Del streaming al nicho otaku: Reseña de La historia del manga en Argentina: curiosidades, datos y polémicas (2021) de Leonel Walter Rodríguez, por Diego Hernán Rosain

La industria del cómic japonés en nuestro país es de reciente aparición, un mercado que con poco más de treinta años ha despertado asombros, envidias, alegrías y tristezas aquí y en otras partes de Latinoamérica. Para los que estudiamos y analizamos el campo igualmente naciente de la cultura de masas nipona en Argentina, a veces resulta muy difícil hallar bibliografía específica y especializada sobre el tema, por lo cual es frecuente recaer en sitios web, foros, chats, blogs, páginas de Facebook o videos de Youtube que complementen dicha información. Estas fuentes, verdaderas bibliotecas laicas y paralelas a cualquier tipo de saber institucionalizado y legitimado, asientan las bases de lo que posteriormente será el conocimiento académico. Sin embargo, algunas producciones se ubican en un espacio liminal y mixto entre el periodismo y la farándula, el afán historicista y el chusmerío barrial. Este es el caso de La historia del manga en Argentina: curiosidades, datos y polémicas (2021) de Leonel Rodríguez.

El periodista, streamer y youtuber, como se autodefine, elabora un sucinto recorrido por los hitos más importantes de la constitución del mercado del cómic japonés en Argentina, con clara centralidad en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, no sin detenerse largamente en hipótesis, suposiciones, teorías conspiranoicas y culebrones de vodevil. El libro, si bien necesario para comprender el estado actual de editoriales, imprentas, distribuidoras y comiquerías relacionadas con la importación, traducción y comercialización de manga –el cómic o historieta producido en y exportado desde Japón a todo el mundo– peca de descripciones superficiales de la cuestión, simplificaciones y reduccionismos criticables y, cuando no, de un pobre cuidado en el aspecto ortográfico y gramatical. Empero, algo bueno puede extraerse de él.

Rodríguez ubica el origen de la difusión y venta de manga en la Argentina en la década de 1970, cuando la mítica revista para niños Billiken, creada por Constancio Cecilio Vigil Olid a comienzos del siglo pasado, empezó a publicar una tira de Ultraman, basada en la exitosa serie de televisión creada por Eiji Tsuburaya una década antes. Pero no sería sino hasta la salida de Astroboy de Osamu Tezuka y Meteoro (Mach GoGoGo) de Tatsuo Yoshida por parte de las editoriales Abril y MoPaSa respectivamente que el comercio de manga en el país se produciría al menos de forma ilegal, ya que ninguna de las editoriales contaba con las licencias necesarias para comercializar estas historietas. A pesar de ello (y diferentes intentos por imitar el estilo japonés con el fin de hacer pasar por manga algunas producciones de historietistas nacionales en una época y contexto en los que esto era aún posible), el auge del manga fue en aumento, además, por la emisión en paralelo de animaciones japonesas de culto a nivel mundial: el recordado anime Heidi, por ejemplo, tuvo su versión manga editada por Editorial Tucumán.

Habría que esperar hasta los ’90 para que la traducción y publicación legal y periódica de manga en la Argentina fuera visible. Así se distribuyó Xenon (Juuki Kouhei Xenon) de Kanzaki Masomi por Editorial Cóctel y empezaron a importarse mangas de renombre como la versión española de Akira de Katsuhiro Otomo a comiquerías de la época como Entelequia, El Club del Cómic y Camelot. Si sumamos a estos factores la emisión diaria de anime por canales de aire y cable, así como también la aparición de videojuegos basados en producciones japonesas, eventos temáticos sobre manga y anime y la creación de revistas (como la añorable Lazer) y otras publicaciones por demás artesanales, el mercado estaba listo para dar a conocer a sus primeras figuras relevantes.

Si hay algo que no puede pedírsele a este libro es imparcialidad y objetividad; el autor no toma recaudos a la hora de formular sus valoraciones sobre los sujetos involucrados en la creación y desarrollo de la industria del manga en la Argentina. Muestra un claro favoritismo y admiración por las estrategias y métodos de Leandro Oberto y su editorial Ivrea, la cual es incuestionablemente la pionera y fundadora del mercado legal de manga en el país; por el contrario, exhibe una gran aberración por las operaciones llevadas a cabo por Pablo Muñoz y la editorial Deux Studio, así como también por Fito Reyna y sus dos compañeros de la editorial Larp; por otra parte, demuestra un gran respeto y apoyo por Ovni Press, una editorial que hasta hace relativamente poco sólo comercializaba cómics estadounidenses, y la Editorial Utopía, esta última dirigida por Alejandro Viktorin y su familia; finalmente, toma recaudos con la llegada de la multinacional Panini a nuestro país, a la cual lo ata un fuerte vínculo emocional por ser la productora de álbumes y figuritas de la infancia de muchos.

Cada capítulo destinado a estos nombres está plagado de vericuetos, trifulcas, cuestionamientos y críticas cizañeras, ya sea por las malas ediciones, los problemas visibles en las portadas, lomos y sobrecubiertas, las pésimas y patéticas traducciones, las irregularidades en la periodicidad de publicación de nuevos tomos, la escasez de títulos en sus catálogos o las artimañas llevadas a cabo para embaucar a los empresarios japoneses, los empleados, los lectores y la competencia por igual. Sin embargo, si nos distanciamos del maniqueísmo constante en el cual oscila el libro, podemos destacar dos elementos en los que el autor acierta de modo favorable: uno de ellos es la incorporación de testimonios por parte de los involucrados, los verdaderos protagonistas y agentes que permitieron el surgimiento del mercado; el otro es la mención a y la influencia de otros actores tales como los traductores, entre ellos Agustín Gómez Sanz, y los distribuidores, como Alejandro González, dueño de La Revistería, una de las comiquerías más importantes y con mayor cantidad de sucursales en todo el país. Estos breves pero importantes reconocimientos visibilizan el trabajo de sujetos que son otro de los engranajes importantes que ponen en marcha el motor de esta industria, los cuales no deben ser ignorados ni pasados por alto.

El libro de Leonel Rodríguez dista de ser un trabajo profesional de periodismo de investigación, un planteo historiográfico o un ensayo para iniciados. Es un texto que responde a los ritmos apresurados del streaming actual: precarizado y efímero; empero, no por ello habremos de defenestrarlo totalmente. Este libro lleno de mixturas da cuenta también de nuevas formas de producción del saber a las que no estamos acostumbrados y vale la pena ser leído no sólo para comprender mejor el trasfondo de este mercado que alcanza cada vez a más personas, sino como una experiencia de lo que implica muchas veces escribir en la actualidad.

Como indicamos al comienzo, hoy en día las redes se han vuelto sino un lugar de resistencia, al menos un espacio que abre el juego por medios no convencionales a aspectos materiales y campos de investigación que la academia aún no está dispuesta a atender del todo. Ya sea por prejuicio (la vieja discusión sobre la industria cultural y la cultura de masas traída desde la escuela de Frankfurt), ya sea por desinterés o falta de esfuerzo en comprender (¿habrá cierta discriminación generacional?), el estudio del manga en nuestro país continúa relegado a espacios periféricos y marginales de la construcción del conocimiento, aunque la presión por entrar a distintos espacios universitarios es cada vez mayor por parte de jóvenes investigadores atravesados por el consumo de historieta japonesa.

 

Rodríguez, Leonel Walter (2021), La historia del manga en Argentina: curiosidades, datos y polémicas. Morón: Kemuri, pp. 96.