convierte la traducción, y su lógica de pérdida y reapropiación, en el
mecanismo central de su relato. A la vez, la novela se apropia del tono y
la forma del discurso académico imperial para reproducir sus efectos y
desarmarlos en el mismo gesto.
Por otro lado, uno de los rasgos más llamativos en Babel es su uso
intensivo de notas al pie de página, que en principio imitan las
convenciones del ensayo filológico utilizando definiciones etimológicas,
referencias cruzadas y citas académicas. Sin embargo, esta estrategia
formal no cumple con su función meramente informativa. Las notas al
pie no siempre son neutras, puesto que a menudo contienen juicios
irónicos, comentarios ideológicos e incluso contradicciones con el cuerpo
principal del texto, y esto genera una proliferación que acaba
erosionando la autoridad que pretenden construir. Por lo tanto, en este
punto resulta pertinente establecer una comparación con el cuento
“Nota al pie” de Rodolfo Walsh, donde el recurso paratextual cumple una
función similar de desestabilización. En dicho relato, la nota al pie no
actúa como simple suplemento aclaratorio, sino que introduce una
segunda voz, una narración disidente que tensiona el texto principal, lo
corrige, lo interrumpe y, en última instancia, lo desautoriza. Al igual que
en Babel, la nota se transforma en un dispositivo de descentramiento, y
el lector se ve forzado a navegar entre dos planos de discurso, entre lo
que se dice y lo que se comenta, entre el relato y su aparato crítico, lo que
pone en crisis la ilusión de objetividad. Así, lo que Kuang despliega es un
simulacro de saber, donde el lector es expuesto al exceso de información,
al barroquismo explicativo, al fetichismo académico que, lejos de
esclarecer, encubre. En consecuencia, este gesto formal pone en escena
lo que advirtió Edward Said (2008): no refleja al Otro, más bien lo inventa,