Parte I (1920-1946)
Parte I (1920-1946)
La teoría literaria tiene actualmente una fuerte presencia en el Plan de Estudios de la la carrera de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Desde la última reforma de 1985 el Plan cuenta con un Área, dentro de la Orientación en Letras Modernas, denominada Teoría Literaria [1]. Allí existen tres materias que refieren explícitamente a la “teoría literaria” en su título (Teoría y Análisis Literario, Teoría Literaria II y Teoría Literaria III). Teoría y Análisis Literario es obligatoria para todos los estudiantes que comienzan la carrera y cuenta con dos cátedras paralelas encargadas de su dictado (“A y B” y “C”, denominaciones que responden a razones históricas que analizaremos en las entregas posteriores), mientras que las otras dos asignaturas son propias del Área de Teoría Literaria y pueden cursarse como optativas de las otras Áreas y Orientaciones. Por otra parte, en los últimos años ha habido una cantidad relativamente importante de seminarios de grado relacionados con la teoría literaria. [2] Al mismo tiempo, se habla hoy de una época de crisis y ocaso de una teoría literaria que ya no presentaría el esplendor de décadas pasadas (cfr. especialmente Eagleton, 2005). En este contexto, consideramos que la reflexión acerca de la historia de la enseñanza de la teoría literaria en la FFyL de la UBA es una tarea productiva. Nuestro objetivo es investigar la configuración de la reflexión teórica sobre el hecho literario en los planes de estudio pasados y presentes. Para ello, partimos de la consideración de que el espacio actual de la teoría literaria en el estudio, la investigación y la docencia no implicaría necesariamente un ocaso, sino una conformación diversa a la que tuvo en su época de “esplendor”. En este sentido, la investigación del pasado puede llegar a otorgarnos reflexiones interesantes al momento de (re)pensar el presente y el porvenir de la disciplina.
Ya existen trabajos que tratan algunos de los puntos fundamentales de la historia de la teoría literaria en la FFyL que tomaremos como punto de partida. Buchbinder (1997) la aborda brevemente en las secciones dedicadas a “la enseñanza” en su Historia de la Facultad de Filosofía y Letras, que abarca el período desde la fundación de la Facultad en 1896 hasta el año 1965. Allí analiza, entre otras cuestiones, la situación de las carreras, planes de estudios y asignaturas en relación con el contexto histórico-político de cada momento. Por otra parte, la historia más reciente de la disciplina en esta institución fue abordada por Funes (2009) y Vitagliano (2011). La presente investigación se diferencia de las anteriores por su metodología, dado que nuestro objeto de análisis fundamental lo constituirán los programas de las materias relevantes.
En esta primera entrega nos centraremos en el período 1920-1946. Durante esos años la teoría literaria aún no se conocía en nuestro país en el sentido en que la concebimos actualmente. No obstante, ya se reflexionaba sobre el hecho literario y había asignaturas destinadas a trabajar sus principales problemáticas. La investigación de este período tiene un interés que supera la simple curiosidad de echar un vistazo al tipo de abordaje, hoy casi inconcebible, que se hacía de los textos literarios en ese entonces. Esas prácticas de reflexión y enseñanza son el trasfondo sobre el que se asentará la base de la teoría literaria posterior y contra lo que discutirá para proponer una nueva posición.
Criterios de la investigación
Para poder llevar a cabo una investigación de un tema potencialmente tan complejo hemos decidido acotar nuestro corpus a los programas de las asignaturas que abordan los problemas teóricos fundamentales de los textos literarios. Para eso hemos tenido en cuenta una serie de factores:
Trabajamos con una concepción general de lo que consideramos como “teoría literaria”, es decir, aquellas materias que tengan como objetivo principal reflexionar sobre las características del fenómeno literario, más allá de un corpus particular. Con esto dejaremos de lado todas las asignaturas cuyo foco sea analizar una serie determinada de textos agrupados por criterios lingüísticos o históricos (las literaturas nacionales o de corte transversal). Somos conscientes que muchos problemas propios de la teoría literaria son abordados, muchas veces intensamente, en el seno de esas materias, pero hemos decidido no incluirlas en la investigación por la dificultad que implicaría ampliar el corpus y porque creemos más productivo ceñirnos al espacio institucional específico que se le da a la reflexión sobre la literatura en cada época. Más allá del enfoque teórico de docentes particulares, lo que nos interesa es analizar las materias cuyo objetivo explícito es la reflexión teórica sobre la literatura.
