos, el movimiento, etc. Esta situación lleva a que diversos autores (Cope & Kalantzis, 2000, 2009, 2011; The New London Group, 1996) aboguen por ampliar la concepción de escritura, retórica y alfabetización, acuñando el término “alfabetizaciones múltiples” o “multiliteracidades” (multiliteracies). Este concepto se refiere a dos aspectos centrales del uso del lenguaje hoy en día: por un lado, la variabilidad para construir significado en diferentes contextos sociales y culturales; y por otro lado, a partir de las características de las nuevas tecnologías de información y de comunicación, la construcción de significado se realiza, cada vez más, a través de formas multimodales.

Por otra parte, los trabajos de Gary Heba (1997), Gregory Van Hoosier-Carey (1997), Jay Bolter (1998), Anne Frances Wysocki (1998, 2001), Patricia Sullivan (2001) y James E. Porter (1998, 2002), entre otros, ya se centran en cómo la dinámica retórica es reconfigurada en y a través de los entornos digitales de la Web.

En 1999, Welch publica Electric Rhetoric, en donde se aleja del modelo aristotélico-platónico y propone a Isócrates como la línea retórica clásica más adecuada desde donde analizar la “retórica eléctrica” y la nueva era de los medios. Para Welch, Isócrates reconoce y valora los distintos aspectos en los que la cultura de la retórica puede cambiar con la llegada de la tecnología de la escritura, evitando la rígida oposición binaria entre escritura y discurso oral que postulaba Platón. Para Isócrates, explica Welch, la palabra logos representaba un flujo de lenguaje, pensamiento y acción. Welch sostiene que la nueva cultura mediática está fomentando lo que Walter Ong, en Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra (1982), había llamado “oralidad secundaria”, en donde los medios audiovisuales electrónicos coexisten con la cultura escrita, pero que también manifiesta aspectos de oralidad [2].

Poco a poco, la retórica digital se va estableciendo como una emergente disciplina académica, que influye en la esfera de los estudios sobre retórica, las tecnologías de información y de comunicación y la alfabetización digital. El creciente número de trabajos sobre escritura y argumentación en entornos digitales lleva a que distintos autores empiecen a realizar antologías sobre la temática. Carolyn Handa (2001), por ejemplo, compila una serie de artículos de distintos especialistas del campo de las Humanidades que reflexionan sobre la alfabetización visual, la retórica visual y la retórica digital y cuál es su impacto en la pedagogía, la escritura profesional, los estudios sobre retórica y la enseñanza de la composición.

El desarrollo de la Web 2.0, donde los usuarios pueden ser productores de contenido, y el modelo de prestación de servicios cloud computing trajeron aparejado una nueva dinámica en los entornos digitales. Los blogs, las wikis, las redes sociales, los sitios Web para alojar y compartir videos y fotografías, los programas en línea de ofimática, los servicios de archivo de documentos, etc., enriquecen el panorama de la argumentación digital, ya que los escritores pueden emplear cualquiera de estas herramientas para planificar, construir y publicar su discurso. La retórica digital pasa de un modelo basado en la multimedia “de uno a muchos”, tipificado por la tecnología audiovisual del CD-ROM durante las décadas de los ochenta y los noventa, a un modelo estructurado sobre los medios sociales, que incluyen a las redes sociales y los sitios Web de almacenaje e intercambio de archivos digitales (Losh, 2009: 95).

Las nuevas prácticas discursivas digitales generan y potencian nuevos tipos de participación y colaboración, de producción y circulación de contenidos, nuevas habilidades sociales, etc., por lo tanto, el campo de la argumentación digital se complejiza y se enriquece exponencialmente. Este panorama deriva en que los estudios sobre retórica digital aborden el objeto de estudio desde múltiples perspectivas, con distintas metodologías y con diferentes marcos teóricos.

Al revisar la principal literatura crítica de la especialidad en “Digital Rhetoric: Toward an Integrated Theory” (2005), James P. Zappen identifica dicha característica de la bibliografía especializada y sostiene que “la retórica digital es una amalgama de componentes más o menos discretos antes que una teoría completa e integrada” (323). Sin embargo, Zappen aclara que esos componentes discretos proporcionan un esbozo para dicha teoría, que tiene el potencial para contribuir, en general, al corpus de la teoría y de la crítica retórica, y en particular, a la retórica de la ciencia y la tecnología.

