Revista Luthor, nro. 61 (agosto 2025) ISSN: 18573-3272
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Formalizando el imperio
Los dispositivos narrativos y la crítica poscolonial en
Babel de R. F. Kuang
Valentina Abrigó Ciarrocca
Este artículo propone una lectura de la novela Babel de R. F. Kuang desde un cruce entre
la tradición formalista y la crítica poscolonial. Sostengo que la denuncia del imperialismo
británico no reside únicamente en el contenido temático de la obra, sino que se articula
de manera decisiva en su configuración formal. Analizo cómo dispositivos como el uso
de notas al pie, el tono académico y el multilingüismo son utilizados para simular la
autoridad del discurso colonial y, simultáneamente, socavarla desde adentro. De esta
manera, el trabajo demuestra que la forma es un espacio de conflicto ideológico y que
el análisis formal constituye una herramienta indispensable para la crítica política.
* * *
En las últimas décadas, el análisis formalista ha sido desplazado por
enfoques teóricos centrados en los vínculos entre literatura e ideología,
identidad, o estructuras de poder. Sin embargo, afirmar la caducidad del
formalismo supone, muchas veces, una comprensión limitada de sus
alcances. Es decir, la forma literaria, entendida no como adorno, sino
como construcción activa de sentido, continúa siendo un terreno fértil
para explorar las tensiones culturales y políticas que estructuran los
textos. Frederic Jameson dijo: “Always historicize! (…) we never really
confront a text immediately, in all its freshness as a thing-in-itself. Rather,
texts come before us as the always-already-read; we apprehend them
through sedimented layers of previous interpretations” (2002, p. 9). Él
recuerda cómo la literatura nunca es neutra, puesto que es la
condensación de tensiones históricas, y en su forma los conflictos
sociales adquieren carácter estético. En esta línea, el presente trabajo
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propone una lectura de la obra Babel: Or the Necessity of Violence: An
Arcane History of the Oxford Translators’ Revolution (2022), mejor conocido
simplemente como Babel, de R. F. Kuang, desde un cruce entre la
tradición formalista y la crítica poscolonial, con el objetivo de demostrar
que la denuncia del imperialismo británico en la novela no reside
únicamente en su contenido temático, sino que se articula de manera
decisiva en su configuración formal.
Babel es una novela ambiciosa que ficcionaliza la historia de la traducción
en el siglo XIX, situando su trama en un Oxford alternativo, donde la
magia se produce mediante un sistema que combina metalurgia y
lingüística, dado que existen unas barras de plata que canalizan poder
cuando se inscriben en ellas pares de palabras mal traducidas entre dos
lenguas. Es decir, el efecto mágico surge del desajuste semántico entre
términos que se parecen, pero no acaban de significar lo mismo, dado
que ninguna traducción puede ser perfecta y es necesario algún tipo de
distorsión que inevitablemente produzca una pérdida del significado
completo de la palabra. Por ejemplo, en inglés old significa ‘viejo’, como
el carácter chino (), sin embargo, en el chino hay una connotación
de durabilidad y fuerza que en inglés no. Cuando se inscriben en la barra
de plata esas dos palabras juntas (old - ), ese sentido de la durabilidad
que se pierde en la traducción se convierte en fuente de poder, por lo que
si se utilizara esa barra de plata para mejorar maquinaria, se prevendría
su decadencia e incrementaría su fuerza (Kuang, 2022, p. 288-289). Por lo
tanto, esta premisa, que podría inscribirse en el terreno de la fantasía
académica, o también conocido como Dark Academia, se convierte en el
eje de una crítica feroz al extractivismo lingüístico, al elitismo
universitario y al saber como instrumento de dominación. Pero lo que
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vuelve al texto especialmente productivo es la forma en que dicha crítica
se codifica con el uso de notas al pie de página, el tono académico de la
narración, la estructura, el glosario, los intertextos, los desvíos
metaléxicos, e incluso la manera en que se va desarrollando la historia.
Por lo tanto, este estudio sostiene que Babel subvierte los dispositivos
formales propios del discurso académico y del saber colonial,
utilizándolos tanto para simular su autoridad como para socavarla desde
dentro. En este sentido, el análisis formal no es una alternativa a la lectura
política, sino una herramienta indispensable para rastrear mo se
produce ideológicamente el texto. Desde esta perspectiva, Babel no solo
representa una crítica al imperialismo, sino que también lo dramatiza
formalmente.