Adoptamos una concepción amplia de la teoría literaria que se contrapone a una concepción restringida que sostienen algunas posturas ligadas a lo que en los países anglófonos se denomina french theory (cfr. especialmente Culler, 1984 y Eagleton, 1998). De acuerdo con esta última la teoría literaria se limitaría a una serie de corrientes teóricas del siglo XX cuyo denominador común es pensarse en relación con el estructuralismo de la lingüística. Esta historia la conformarían principalmente el formalismo ruso, el estructuralismo de Praga, el estructuralismo francés de los ‘60s y el postestructuralismo. En cambio, corrientes de pensamiento que engloban al fenómeno literario dentro de un marco de preocupaciones más generales como la hermenéutica o la crítica de la ideología suelen considerarse como parte más bien marginal dentro de la teoría literaria así entendida, junto al psicoanálisis y a cierta filosofía especulativa. Otras corrientes que sí se centran en la reflexión sobre el fenómeno literario en sí, como el new criticism, la estética de la recepción, la narratología o el reader response criticism, son los suburbios rara vez visitados de la teoría literaria comprendida en este sentido restringido. Las nuevas perspectivas que estudian algunos aspectos sociales, políticos y morales de la literatura (estudios culturales, estudios de género, estudios queer) son muchas veces vistas como un síntoma de la post-teoría.
Consideramos que esta restricción del campo de la teoría literaria es poco conducente y está determinada por el triunfo de la teoría postestructuralista en los años ‘80 que ha ostentado la prerrogativa de escribir la historia desde su perspectiva. Su consecuencia es que deja en el olvido gran parte de la reflexión sobre la literatura llevada a cabo en el siglo XX. Es innegable que esta forma de historizar la disciplina tiene su sentido: los formalistas rusos y sus descendientes teóricos piensan a la literatura desde una perspectiva sistemática y en tanto objeto de estudio de una manera diferente a lo que solía hacerse en los siglos anteriores; así lograron grandes avances y cambios de dirección en la disciplina. Sin embargo, con anterioridad a esta transformación ya existía una reflexión específica sobre la literatura. La reflexión sobre el hecho literario existió desde siempre en la propia enseñanza de las letras. Podemos nombrar como ejemplos a la estilística y la retórica, que eran tradiciones centenarias centradas en una reflexión sobre el fenómeno literario, a la estética romántica y a la filología del siglo XIX, que había causado una revolución que no tiene nada que envidiarle al estructualismo del siglo XX. Por otra parte, durante el siglo XX otras corrientes también han pretendido pensar la especificidad literaria desde varios puntos de vista. Es necesario, entonces, considerar a la teoría literaria desde una perspectiva abarcativa que incluya la mayor cantidad de escuelas o pensamientos posibles.
Por otra parte, entendemos que existen determinados problemas específicos al trabajar con programas de materias como corpus. El primero es que la relación de esos documentos casi burocráticos con la práctica concreta de la enseñanza es difícil de precisar. Es un fenómeno conocido por todos los estudiantes que no siempre se ve todo lo que dice el programa ni el programa incluye todo lo que se ve. No obstante, consideramos que los programas son documentos importantes, no solo por la práctica de enseñanza que en parte reflejarían, sino porque evidencian lo que se espera idealmente que la materia enseñe a sus alumnos, sobre todo en apartados como “fundamentación” u “objetivos”. Por lo tanto, la programación nos dice mucho la acerca de las concepciones sobre la literatura y su investigación en una época determinada, más allá de la práctica concreta de enseñanza.