Al explorar las líneas de análisis que abarcarían los estudios sobre retórica digital, Zappen (2005) distingue cuatro grandes ejes: funcionamiento y reconfiguración de las estrategias retóricas tradicionales en los espacios digitales, tanto para la composición como para el análisis; identificación de las características, potencialidades y límites de los nuevos medios; creación de identidades individuales; y construcción de comunidades sociales (319). Para el autor, estos estudios sugieren cómo la retórica tradicional puede ser extendida y transformada en una teoría amplia, holística, de la retórica digital.

En 2006, el colectivo de profesores e investigadores DigiRhet.org publica “Teaching digital rhetoric: Community, critical engagement, and application”, en donde ensaya una definición colaborativa de la disciplina y delinea algunas recomendaciones y actividades para aquellos docentes interesados en enseñar retórica digital o en integrar algunos aportes y enfoques de este extenso y novedoso campo de estudio.

DigiRhet.org sostiene que la retórica digital cambia el eje de la tekhnê del proceso retórico, tal como generalmente está establecido en la mayoría de las materias de composición y escritura: de una perspectiva más centrada en la generación de los argumentos (inventio), se pasa a un enfoque retórico más amplio, que privilegia el ordenamiento de las partes del discurso (dispositio) y reclama la importancia de la representación (actio) y la memorización del discurso (memoria) en tanto etapas centrales de la práctica retórica (241-242).

En 2009, Elizabeth Losh publica Virtualpolitik. An Electronic History of Government Media-Making in a Time of War, Scandal, Disaster, Miscommunication, and Mistakes. En uno de los capítulos del libro, la autora propone cuatro diferentes definiciones de retórica digital:

Las convenciones retóricas de los nuevos géneros digitales usadas en el discurso cotidiano y en el discurso de las ocasiones especiales.

La retórica pública, usualmente en la forma de mensajes políticos de instituciones gubernamentales, que es representada o registrada a través de tecnologías digitales y diseminada vía redes de distribución electrónicas.

La emergente disciplina académica que se ocupa de la interpretación retórica de los medios digitales en tanto objetos de estudio.

Las teorías matemáticas de la comunicación del campo de las ciencias de la información, muchas de las cuales tratan de cuantificar el grado de incertidumbre en un intercambio lingüístico dado o las posibles vías a través de las cuales viajan los mensajes (Losh, 2009: 47-48).

La primera de las definiciones parte de la idea de que algunas formas de la retórica no tienen como objetivo principal persuadir a otros. Losh recupera el concepto clásico de kairós y explica que la retórica, más allá de generalmente equipararse con el discurso argumentativo, también puede centrarse en cuál es el momento oportuno para emitir un mensaje y en cómo el lenguaje de ese mensaje puede ser configurado de acuerdo a contextos específicos y oportunidades para el cambio social situadas temporal y espacialmente. Las ocasiones retóricas no se limitan sólo al intercambio de argumentos a favor y en contra de una cuestión a debatir, y ello también se aplica a la retórica digital. De acuerdo con Losh, es importante reconocer cómo los medios digitales pueden ser usados para conmemorar, acusar, celebrar, pedir justicia, etc., sin la fuerza coercitiva de la necesidad de “vencer” en una disputa argumentativa. La autora sostiene que los tres tipos de géneros retóricos que Aristóteles reconoce en El arte de la retórica, a saber, el deliberativo, el judicial y el demostrativo, tienen su correlato en los entornos digitales. De acuerdo con esta primera definición, los textos digitales que Jesús Olivera y su abogado Claudio Lofvall producen con y distribuyen en las redes sociales, sitios Web, plataformas sociales, etc., pueden catalogarse como parte del género judicial digital.

La segunda definición enmarca la mayor parte del texto de Losh, que analiza cómo el Gobierno de Estados Unidos emplea estrategias de retórica digital para difundir sus lineamientos ideológicos a través de sitios Web gubernamentales, video juegos, tours virtuales de monumentos nacionales, salas de chat, tutoriales en línea, etc. La gran visibilidad de esta nueva forma de retórica pública ocasiona que los organismos gubernamentales utilicen los servicios de agencias de publicidad, para que diseñen los mensajes del Gobierno de manera profesional. Para comprender mejor esta alianza entre los funcionarios públicos y los agentes persuasivos del comercio corporativo de consumo, Losh describe cuatro campos de la retórica gubernamental:

Branding institucional: la práctica de asociar constructos simbólicos corporativos con información acerca de instituciones cívicas. De esta manera, las organizaciones públicas se presentan como fabricantes de un producto distintivo en un mercado competitivo. Los constructos simbólicos pueden incluir nombres de marcas, logos, identidades gráficas o fórmulas verbales distintivas (Losh, 2009: 66-67).