El formalismo ruso planteó una ruptura radical con las interpretaciones
biográficas o historicistas del texto. Figuras como Viktor Shklovski,
Roman Jakobson y Boris Eichenbaum propusieron que la literariedad no
dependía del contenido, sino del modo en que el lenguaje es trabajado
por la obra. De este modo, la noción de ostranénie (остранение),
‘extrañamiento’, formulada por Shklovski, es la idea de que la literatura
desautomatiza nuestra percepción de lo cotidiano, y esto es central para
comprender el lugar de la forma como agente de sentido en el texto. Por
lo tanto, lejos de una mirada esteticista opura”, el formalismo entendía
que la forma no es algo secundario o decorativo, sino la condición misma
de la posibilidad de lo literario. En esa nea, la narratología estructural
desarrolló un conjunto de herramientas para analizar la estructura de los
relatos, es decir, el narrador, la focalización, el tiempo, el ritmo, entre
otras funciones. Todo ello, sin abandonar la atención al texto como
sistema cerrado. Sin embargo, este paradigma fue desplazado en las
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décadas siguientes por enfoques que reclamaban la centralidad de lo
político, lo identitario o lo afectivo, y que acusaban al formalismo de
ahistórico o ideológicamente neutro. No obstante, en la actualidad, el
debate no debería centrarse en oponer análisis formal y lectura crítica,
sino explorar cómo la forma produce ideología y cómo puede articular
tensiones culturales, históricas o sociales.
La crítica poscolonial ha evidenciado que el colonialismo no operó
únicamente mediante la violencia armada o la explotación económica,
sino que también a través del lenguaje. La novela de R. F. Kuang expone
cómo la traducción puede convertirse en un instrumento de dominación
imperial.
Kuang shows how translation is complicit in the colonial project,
since ‘a translation involves a spatial dimension a literal
transportation of texts across conquered territory, words delivered
like spices from an alien land’. The tentacles connecting language,
academia, and imperialism are traced in Kuang’s depiction of this
‘shadow’ Oxford, wherein translation becomes a tool for territorial
expansion and cultural dominance. (Chambers, 2023)
El idioma extranjero deja de ser neutral para servir a la expansión del
imperio británico. Asimismo, Gayatri Spivak ya alertó sobre la violencia
epistémica de la traducción, que transforma la voz de los colonizados en
un objeto de conocimiento neutralizando. Si aplicamos esta noción a
Babel, los personajes intentan articular sus saberes dentro del discurso
dominante, pero como pregunta Spivak: “Can the Subaltern Speak?”
(1988, p. 25). La novela responde mostrando cómo la historia oficial del
imperio borra sistemáticamente las lenguas y tradiciones de China, India
y Haití. Como resultado, este borrado epistémico coincide con la
imposición deliberada de la lengua colonizadora: The domination of a
people's language by the languages of the colonising nations was crucial to
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the domination of the mental universe of the colonised” (wa Thiong’o, 1987,
p.16). En efecto, la lengua inglesa en Babel se revela no solo como canal
de comunicación, sino como portadora de cultura. Ngũgĩ wa Thiong'o
subraya que la verdadera colonización es la lingüística. En Decolonising
the Mind, afirmó que: Language carries culture, and culture carries,
particularly through orature and literature: The entire body of values by which
we come to perceive ourselves and our place in the world” (1987, p. 16). Esto
relata cómo imponer al colonizado una lengua ajena es despojarlo de su
mundo simbólico para instaurar uno nuevo. Y de este modo, al suprimir
otras lenguas nativas, el imperio intenta controlar la identidad y la
memoria de los pueblos colonizados. Del mismo modo, los protagonistas
de Babel, Robin chino-británico, Ramy indio, Victoire haitiana, son
precisamente figuras híbridas que ocupan ese espacio límite. Es cierto
que son admitidos en Oxford, pero siempre desde un lugar de sospecha
o condescendencia. Son más bien tolerados en la medida en que resultan
útiles, pero nunca aceptados como iguales, y este fenómeno reproduce
el esquema orientalista que Said denuncia
1
. Igualmente, Homi Bhabha
llamaría a esto mimetismo colonial, donde el colonizador tiene: the
desire for a reformed, recognizable Other, as a subject of a difference that is
almost the same but not quite [el deseo de un Otro reformado y
reconocible, como un sujeto de una diferencia que es casi igual pero no
del todo] (1994, p. 86). En este espacio híbrido, la narrativa se convierte
en contra-historia, un acto de resistencia intelectual que subvierte la
imagen homogénea del pasado imperial. Leída desde estas coordenadas,
Babel no solo tematiza el poder de las lenguas imperiales, sino que
1
Edward Said en Orientalismo (2008), expone como Occidente ha elaborado una representación del
“Oriente” caracterizada por la desconfianza, la marginación y la visión de inferioridad.