Desde su fundación en 1896 la FFyL contaba con un Plan único para toda la facultad y estaba pensado para una carrera de cuatro años. Allí se incluían algunas materias que luego serían propias de Letras. En primer año: Literatura Latina (desde los orígenes hasta Augusto) y Literatura Española (desde los orígenes hasta el siglo XVII). En segundo año: Literatura Latina (de Augusto al siglo V). En tercer año: Literatura Americana y Literatura de la Europa Meridional (francesa e italiana). En cuarto año: Crítica Literaria y Estética, Literatura de la Europa Septentrional (alemana e inglesa) y Gramática Histórica Comparada. [3] De todas estas materias, Crítica Literaria y Estética era la encargada de las preguntas acerca de lo literario en sí. Sin embargo, esta materia era fundamentalmente una historia de la estética desde una perspectiva filosófica. Sus contenidos eran muy similares a los de la actual asignatura de Estética de la Carrera de Filosofía. La reflexión acerca del texto literario, como diferente a las demás artes, tendrá que aguardar varios años para tener su propio espacio.
En 1912, y luego de varios años de debates, las disciplinas de Filosofía, Letras e Historia se separan en carreras diferentes (a pesar de las resistencias que abogaban por una educación íntegra, humanista y por la no compartimentación, o especialización, del saber). A partir de 1920 se implementa la tercera modificación de los Planes de Estudios de la FFyL, en conjunción con la Reforma Universitaria de 1918. A partir de ese momento se establece un primer año común para las tres carreras de la Facultad que incluía, además de tres Introducciones anuales, una para cada carrera, un curso de Latín. Será justamente la materia introductoria al área de Letras la que servirá de objeto a esta primera parte de la investigación, pues es la primera asignatura dedicada exclusivamente a los problemas específicos de los textos literarios.
“Introducción a los estudios literarios y composición” fue dictada en 1920 y 1921 por Miguel del Toro y Gómez. [4] En 1922 la materia reduce su nombre a “Introducción a la literatura” y pasa a ser dictada por Carmelo M. Bonet [5] hasta 1946. A lo largo de los años hubo varias incorporaciones pasajeras al cuerpo de la cátedra, pero las dos más relevantes y con mayor continuidad fueron la de José Monner Sans como profesor suplente en 1928 [6] y la de Ángel J. Battistessa [7] como encargado de los trabajos prácticos en 1930. Como corte de esta primera parte de la investigación tomamos como fecha 1946, ya que al año siguiente cambió el titular de la materia luego de 24 años de continuidad y, a su vez, el momento se corresponde con la intervención de la FFyL, que implicó una modificación de gran parte de la planta docente.
Si bien los programas de esa asignatura tienen poco en común con los más actuales de Teoría Literaria, “Introducción a los estudios literarios” cumple un rol similar a la cátedra de “Teoría y Análisis Literario” en el Plan de Estudios actual. La materia posee una función introductoria, otorga a los estudiantes el primer acercamiento universitario a los textos literarios, los provee de las herramientas para su análisis y es el ámbito en donde se reflexiona sobre las categorías generales de la literatura y sus problemas fundamentales.
Uno de los elementos más importantes en la asignatura durante la década del ‘20, hoy en día generalmente dejado de lado, era la composición. El objetivo no era solo que los alumnos pudieran analizar textos, sino que también fuesen capaces de producirlos. Cada unidad del programa estaba constituida por una parte teórica y una parte práctica, en la que los alumnos eran evaluados por su capacidad para producir textos de un determinado tipo (descripción de caracteres sociales, textos argumentativos, cartas formales, etc) utilizando lo aprendido en las clases. Los ejercicios de composición son una práctica que hoy las materias de la Facultad han abandonado casi por completo, pero común en la enseñanza secundaria, en el CBC y en algunos seminarios o clases especiales de la carrera.
La práctica de la composición según modelos implica una gran diferencia con lo que consideramos un intelectual de letras modernamente. El objetivo de aquellas asignaturas no era contribuir a la formación de investigadores en literatura (individuos que abordan los textos literarios como objeto de estudio para producir textos que los expliquen y/o describan), sino escritores que tomen a los textos literarios como modelo. Esto es escritores en un sentido humanista y pre-vanguardista. Humanista en cuanto a que no intenta formar especialistas en el análisis de textos literarios, sino individuos con un amplio conocimiento general y poseedores de un estilo “bello” más allá de que escriban literatura, artículos periodísticos, cartas o historiografía. Pre-vanguardista por su énfasis en el respeto del método y las reglas, centrándose en la aplicación correcta de las técnicas transmitidas por la tradición.
