La era de los gigantes

De TLtropes

La especialización condensada al máximo parece ser la norma de la academia desde hace algunos años. Pero no siempre fue así. Nuestras leyendas, fomentadas por algunos testimonios casi ilegibles (no por su estado de conservación, sino por su extensión inabarcable), nos hablan de una época indistantemente remota en la que ser un Canon dominatrix era algo tan necesario y habitual como conocer el alfabeto, y en la que cualquier humanista que se precie dedicaba unos minutos al día para escribir varias epístolas en latín sobre la influencia del sánscrito en la filología del siglo XIX. El griego antiguo lo reservaban para los acontecimientos sociales más banales.

Tan grandes eran estos gigantes que la burocracia académica tenía que adaptarse a ellos y no a la inversa. Con sus obras completas frente a nuestros ojos (si bien es imposible abarcarlas de una sola mirada, como el océano) nos maravilla que alguien haya podido escribir algo que nosotros en toda nuestra vida, no podríamos seguramente siquiera leer. No es raro que sean usados como panales de citas.


Ejemplos:

Gastón Paris, Cassirer, Curtius. San Agustín, Tomás de Aquino. La generación de la revista Contorno.