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convierte la traducción, y su lógica de pérdida y reapropiación, en el
mecanismo central de su relato. A la vez, la novela se apropia del tono y
la forma del discurso académico imperial para reproducir sus efectos y
desarmarlos en el mismo gesto.
Por otro lado, uno de los rasgos más llamativos en Babel es su uso
intensivo de notas al pie de página, que en principio imitan las
convenciones del ensayo filológico utilizando definiciones etimológicas,
referencias cruzadas y citas académicas. Sin embargo, esta estrategia
formal no cumple con su función meramente informativa. Las notas al
pie no siempre son neutras, puesto que a menudo contienen juicios
irónicos, comentarios ideológicos e incluso contradicciones con el cuerpo
principal del texto, y esto genera una proliferación que acaba
erosionando la autoridad que pretenden construir. Por lo tanto, en este
punto resulta pertinente establecer una comparación con el cuento
Nota al pie de Rodolfo Walsh, donde el recurso paratextual cumple una
función similar de desestabilización. En dicho relato, la nota al pie no
actúa como simple suplemento aclaratorio, sino que introduce una
segunda voz, una narración disidente que tensiona el texto principal, lo
corrige, lo interrumpe y, en última instancia, lo desautoriza. Al igual que
en Babel, la nota se transforma en un dispositivo de descentramiento, y
el lector se ve forzado a navegar entre dos planos de discurso, entre lo
que se dice y lo que se comenta, entre el relato y su aparato crítico, lo que
pone en crisis la ilusión de objetividad. Así, lo que Kuang despliega es un
simulacro de saber, donde el lector es expuesto al exceso de información,
al barroquismo explicativo, al fetichismo académico que, lejos de
esclarecer, encubre. En consecuencia, este gesto formal pone en escena
lo que advirtió Edward Said (2008): no refleja al Otro, más bien lo inventa,
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lo estabiliza, clasifica y lo domestica como un objeto epistémico al servicio
del imperio. Por ejemplo, Robin Swift, el protagonista, es un sujeto
desplazado: nacido en China, educado en Inglaterra, políglota, pero sin
lengua materna estable:
He had become so good at holding two truths in his head at once.
That he was an Englishman and not. (…) That the Chinese were a
stupid, backwards people, and that he was also one of them. (…) He
had danced for years on the razor’s edge of these truths, he had
remained there as a means of survival. (Kuang, 2022, p. 398)
Esta cita ilustra con crudeza la interiorización de los discursos coloniales
y la violencia psíquica que genera ese desdoblamiento, donde la lengua
del poder se convierte también en la lengua del auto-odio y la dislocación
identitaria. Además, esta condición se reproduce formalmente a través
del texto mediante la alternación entre inglés, latín, chino, traducciones
incorporadas al relato o registros que se superponen. Kuang no traduce
todo, hay restos, fragmentos, residuos, y esta decisión estilística no es
azarosa, más bien expresa la alienación del sujeto colonizado, atrapado
entre lenguas, sin hogar simbólico. Aquí, la forma reproduce la violencia
de la traducción, mostrando la imposibilidad de decir en una lengua
propia, la tensión entre el idioma del poder y el idioma del deseo. Como
resultado, el multilingüismo no aparece como riqueza, sino como
fractura.