Tomemos el programa de 1920 a modo de ejemplo de lo que acabamos de decir. La descripción de la unidad I explicita la concepción tradicionalista de la composición literaria, haciendo siempre énfasis en la idea de “plan o planificación” en la escritura: “La composición literaria. Sus diversos géneros. Su papel en la enseñanza. Necesidad del método y de las reglas para todo trabajo literario.” Estas reglas y método del trabajo literario son los que aplican los manuales de estilística contemporáneos, remontándose a la milenaria tradición retórica y estilística. Las unidades I, IV y V enseñan a componer un texto según los principios de la retórica. Las unidades VI-VII se encargan de introducir elementos de sintaxis y enseñar a utilizarla correctamente. Las unidades VIII-IX se refieren a las figuras poéticas para adornar el discurso y a las técnicas de la descripción con enunciados aparentemente arcaicos como “Belleza de la oración”. La visión humanista/generalista también se ve claramente en la unidad III que trata la “importancia de la lectura como estimulante de las facultades intelectuales”.
La bibliografía teórica de este primer programa incluye algunas obras teóricas de estilística y retórica en castellano (Teoría literaria de Calixto Oyuela [8], de 1885 y El arte de escribir en 20 lecciones del propio Miguel del Toro y Gómez) y muchas en francés. En todo el período estos son los idiomas casi monopólicos de la bibliografía secundaria, apareciendo las obras en francés siempre citadas en el original. Es difícil evaluar cuáles de ellas realmente serían consultadas o leídas por los estudiantes o trabajadas en la preparación de la materia. Se puede sospechar que la inclusión de la amplia literatura en francés se deba en parte al prestigio asociado a ese idioma y no al uso real del material. Debemos tener en cuenta que para una concepción de la literatura tan centrada en el uso correcto de una lengua literaria determinada, la estilística francesa no debía ser del todo apropiada, por más que fuese ejemplar en algunos aspectos. Por otro lado, los errores al citar la bibliografía son más comunes en la de lengua francesa que en la castellana. Es evidente que este material es mucho menos conocido para el autor del programa que el de lengua castellana y que su inclusión, en parte debida a la escasez de bibliografía específica en nuestro idioma, responde también al prestigio propio de la lengua francesa.
En cuanto al corpus literario seleccionado, en todo el período se constata un amplio predominio de textos de autores españoles, especialmente en los primeros años, seguidos muy de cerca, y a veces incluso sobrepasados, por los textos en lengua francesa. Los autores argentinos y latinoamericanos tienen un lugar notoriamente menor. Hay escasos ejemplos de autores en otras lenguas como griego clásico, latín, italiano, alemán, inglés o ruso. Entre las lenguas extranjeras, los textos franceses suelen citarse en lengua original, mientras que los demás se citan siempre según su traducción al castellano. Es probable que la lectura de los textos franceses se hiciera en buena parte en la lengua original y que se diera por sentado cierta familiaridad de los alumnos con esa lengua.
Hasta 1927 los programas tratan una serie de problemas literarios desde diversas perspectivas (retórica, estilística, sociológica, psicológica, etc), pero a partir de 1928 y cada vez con mayor intensidad, los contenidos de la materia se ordenan en función de una periodización de los movimientos y las ideas estéticas y literarias. La periodización más común es: Neoclasisismo, Romanticismo, Realismo, Naturalismo, Parnasianismo y Simbolismo (en los programas de 1928, 1929, 1930, 1931, 1935). Muchas veces esta clasificación histórica de las corrientes estéticas se mezcla con otros problemas teóricos. Por ejemplo, el programa de 1939 tiene como objeto de estudio los géneros literarios, que no se consideran en forma abstracta, sino en su evolución histórica desde la Edad Media y el Siglo de Oro y a través de los diferentes períodos ya mencionados. En algunos programas encontramos una cronología levemente diferente. En 1932 [9] y 1941 se incluye el Barroco y en 1936 el Modernismo. La Vanguardia aparece por primera vez en 1943 y se hace referencia explícita al “sobrerrealismo, expresionismo, ultraísmo”. Dentro de esa misma unidad se menciona también la “reacción postmodernista”, una de las primeras apariciones de la idea de la posmodernidad en un programa de la FFyL, aunque, por supuesto, el sintagma se refiere a una serie de novelas españolas publicadas en 1902 que pretendían una ruptura con la literatura de corte realista de fin del siglo XIX.