Diplomacia pública: las técnicas que utiliza un país (o un grupo de países de una organización militar, política o económica) para comunicarse con los ciudadanos de otros Estados o sociedades. Específicamente, la diplomacia pública, que es considerada como una forma de “poder blando” (soft power), tiene como objetivos comprender, informar e influenciar audiencias extranjeras. Para inducir en la opinión más allá de las fronteras, los especialistas en diplomacia pública utilizan sitios Web, videos en línea, publicidades, cadenas periodísticas, películas y programas de televisión, dibujos animados, música y video juegos (Losh, 2009: 70-71).
Marketing social: la aplicación de conceptos y técnicas del marketing comercial para lograr cambios sociales, afectando el comportamiento o las prácticas sociales de una población específica, para que lleven adelante vidas más saludables y productivas y obedezcan reglas sociales, con el objetivo de que le “ahorren” al Estado el dinero que, de otra manera, debería desembolsar en atención médica, servicios sociales o cárcel (Losh, 2009: 71-73).

Comunicación de riesgos: involucra la transmisión de información vital a la población civil antes, durante y después de emergencias. El propósito de la comunicación de riesgos es impedir el pánico, la desconfianza o la desobediencia a las leyes. Losh sostiene que la comunicación de riesgos puede tanto aumentar como disminuir el nivel de miedo (Losh, 2009: 74-75).

Esta línea de investigación es central en la autora. En un trabajo anterior, Losh (2008) había descripto de qué manera las agencias gubernamentales estadounidenses y británicas utilizan los videos de sus canales oficiales en YouTube para legitimar políticas internas impopulares y reafirmar y extender las concepciones de soberanía, seguridad y subjetividad construidas por el discurso estatal. Poco después, Losh (2011) analizaría las estrategias retóricas del Gobierno de Israel y de la organización no gubernamental turca IHH, durante la cobertura informativa en YouTube y Flickr del ataque israelí al buque turco Mavi Marmara al intentar romper el bloqueo de la Franja de Gaza.

La tercera de las definiciones se centra en la historia, la delimitación del campo de estudio y en las principales líneas teóricas de la retórica digital como disciplina académica. Losh explica que “estudiar retórica digital involucra examinar las ideologías de conceptos como «libertad» u «honestidad», que son conformados por factores como la identidad nacional, lingüística, teológica o disciplinar; las actitudes sociales acerca de la autoría y la propiedad; y las categorías culturales de género, etnia, sexualidad y clase” (Losh, 2011: 56). De acuerdo con Losh, existen dos actitudes cuestionables de gran parte del corpus teórico sobre retórica digital: en primer lugar, la marcada tendencia de desconocer la retórica del Estado virtual; y en segundo lugar, la decisión de ignorar las teorías sobre la retórica que provienen del campo de la computación.

En lo que respecta a la cuarta definición, la de las teorías matemáticas de la comunicación, Losh sostiene que Aristóteles fue el primero que situó la retórica en el campo de la probabilidad, y que dicha perspectiva continúa siendo relevante para la retórica digital contemporánea y para la concepción computacional de la información como un constructo de incertidumbres relativas. La autora argumenta que Aristóteles, al explicar la relación entre probabilidad y retórica, subraya que lo que es improbable efectivamente puede suceder y plantea sus dudas acerca de la lógica de la certeza absoluta. Losh, entonces, se basa en los planteamientos del profesor en Retórica Dilip Gaonkar para explicar que Aristóteles reemplaza la binaria oposición platónica de realidad y apariencia por la de necesidad y contingencia.

Si bien Losh explica que en el griego antiguo no existía una palabra para “información”, rastrea su etimología hasta el latín (del verbo informare) y detalla cómo el concepto tiene sus raíces históricas en los orígenes de la escritura. De esta manera, el término “información” se desarrolla en un momento en donde se cruzan la tecnología y la retórica. Sin embargo, Losh utiliza la definición técnica de la palabra, en relación con la “incertidumbre”, tal como la emplean los matemáticos.

