Los ejes de mi carreta

De TLtropes

Criados en granjas, pueblos alejados o castillos perdidos pertenecientes a dinastías en larga decadencia, estos estudiosos han desarrollado un rechazo por todo lo que pueda tener olor a concepto teórico, filosófico o técnico. Sus viejos maestros, conservados en formol desde épocas inmemoriales, les enseñaron los dos o tres términos mínimos que se requieren para el análisis de una obra (“autor”, “personaje”, “historia” y los más de avanzada son capaces de incluir a regañadientes el concepto de “narrador” también) y rápidamente llegaron a la conclusión de que todo el resto es basura inventada por gnomos académicos y tecnócratas de pasillo. Para hablar de un texto basta con tenerlo en frente y saber en que parte empieza la página (en general, en la parte de arriba) y en donde termina, para no perderse en el medio. A menudo parecen compensar su absoluta falta de teoría y de precisión con una gran erudición, lo que los emparenta con el Canon dominatrix y si al menos aceptan la Poética pueden fácilmente caer en el Aristóteles tenía la posta. Si se vuelcan al biografismo, no es raro verlos implicados en un análisis de orina.


Ejemplos:

Los filólogos en general. Rolando Costa Picazo. Rosa Lida de Malkiel.