Los programas de la década del ‘20 otorgan un lugar importante a la composición, pero a partir de 1930 la evaluación de los alumnos tiende a dirigirse cada vez más hacia la “explicación” o el “comentario” de textos o fragmentos más que a la redacción. Estas “explicaciones” suelen designarse como un “análisis temático y estilístico” de las obras. Esta reorientación parece venir en buena parte ligada a la incorporación de Angel Battistessa como encargado de los Trabajos Prácticos en 1930.
En cuanto a la modalidad de análisis de los textos se constata tanto el uso de fragmentos representativos como de textos enteros. Particularmente, la utilización de fragmentos es más común en los programas más tempranos. Esta tendencia es entendible teniendo en cuenta el carácter ejemplar con que los textos literarios eran leídos en los programas de la década del ‘20. Para la enseñanza de las técnicas de redacción resulta práctico focalizarse en un fragmento que presente en forma destacada el recurso que se quiere enseñar por imitación. Pero incluso cuando el objetivo es el “comentario temático y estilístico” el análisis de fragmentos sigue ocupando una porción considerable de las prácticas propuestas en el programa. Es de suponer que el trabajo con el fragmento y con la obra entera implicaran dos aproximaciones distintas al fenómeno literario con objetivos y estrategias diversos.
La concepción presente en este período nos resulta extraña contemplada desde la actualidad. Podríamos identificar con relativa facilidad sus inconvenientes, pero más interesante es considerar qué aspectos de esa concepción deberíamos tener en cuenta a la hora de pensar cómo es y cómo debería ser la enseñanza de la teoría literaria hoy.
En el contexto actual se ha olvidado la necesidad de formar a los estudiantes de Letras como especialistas en la escritura. No se trata de pretender que la academia forme escritores, pues existen otros ámbitos que cumplen con esa tarea (por ejemplo talleres literarios), pero sí podría pensarse que los licenciados y las licenciadas en Letras deberían ser capaces de producir textos correctos pertenecientes a diversos géneros y desempeñarse como correctores de estilo. En la formación actual este aspecto ha quedado casi extinto y tiene consecuencias negativas en el nivel de la divulgación.
Por otra parte, no es banal apreciar que estas materias trataban problemas estrictamente literarios (la descripción, la adjetivación, el plan del texto, etc). Ese hecho contrasta con una parte importante de la teoría literaria contemporánea, que se acerca más al ensayo filosófico y que a veces poco tiene que ver con el supuesto objeto de estudio de la carrera: los textos y la literatura.
El repaso de estos programas de hace varias décadas nos ofrece una visión de formas variadas de acercarse a los textos. Estas formas alternativas probablemente no sean las que eligiríamos en el siglo XXI y presenten evidentes falencias. Sin embargo, y a modo de primer paso, es interesante volver a leer cómo trabajaban, estudiaban y enseñaban en aquella época; su énfasis en la composición y la planificación así como su preocupación por los fenómenos característicos del hecho literario.
Fuentes:
Los Programas de la FFyL de la UBA entre 1896 y 1946 editados por “Publicaciones de la FFyL” fueron consultados en la Biblioteca Central Prof. Augusto Raúl Cortázar.
A continuación presentamos algunos programas de “Introducción a los estudios literarios y composición” e “Introducción a la literatura” digitalizados a modo de ejemplo:
Bibliografía secundaria:
Buchbinder, P. (1997). Historia de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires: Eudeba.
Culler, Jonathan (1984). Sobre la deconstrucción: teoría y crítica después del estructuralismo. Madrid: Cátedra.
Eagleton, Terry (1998). Una introducción a la teoría literaria. México: Fondo de Cultura Económica.
Eagleton, Terry (2005). Después de la teoría. Barcelona: Debate.
Funes, Leonardo (2009). Actas de las I Jornadas de Historia de la Crítica en la Argentina, Buenos Aires, 79-64.