Desde la teoría de la información, la información y el conocimiento poseen paradigmas diferentes para la interpretación de la ambigüedad en los intercambios comunicativos. A partir del artículo “A Mathematical Theory of Communication” (1948) de Claude Shannon, Losh define que la cantidad de información transmitida está determinada por la cantidad de incertidumbre en discusión en una situación dada. Shannon y Weaver plantean que la información no se refiere sólo a un único mensaje, sino a un grupo de diferentes mensajes posibles. La información se conecta con la entropía, por lo tanto se la concibe a partir de una medida de desorden o azar en un sistema cerrado (Losh, 2009: 91).

Losh sostiene que el modelo de comunicación que propone Shannon en su teoría de la información puede explicar las interacciones retóricas y el papel central que posee la interferencia en cualquier intercambio de información. Al igual que la retórica tradicional, la comunicación electrónica está mediada: viaja a través de canales, es distorsionada por el ruido y los mensajes deben codificarse para que puedan ir del emisor a la audiencia.

Para ampliar el rango de su trabajo y generalizar su teoría, Warren Weaver, uno de los colaboradores de Shannon, explica que los sistemas de comunicación funcionarían en tres niveles diferentes (nivel A, nivel B y nivel C), cada uno de los cuales se organizaría en torno a un interrogante. En el nivel A, la pregunta a realizar sería: “¿Con qué nivel de precisión pueden ser transmitidos los símbolos de la comunicación?”. Los aspectos vinculados con el nivel B se resumirían en “¿Qué tan precisos son los símbolos transmitidos para comunicar el significado deseado?”. Finalmente, en el nivel C, la pregunta sería la siguiente: “¿Qué tan efectivo es el significado recibido para afectar la conducta de la audiencia en la forma deseada por el emisor?” Las cuestiones relacionadas en el nivel C, explica Losh, son preocupaciones retóricas si se considera cómo los intercambios lingüísticos pueden cambiar las acciones de los sujetos (Losh, 2009: 93). Recordemos que la argumentación no sólo tiene como propósito persuadir al destinatario, sino que puede también intervenir en las representaciones, opiniones o comportamientos de la audiencia para producir un cambio en ellos.

El permanente cambio que experimenta la retórica digital lleva a que se desarrollen proyectos colectivos para caracterizar de forma continua la disciplina. Una de las iniciativas más recientes en la esfera de los estudios sobre la retórica digital es el sitio Web Sweetland’s Digital Rhetoric Collaborative (www.digitalrhetoriccollaborative.org). La página aloja un blog en donde docentes e investigadores publican entradas o posts que analizan distintos aspectos teóricos y prácticos de la retórica digital. A su vez, el sitio es un espacio para compartir reseñas sobre bibliografía crítica, información sobre congresos e ideas y recursos para la enseñanza de la argumentación digital.

Entre los académicos que aportan publicaciones teóricas al blog de Sweetland’s Digital Rhetoric Collaborative se encuentra Doug Eyman (2012), quien brevemente define a la retórica digital como la aplicación de la teoría de la retórica a textos digitales y performances, ya sea como método analítico o como heurística para la producción. A partir de la definición postulada por Zappen (2005), Eyman sostiene que en la esfera de la retórica digital se pueden agregar las siguientes actividades: la investigación y el desarrollo de las retóricas de la tecnología, el uso de métodos retóricos para descubrir e interrogar ideologías y constructos culturales en las obras digitales y la exploración de la función retórica de las redes.

Finalmente, el autor explica que la retórica digital puede usar cualquiera de los campos retóricos y métodos que puedan ser útiles en la investigación, incluyendo la retórica clásica, las teorías contemporáneas de la retórica, la retórica visual, la retórica computacional y la retórica procedural.

Sobre la base de las conceptualizaciones teóricas que hemos reseñado, sería posible ensayar tres definiciones posibles de la retórica digital. Es menester destacar que las definiciones que hemos intentado trazar son provisionales, debido a que la permanente actualización y reformulación de los límites y las características de la retórica digital es uno de los rasgos distintivos de la disciplina, lo cual en gran parte se deriva de los constantes avances de las TIC. Desde nuestra perspectiva, la retórica digital puede entenderse como:

Una práctica específica de la escritura y la lectura digitales que engloba la producción, la comprensión y la difusión de discursos argumentativos en y a través de entornos digitales interconectados.