Este mecanismo formal, el de las notas al pie de página como máscara
del poder, puede leerse como una parodia del discurso colonial. Así como
el imperio británico usó el saber para justificar su dominio, Babel
presenta un saber que ya no convence, que se tambalea sobre su propia
retórica. Un ejemplo ilustrativo se encuentra en la explicación de las
posibles salidas profesionales para los estudiantes graduados en Oxford,
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siendo una de ellas el trabajo de traductor de textos napoleónicos; no
obstante, en medio de la narración, una anotación interrumpe el discurso
tan optimista para señalar: “This is, frankly, quite a generous description
of the Legal Department. One could also argue that the business of
translators in Legal was manipulating language to create favourable
terms for European parties.” (Kuang, 2022, p. 101). Formalmente, esta
disonancia entre el cuerpo de texto y sus paratextos produce un efecto
de “extrañamiento”, dado que lo que debería parecer transparente, es
decir, las explicaciones y notas, se vuelve opaco y contraproducente. En
este sentido, el texto responde a la función que Viktor Shklovski atribuía
al arte:
La finalidad del arte es dar una sensación del objeto como visión y
no como reconocimiento; los procedimientos del arte son los de
singularización de los objetos, y el que consiste en oscurecer la
forma, en aumentar la dificultad y la duración de la percepción.
(1917, p.4)
Pero este “extrañamiento” no opera en el vacío estético, sino que es
también una operación histórica. Las notas que antes sellaban la
autoridad del discurso se presentan ahora como ruinas de un archivo
imperial.
Adicionalmente, el sistema mágico de Babel se basa en un principio
radicalmente lingüístico: la traducción entre dos lenguas no es nunca
perfecta, y esa diferencia semántica es explotada como fuente de
energía. Las barras de plata que sostienen al imperio británico en la
novela funcionan gracias a ese desfase entre significantes, la
imposibilidad de equivalencia entre idiomas. Como Emily Apter ha
señalado:
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Translation failure demarcates intersubjective limits, even as it
highlights that “eureka” spot where consciousness crosses over to a
rough zone of equivalency or crystallizes around an idea that belongs
to no one language or nation in particular. Translation is a significant
medium of subject re-formation and political change. (2006, p.6)
Esta premisa no solo es brillante desde el punto de vista temático, sino
que funciona como alegoría formal del colonialismo lingüístico, puesto
que el imperio obtiene poder precisamente de las grietas entre lenguas,
de su no equivalencia, de su imposibilidad de cierre. Lo que convierte al
lenguaje no en mediación cultural, sino en maquinaria extractiva. Por
esto, la novela no se limita a tematizar la violencia del colonialismo
lingüístico, sino que también la formaliza. De hecho, la manera en que
esta idea se inserta en la narración mediante glosas técnicas, ejemplos
filológicos y aplicaciones prácticas del sistema de traducción refuerza la
ilusión de cientificidad que remite directamente al capital simbólico de
las instituciones académicas imperiales. Sin embargo, esa ilusión se
derrumba cuando los protagonistas descubren que son parte del
engranaje de extracción cultural colonial. En consecuencia, el momento
en que deciden usar las barras de plata contra los británicos, invirtiendo
el sentido de la traducción, marca un punto de inflexión formal, dado que
la forma del sistema se ha vuelto contra sí misma. Finalmente, a medida
que la obra va concluyendo, Babel abandona progresivamente su tono
académico. Las notas al pie se reducen, el narrador se vuelve más
emocional, las estructuras se precipitan hacia el caos. El epílogo rompe
por completo con la forma inicial, puesto que se presenta como un
manifiesto, un llamado político directo. De modo que esta ruptura formal
acompaña la lógica del relato: la revolución no solo es temática, sino
textual. La novela dinamita su propio lenguaje para dar lugar a una voz
nueva.
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Babel de R. F. Kuang es una obra que no puede leerse de manera
disociada entre forma y contenido. Su denuncia del colonialismo
lingüístico no se limita a los hechos que narra, sino que se produce en la
materialidad del texto: en sus notas al pie de página, en su aparato
filológico, en su estructura de tratado, en su uso del multilingüismo y en
su desmantelamiento final. Leída desde una articulación entre análisis
formal y teoría poscolonial, la novela demuestra que la forma puede ser
un espacio de conflicto, una trinchera política, una zona de sabotaje.
Frente a las afirmaciones sobre la obsolescencia del análisis formal, Babel
propone lo contrario: que la forma sigue siendo el lugar donde se juega
lo ideológico, que las estructuras narrativas y lingüísticas no son
neutrales, y que leer formalmente es, también hoy, una forma de
resistencia, porque obliga a reconocer que la ideología opera tanto en el
contenido, como en la forma misma del texto.
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