Funes, Leonardo (2011). "Medievalismo en el otoño de la Edad Teórica: consideraciones parciales sobre la operación filológica." En: AAVV Perspectivas actuales de la investigación literaria, Buenos Aires: Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, UBA, pp.45-78
Vitagliano, Miguel (2011)."Variaciones sobre un punto: notas de trabajo sobre teoría y crítica literaria.” En: AAVV Perspectivas actuales de la investigación literaria, Buenos Aires: Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, UBA, pp.123-154.
[1] Las tres Orientaciones que comprende la carrera son Letras Clásicas, Lingüística y Letras Modernas. Asimismo, Letras Modernas se subdivide en las Áreas de Literaturas Argentina y Latinoamericana, Literatura Española, Literaturas Extranjeras y Teoría Literaria
[2] Por ejemplo, en el segundo cuatrimestre de 2013 se dictaron los seminarios: “Crítica literaria, críticas de la cultura” por Silvia Delfino, “Cuestiones de Teoría Literaria de la Edad Media” por Leonardo Funes, “Introducción a la teoría poscolonial y al giro decolonial. Génesis, filiación y derivas” por las prof. Tieffemberg y Verdesio, “Los usos de la Teoría en la crítica literaria y la investigación” por Juan Pablo Parchuc; “Signos y Política, conflictos de clase y género. Una herramienta teórica para el análisis del discurso” por Elsa Drucaroff, “ Diálogos, desplazamientos y desvíos: el género y la sexualidad en la Literatura Argentina” por Nora Domínguez, entre otros y como exponentes de cómo la teoría tiene presencia en las áreas más diversas
[3] En 1898 se produce la primera reforma del Plan. Allí se incorpora la enseñanza de lenguas clásicas, se cambia la Literatura Española por Literatura Castellana y el curso de Critíca Literaria y Estética pasa a denominarse Estética y Literatura General. Este Plan subsiste hasta 1912.
[4] Autor del Nuevo diccionario francés-español y español-francés (1906), Nuevo diccionario enciclopédico ilustrado de la lengua castellana (1912), El arte de escribir en veinte lecciones (1920), que trataba varios temas similares a los dictados en la asignatura y Por la cultura y por la raza, cuyo título ya deja vislumbrar sus concepciones sobre la literatura y la lengua
[5] También catedrático en la Facultad de Humanidades de la Universidad de La Plata. Publicó varios libros, muchos de ellos relacionados con los temas de su enseñanza universitaria: Ensayos literarios (1927), Estética literaria (1930), Apuntaciones sobre el arte de juzgar (1946), Escuelas literarias (1956), entre otros.
[6] Este año, además, se modifica el Plan de Estudios que mantiene el peso de las materias de clásicas y el ideal humanista de la formación integral o, dicho de otra manera, el bajo grado de especialización. En cuanto a las asignaturas específicas de Letras, el primer año mantenía la Introducción a la literatura, un nivel de Latín y uno de Griego. En segundo año: Latín II, Griego II, Literatura Castellana I, Literatura Italiana y Literatura Francesa. En tercer año: Latín III, Griego III y Literatura Castellana II. En cuarto año: Latín IV, Griego IV, Lingüística Clásica y Literatura de Europa Septentrional. En quinto año: Latín V, Griego V y Lingüística Romance. Además, a lo largo de la carrera se debían cursar materias hoy relacionadas más con otras disciplinas como: Lógica, Psicología, Historia, Historia del Arte, Estética, Historia de las Religiones y Filosofía Contemporánea.
[7] Autor de numerosos libros, ensayos, artículos críticos y traducciones; Presidente en varias ocasiones de la Academia Argentina de Letras; Director de la revista Logos de la FFyL y Profesor a cargo de la asignatura Literatura Castellana a partir de 1946, reemplazando a Ricardo Rojas. Fue, también, uno de los primeros colaboradores del Instituto de Filología de la Facultad.
[8] Profesor durante las primeras décadas de la Facultad de Historia de la Literatura de la Europa Meridional y Literatura Castellana
[9] Este programa tiene una primera parte que trata la historia de las ideas estéticas y literarias y una segunda parte que traza una historia de la crítica literaria en los siglos XVII y XIX.