El arte de comprender las capacidades persuasivas y demostrativas de los textos, contenidos u objetos digitales producidos, distribuidos y recibidos en y a través de entornos digitales interconectados.

La disciplina académica que estudia las convenciones y técnicas retóricas de los discursos privados y públicos compuestos, registrados y diseminados en y a través de los medios y los géneros discursivos digitales, así como las estrategias para la producción y análisis crítico de textos digitales argumentativos.

Coincidimos con Eyman (2012) en destacar la importancia conceptual de platear la ausencia de una teoría integral y unificada de la retórica digital, ya que esto permite articular diversas teorías para llevar a cabo el análisis y la producción de los contenidos y performances digitales. En la misma dirección, Losh (2012) sostiene que, para resistir cualquier sistema hegemónico de control, este novedoso campo de estudio se debería denominar “retóricas digitales”.

Algunas conclusiones

Hemos iniciado este artículo haciendo referencia al discurso argumentativo digital que construyen Olivera y su abogado Lofvall. Se podría pensar que fue una circunstancia absolutamente fortuita la que nos permitió utilizar dicho discurso para ejemplificar una de las tipologías de la bibliografía teórica que hemos revisado. Sin embargo, menos de un año después del secuestro de Molina, otro hecho policial, el asesinato de Ángeles Rawson, se instalaba en la primera tapa de los diarios, en el prime time de los canales de televisión y en las páginas Web. Todo se repitió de nuevo: los detalles escabrosos, el morbo de la audiencia y los lectores… y el uso de Twitter por parte de los abogados del acusado del crimen. Miguel Ángel Pierri y Marcelo Biondi, defensores del sospechoso Jorge Mangeri, publican noticias y comentarios acerca del proceso judicial, anuncian sus apariciones televisivas y reflexionan acerca del papel de la defensa en este caso en particular y en general.

Pero no sólo los acusados y sus letrados patrocinantes emplean los entornos digitales para crean y distribuir sus discursos, sino que cada vez es más común que víctimas de delitos y sus familiares, organizaciones no gubernamentales y el público en general usen blogs, Facebook, Twitter, YouTube, plataformas como Change.org, etc., para pedir justicia. El género retórico judicial digital, entonces, deja de ser una excepción, una excentricidad de un abogado y su cliente, para ir convirtiéndose en una regla.

Hoy en día, los medios digitales se multiplican, se actualizan y ofrecen casi infinitas modalidades de representación, afiliación, circulación y también de argumentación. En un trabajo anterior (Olaizola, 2013), por ejemplo, analizamos dos publicaciones en la comunidad virtual Taringa! en donde sus respectivos autores exponían sus opiniones acerca de la política educativa del Gobierno nacional usando prosa, imágenes, fotos, elementos del diseño, videos, enlaces, etc. De la misma manera, podemos mencionar que la campaña Kony 2012 de la ONG Invisible Children, los links patrocinados, los tweets de los funcionarios públicos y de los políticos, los videojuegos “persuasivos”, el marketing viral, los pedidos de fondos para financiar proyectos artísticos y creativos a través de las plataformas Indiegogo y Kickstarter, entre otros casos, también argumentan en y con los medios digitales.

A lo largo de este artículo, hemos visto que diversos autores y grupos de investigación no sólo plantean que la retórica clásica sigue estando presente en los textos digitales, sino que dichos espacios poseen su propia dinámica argumentativa, sus propios tropos, estrategias y técnicas. En los entornos digitales, la escritura deja de ser el modo de representación del conocimiento predominante, ya que el escritor puede utilizar imágenes, videos, hipervínculos, el espacio y el color para persuadir a sus audiencias y/o motivar a la acción.

Los nuevos géneros, estructuras y formas de comunicar y construir sentido conllevan a que el proceso de comprensión y de producción de textos digitales argumentativos deba ser analizado utilizando las directrices de su retórica específica, la retórica digital, la cual no es un constructo teórico abstracto y ajeno a la realidad, sino que influye en la cotidianeidad de las personas, cuando compran, se informan, votan, se entretienen, participan, realizan trámites, crean y distribuyen conocimiento.

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Notas

[1El presente artículo se basa en el Proyecto de Investigación Aproximación a la enseñanza de la retórica digital, llevado a cabo en el marco del Programa de investigación 2011-2015 del Centro de Estudios en Diseño y Comunicación de la Facultad de Diseño y Comunicación de la Universidad de Palermo.

[2v. también Losh, 2009: 87-88